02/10/2024
La historia de los pueblos es una historia de sangre y resistencia. Nos han enseñado a vivir de rodillas, a aceptar la imposición del poder como si fuera la única realidad posible, como si el látigo del opresor fuera una verdad inmutable. Pero hay momentos en que la historia nos sacude, nos llama al combate, nos grita en las calles, en las plazas, en los cuerpos masacrados por la brutalidad del Estado. El 2 de octubre es uno de esos momentos, una cicatriz en la carne de nuestra memoria colectiva, una herida que sangra aún, porque la justicia nunca llegó, porque el crimen no cesó.
Aquellos estudiantes que cayeron bajo las balas no murieron solo por alzar la voz; fueron asesinados porque se atrevieron a desafiar la estructura del poder, a pedir un país más justo, más libre. Ellos fueron masacrados porque el poder es cobarde, porque temen la verdad de los oprimidos, porque saben que la justicia real, la verdadera, la que nace del pueblo, amenaza sus tronos de oro construidos sobre huesos. Fueron asesinados porque no se conformaron con vivir como esclavos en su propia tierra.
Pero su muerte no fue el final. El crimen del 2 de octubre es solo un símbolo de una lucha que trasciende los tiempos. Es el grito de generaciones que exigen lo que les corresponde: justicia, derechos, dignidad. Los crímenes no han cesado. Los poderosos siguen desangrando al pueblo con sus guerras, con su pobreza impuesta, con la vulgaridad de su indiferencia. Siguen robando el futuro, siguen aplastando la esperanza con botas militares y trajes de cuello blanco, con mentiras disfrazadas de progreso.
Nuestra lucha es contra esa vulgaridad. Contra el sistema que considera a la vida humana como un número más, como una estadística que puede ser borrada. Nuestra lucha es por los derechos que nos han sido negados, por los desaparecidos que nunca volvieron, por los niños que siguen naciendo en un país que los condena a la pobreza, por los campesinos que son despojados de sus tierras, por las mujeres que son asesinadas cada día mientras los culpables caminan libres. Es una lucha por la humanidad misma.
Hoy, más que nunca, se hace necesario recordar que el crimen no ha cesado. Que la masacre no terminó el 2 de octubre. Que siguen matándonos, que siguen callándonos, que siguen vendiéndonos un país que no es nuestro. Pero también se hace necesario recordar que, por cada uno de nosotros que cae, otros cien se levantan. Y que la justicia, aunque tarde, llegará. Porque la historia está de nuestro lado. Y porque jamás, jamás, olvidaremos.
02 de octubre ¡No se olvida!