08/02/2025
DON PASCUAL CORTÉS MORTERA "DON PACO": DE LA PRIMERA PANADERÍA DE CATEMACO AL PRIMER VOLOVÁN-
En la historia de Catemaco, hay nombres que quedan grabados en la memoria colectiva no solo por su trabajo, sino por la huella que dejan en la comunidad. Uno de ellos es Don Pascual Cortés Mortera, conocido con cariño como Don Paco, un hombre cuya dedicación y espíritu emprendedor dieron forma a la panadería en esta tierra.
Nacido el 27 de mayo de 1939, hijo de don Agustín Cortés Aboites y doña Zenaida Mortera Villegas, Don Pascual creció con el temple de quien aprende desde joven el valor del esfuerzo. Su infancia y juventud transcurrieron en el campo, donde trabajó ocasionalmente antes de encontrar su verdadera vocación. A los 20 años contrajo matrimonio con doña Francisca Hernández Xolo, con quien formó una familia de diez hijos, sustentada en el amor y el trabajo.
El destino de Don Pascual cambió a los 30 años, cuando su amigo Pablo Rodríguez, un panadero originario de Comopan, le sugirió incursionar en el oficio. Con determinación, construyeron un horno de leña y, con la ayuda de otro panadero llamado Francisco, fundaron la primera panadería de Catemaco, llamada “El Puente”. Así comenzó una tradición que cambiaría la historia del pueblo. Cada madrugada, desde las dos de la mañana, amasaban, horneaban y repartían el pan por las tiendas del pueblo, llevándolo en un tablero de madera. En aquellos años, el pan costaba apenas cinco centavos, pero su sabor y calidad lo hicieron inigualable. Pronto, la fama de la panadería se extendió más allá del pueblo, atrayendo a clientes de comunidades cercanas.
Sin embargo, el inicio no fue fácil para Don Pascual. A pesar de no saber hacer pan, se aferró al aprendizaje, guiado por el aliento constante de su amigo Pablo. Hubo tropiezos, pero con cada error aprendió una lección. El camino se tornó más difícil cuando Pablo y Francisco decidieron seguir otros rumbos, dejándolo solo. Enfrentando el reto con valentía, su esposa doña Francisca se convirtió en su principal apoyo. Juntos, con manos inexpertas pero corazones firmes, continuaron la labor hasta que el destino les envió cuatro panaderos experimentados: Conrado, "El Toche", Miguelito e Isaías, quienes además llevaron consigo una valiosa clientela.
Pero la visión de Don Pascual no se detuvo en la panadería. En los años 80, Catemaco conoció por primera vez los volovanes gracias a él. Fue un amigo originario de Alvarado, quien trabajaba como velador en la compuerta, quien le dio la idea. Aunque no sabía cómo hacerlos, aprendió con paciencia y dedicación. Al principio, los volovanes eran desconocidos y difíciles de vender, pero con el tiempo se convirtieron en algo muy apreciado por los catemaqueños. Los primeros volovanes no eran como los actuales. Se elaboraban con una masa hojaldrada de excelente calidad y, en su interior, contenían un guiso de pollo o pescado, preparado con chile, tomate, cebolla y cilantro. Los volovanes de pescado del lago de Catemaco, en particular, eran especiales, ya que se utilizaba el lomo de la carpa, un manjar cuyo sabor y frescura inigualables cautivaban a los paladares locales. A diferencia de los volovanes actuales, que suelen rellenarse con ingredientes más comerciales y a menudo se les agrega salsa habanera o catsup, aquellos primeros volovanes tenían un carácter más tradicional y casero, con sabores que reflejaban la rica gastronomía de la región.
Después de décadas de trabajo incansable, hace aproximadamente 25 años, Don Pascual dejó la panadería. La modernización del drenaje en una calle muy cercana a su negocio requirió el uso de dinamita debido al suelo rocoso, dañando irreparablemente su horno. Un mes sin producir pan fue suficiente para que sus clientes buscaran nuevas opciones, y con ello, el final de una era. Pero su legado perduró: sus cuñados Isidro, Marcelino y Leobardo Hernández aprendieron de él. Isidro y Marcelino establecieron sus propias panaderías, "El Trigo de Oro" y "Floripan", mientras que Leobardo trabaja con Marcelino. Además, enseñó a dos de sus hijos, quienes hoy siguen con la tradición.
A sus 85 años, Don Pascual Cortés Mortera sigue siendo un hombre de trabajo. Aunque ya no amasa pan ni hornea volovanes, mantiene su espíritu activo vendiendo leña. No se queja de la dureza del oficio porque sabe que el trabajo es la esencia de su vida, el pilar sobre el que ha construido su historia. Junto a su inseparable esposa, doña Francisca, sigue siendo testigo del Catemaco que ayudó a formar, con el orgullo de haber alimentado a generaciones con su pan y su legado. Porque el pan no solo alimenta el cuerpo, sino que también nutre el alma cuando es hecho con amor. Y aunque el horno de leña se apagó, su calor sigue vivo en la memoria de quienes disfrutaron su pan. Cada amanecer con aroma a masa recién horneada, cada bocado que alimentó a una familia, cada enseñanza transmitida a nuevas generaciones son prueba de que el verdadero legado de "Don Paco" no se mide por el tiempo que duró su panadería, sino por las vidas que tocó con su esfuerzo y dedicación. ©ACG — Videomania © 2024 • Catemaco Fotos —