21/07/2020
DE LA VENTANA , ADENTRO
Hay, en algún lugar, una habitación, como todas, de cuatro esquinas.
En cada esquina de la habitación hay una presencia.
Tu eres el fantasma que habita la cuarta esquina, no hay epifanía en eso. Sobrevives el limbo, la resaca, la nostalgia y el insomnio junto a una cama destendida. Cada noche te acuestas sobre las sábanas con un tiro en el alma sangrando.
En la primera esquina hay un cuadro pintado con crayones, un retrato de Van gogh cuya mirada tiene la particularidad de la ilusión visual. Sabrá qué sombra, qué relieve, qué perspectiva habrá activado el artista que parece que el hombre de las barbas rubias y rojizas observa todo desde la pared . Vincent lo mira todo pero no juzga, de verdad parece que está vivo, o algo así. Sin embargo no ha hecho otra mueca, ni se ríe de ti en la oscuridad, así que no hay razón para descolgar el cuadro.
En la segunda esquina está Cornelius, un brotecito de la planta Vaporub de apenas 10 centímetros. Cornelius es el más vivo de la casa y nos lo deja claro, cada mañana durante 90 días ha crecido medio milímetro hacia el sol, no lo notarías si no fueras el fantasma de la esquina contraria. A Cornelius le encanta estar vivo.
Al final está BK, una planta que creció, pese a todo pronóstico, en el charco estancado de un foco que cuelga de la pared. Venció la desidia, la náusea, el vértigo, la incertidumbre y la apatía; pierde hojas fácilmente y a veces tira sus propias raíces. Sin embargo, conoce en la sabiduría de sus ramas, que todo ser vivo mantiene dentro de sí una pulsión de muerte para funcionar, y crecer, y sobrevivir. BK imagina, oleajes nocturnos, devenires y fuegos artificiales a la mitad de la muerte. Le encanta morir.
Vivir solos, sanar solos o morir solos en una pandemia, perdón, somos un egoísta irremediable.
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