24/01/2024
El capitalismo necesita lo que la naturaleza produce y más aún, necesita forzarla a producir mercancías de forma intensiva que sean puestas en el mercado para su consumo masivo
Dos mil veintitrés fue el año más caluroso de los que se tenga registro hasta ahora, desde que el calentamiento global se volvió un tema de preocupación para los estados nacionales agrupados en la ONU.
Está por cumplirse dos meses desde que se llevó a cabo la 28 Conferencia de las Partes (COP28), una instancia de deliberación entre representantes de los países miembros y los industriales petroleros, surgida a principios de los años noventa como espacio de deliberación para el Convenio Marco de las Naciones Unidas sobre Cambio Climático que a grandes rasgos busca reforzar las acciones a escala mundial sobre los problemas relacionados al cambio climático.
Como toda instancia internacional auspiciada y controlada por los Estados Unidos, no ha ido más allá de emitir, como lo hace cada año que se reúnen, declaraciones y acuerdos sobre la necesidad de disminuir la emisión de gases de efecto invernadero que provocan el calentamiento global, sin embargo, estas partes hacen caso omiso o encuentran la forma de evadir los acuerdos que ellos mismo impulsan, acuerdan y firman.
La COP28 se llevó a cabo en los Emiratos Árabes Unidos, país integrante de la Organización de Países Exportadores de Petróleo (OPEP) y que debe gran parte de su riqueza a la explotación y uso intensivo de petróleo y gas, y por lo tanto, a la emisión de gases de efecto invernadero (GEI). La persona encargada de presidir el acto, además de ser el ministro de energía en su país es representante de la empresa petrolera más grande del mismo. Una reunión con el objetivo de salvar el planeta precedida por quienes lo están destruyendo. Si algo no le cuadra en esta ecuación,querida lectora, va por el camino de descubrir la estafa que nos presentan como esfuerzo abnegado por cuidar el medio ambiente. Qué decir. Así se las gastan los líderes mundiales. Capitalismo en estado puro. Baste el ejemplo del comportamiento del huracán Otis como una muestra de las consecuencias del cambio climático provocado por la emisión de GEI, principalmente.
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En este escenario, queremos insistir, como lo hemos dicho en otras ocasiones,sobre algunas definiciones mínimas que nos ayuden a dimensionar el tipo de problemas que enfrentamos el 99% de la población mundial, los de a pie, los trabajadores, hombres y mujeres como tú, como yo, que solo contamos con nuestra fuerza de trabajo para enfrentar el mundo que los capitalistas van sembrando a su paso.
Primero, es imposible revertir el cambio climático si dejamos que siga existiendo el capitalismo y esta forma de vida que nos impone. El capitalismo no es compatible con la vida. El capitalismo necesita lo que la naturaleza produce y más aún, necesita forzarla a producir mercancías de forma intensiva que sean puestas en el mercado para su consumo masivo. La circulación y comercio de mercancías que le reporten ganancias es parte medular de su existencia.
Segundo, los esfuerzos que el capitalismo ha hecho a lo largo de 5 décadas para ocultar los graves daños al clima han sido inútiles, lo vemos cada vez más en nuestro día a día: climas extremosos, lluvias torrenciales fuera de época o donde antes no llovía; sequías y períodos de seca en lugares que históricamente son destinados a la producción agrícola y campesina; nuevas enfermedades producidas por las altas o bajas temperaturas; inundaciones o fenómenos meteorológicos atípicos prolongados; falta de agua potable para desarrollar nuestra vida cotidiana, principalmente en las grandes ciudades. Evidencias sobran y son palpables. Hacer compatible este sistema económico con la prosperidad de la vida en el mundo es imposible.
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No hay alternativa en el capitalismo, ¿en donde la hay?
Desde nuestra organización, pensamos que las pistas para la alternativa las encontramos en cada uno de los procesos político organizativos que emanan desde los pueblos originarios frente a la devastación ambiental, en defensa de sus territorios y por el cuidado de su vida comunitaria; que surgen desde lo trabajadores del campo y la ciudad en la defensa de sus condiciones de trabajo y de existencia. En las clases populares urbanas defendiendo sus territorios y una vida digna frente a los proyectos inmobiliarios gentrificadores y contra el despojo de los derechos básicos, sin explotación ni desprecio.
Cuando los enumeramos, cada uno de los ejemplos nos muestran las pistas o piezas del rompecabezas de la alternativa al capitalismo destructor de la vida. Lo que nos muestra cada una de las piezas es una alternativa en donde la vida se vive sin explotación, despojo, desprecio o represión. En donde el poder popular controla la producción de bienes y servicios para su beneficio, no para unos cuantos. Una alternativa que privilegia la vida en común por encima de la muerte y la devastación del planeta.