16/06/2023
𝙈𝙄𝙀𝘿𝙊 𝘼 𝙇𝘼𝙎 𝘼𝙇𝙏𝙐𝙍𝘼𝙎
Esta historia nos la hace llegar Lucia. Muchas gracias por compartir.
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Hola Culto 656 mi nombre es Lucía y estoy algo nerviosa por compartir esta historia, pero pues aquí va. Tengo una fobia paralizante: el miedo a las alturas. Es algo que siempre me ha perseguido, limitando cada aspecto de mi vida.
Una noche, después de pasar el día evitando conscientemente cualquier cosa que me recordara a las alturas, me fui a la cama esperando encontrar el descanso que tanto ansiaba. Pero mis temores decidieron perseguirme incluso en mis sueños.
Estaba en lo alto de un rascacielos, la ciudad parecía una mera maqueta a mis pies, y las luces se difuminaban como estrellas caídas en una galaxia de asfalto y hormigón. Mis manos sudorosas se aferraban al borde de la estructura, mientras el viento frío me arañaba el rostro, haciendo volar mis cabellos y acentuando el peligro de mi situación.
La sensación de vértigo era abrumadora, cada nervio de mi cuerpo gritaba en terror ante la vista de la gran caída que se abría bajo mis pies. Sentía mi corazón golpear contra mi pecho, como un tambor de guerra en una marcha funesta. La adrenalina me inundaba, haciendo que cada segundo se alargara en un tormento eterno.
La perspectiva de la ciudad se balanceaba ante mis ojos, convirtiéndose en una pintura surrealista mientras mis rodillas temblaban y amenazaban con ceder. El miedo me dominaba, y mi mente jugaba malas pasadas, mostrándome visiones de mi cuerpo estrellándose contra el suelo.
Mi aliento salía en jadeos entrecortados mientras una pregunta se repetía en mi mente: "¿Cómo he llegado aquí?". Y a medida que el viento rugía a mi alrededor, supe que no podía moverme. Estaba congelada por el miedo, atrapada en una pesadilla en lo alto de este monstruo de acero y vidrio.
Y entonces, sin previo aviso, mis dedos se resbalaron.
El grito que escapó de mis labios se perdió en el rugido del viento, y el mundo pareció ralentizarse. La ciudad giraba alrededor mío mientras la fuerza de la gravedad me arrastraba hacia abajo. Las luces de la ciudad parecían estrellas fugaces, cada una con un deseo que nunca se cumpliría.
La caída era interminable y el terror me consumía.
Entonces, de repente, me desperté. El sudor frío empapaba mi cuerpo, mis sábanas estaban revueltas como si realmente hubiera caído. Aún podía sentir la brisa en mi rostro, el eco de mi grito todavía resonaba en mis oídos.
Era solo una pesadilla, una terrible pesadilla. Pero aunque era un alivio haber despertado, sabía que la sombra de esa pesadilla persistiría, añadiendo una nueva capa a mi miedo ya existente.
Me quedé en mi cama, agitada, el corazón aún latiendo con fuerza, tratando de recordarme a mí misma que era solo un sueño. Pero la sensación de caída, de vértigo, parecía tatuada en mi piel, un recordatorio de la batalla que todavía estaba librando contra mi propio miedo.