11/06/2024
Francisco I. Madero en Iguala
El triunfo de la Revolución maderista
Iguala, Gro., 13 de junio 1911.
Estela Díaz Escobar
Hace 113 años una multitud jubilosa de igualtecos maderistas recibió a Francisco I. Madero el martes 13 de junio de 1911; el ferrocarril anuncio su llegada a esta histórica ciudad en compañía de su esposa Sara Pérez de Madero, hermanos de Madero y colaboradores cercanos. La visita de Madera en Guerrero se consideró el fin de la Revolución Mexicana conflicto armado que inicio el 20 de noviembre de 1910. Como consecuencia del descontento popular hacia la dictadura de Porfirio Díaz, y que derivaría en una guerra civil que transformaría radicalmente las estructuras políticas y sociales del país.
EL 26 de mayo de 1911, el general Porfirio Díaz, que por treinta años fue titular del poder ejecutivo, puso fin a su largo mandato (el más prolongado de la historia de México) al presentar su renuncia al Congreso, como resultado de la insurrección maderista que tuvo como focos principales: en el Norte, a figuras como Pancho Villa, Abraham González y Pascual Orozco; en el sur, a los hermanos Zapata, en Morelos a los hermanos Figueroa y Juan Andrew Almazán, para el caso de Guerrero. En el texto de su renuncia, el viejo dictador, con la serenidad que dan los años, señalaba:
-El pueblo mexicano, ese pueblo que tan generosamente me ha colmado de honores, que me proclamó su caudillo durante la guerra de Intervención, que me secundó patrióticamente en todas las obras emprendidas para impulsar la industria y el comercio de la República, ese pueblo, señores diputados, se ha insurreccionado en bandas milenarias armadas, manifestando que mi presencia en el ejercicio del Supremo Poder Ejecutivo, es causa de su insurrección.-
Más adelante manifestaba su extrañamiento por semejante rebeldía del pueblo hacia su persona apuntando que, a su entender, no conocía hecho alguno imputable que motivara semejante agitación social. Por tal motivo dimitía...
-Sin reserva al encargo de Presidente Constitucional de la República, con que me honró el pueblo nacional; y lo hago con tanta más razón, cuanto que para retenerlo sería necesario seguir derramando sangre mexicana, abatiendo el crédito de la Nación, derramando sus riquezas, segando sus fuentes y exponiendo su política a conflictos internacionales.-
Inmediatamente Díaz, acompañado de su esposa Carmelita Romero Rubio y su hijo, partieron por ferrocarril, escoltados por su fiel general Victoriano Huerta, hacia Veracruz, para de ahí embarcarse en el "Ipiranga" el 31 de mayo de 1911, con rumbo al exilio en Paris Francia, exilio del que nunca volvería.
El principal responsable de la renuncia de Díaz, el rico terrateniente de Coahuila Francisco I. Madero, inicio u recorrido triunfal desde el norte del País hasta la ciudad de México a donde llegó el 7 de junio de aquel 1911. Fue notorio que al arribar a la capital del país Madero, estuvieran muy cerca de él los hermanos Zapata, los Figueroa y Juan Andrew Almazán quienes, seguramente invitaron al caudillo a realizar una visita al Sur la otra zona importante de la insurrección.
La visita de Madero al Sur del País inició el lunes 12 de junio en la ciudad de Cuernavaca donde fue objeto de un emotivo recibimiento y un suculento convivio por parte de la élite morelense, los mismos que antes habían aclamado también a don Porfirio. Este detalle disgusto enormemente a Zapata quien, no obstante ser el que invitó a Madero, prefirió no asistir a la comida y esperar a conferenciar con el apóstol hasta su regreso de la gira por Guerrero.
Al día siguiente, martes 13, Madero arribó a la estación del ferrocarril de Iguala al filo de la una de la tarde.
Gran expectación causó la visita de Madero quien se hizo acompañar de su esposa Sara Pérez de Madero, de sus hermanos Raúl, Mercedes y Ángela Madero, del Ingeniero Alfredo Robles Domínguez, del guerrerense Juan Andrew Almazán, Eduardo Hay, José Inocente Lugo, y su infaltable orador Roque González Garza. Cabe destacar que de un vagón especial bajó la "carcacha" con la cual realizó el recorrido hacia el centro de la ciudad.
Acudieron a recibir al caudillo una gran cantidad de revolucionarios de a caballo así como miles de igualtecos que desde el "puente de la mano" hasta la estación de ferrocarril lo acompañaron. Por parte de las autoridades encargadas de recibirlo acudieron los señores Francisco Figueroa, gobernador maderista, así como sus hermanos Ambrosio y Rómulo. También se hicieron presentes Martin Vicario, Ezequiel Padilla, David Pastrana Jaimes, Leopoldo Carranco y otros.
Después del arribo a la estación, la comitiva emprendió su recorrido hacia el centro de la ciudad pasando por la orilla del panteón municipal, que se ubicaba en el lugar que actualmente se conoce como la "Alameda", para doblar hacia la calle de Guadalupe, hoy conocida como "Madero" en honor de aquel ilustre visitante. La multitud se había apostado por ambas aceras, los hombres de a caballo seguían el auto que atrajo la atención de la paisanada, así como también de buena cantidad de perros callejeros que no se cansaban de ladrar sobre las llantas del vehículo. Al llegar al Zócalo, la comitiva se detuvo en el momento en que el apóstol vio la estatua de Benito Juárez, misma que se trajo a instancias de Porfirio Díaz, tan sólo cinco años atrás, en el marco de festejos con motivo del centenario del natalicio del Benemérito.
Madero, ante la estatua de Juárez, recordó en voz alta la figura de otro indio, éste guerrerense, Ignacio Manuel Altamirano, a quien el caudillo de la revolución dijo haber conocido en París, acompañado con Sánchez Azcona, ambos escuchaban al "maestro" sus palabras emocionadas al referirse a México, Guerrero, y su recuerdo del presidente Juárez.
La caminata continuó unos metros hacia lo que se conocía como "Edificio Moronati", hoy BANAMEX, en donde se realizó el acto oficial, Se encontraba preparado el joven licenciado, originario de Zumpango del Rio Eduardo Neri, nieto del caudillo Canuto Neri, quien a petición de los Figueroa, fue el encargado de pronunciar el discurso oficial que decía así:
“Caudillo de la democracia, valientes soldados del Sur, señores. En el corazón de la Patria vivía el recuerdo de nuestros gloriosos antepasados y en el ambiente entristecido por la desesperanza iban pasando pensamientos de amargura y de martirio.
Los hijos de Iscariote llevaban a la libertad camino del patíbulo: pretendían asesinarla en su obstinación e insaciables ambiciones de poder y de riqueza.
Y se alzó una voz de protesta en el Norte y, a su conjuro, se formó densa nube de tempestad. Esa voz nos señaló la senda de salvación y cayeron sobre las fértiles tierras mexicanas las gemas resplandecientes de la ley, que yacían marchitas en el seno fecundo de la Constitución; de ese libro inmortal que amamantaron las agrestes selvas ayutlecas y que mecieron en su cuna los arqueros del Sur.
Hicisteis vibrar el sonoro clarín guerrero en San Luis Potosí y ondeó en vuestras manos la bandera guadalupana sobre la cumbre de presentidas victorias.
Era la hora de las reivindicaciones.
El pueblo de Guerrero oyó vuestra voz de predestinado y parecióle una revelación.
Se acordó que un día sus bravos insurgentes habían combatido a los hijos de Pelayo, que oprimían la libertad en estas tierras de América.
Se acordó que un día sus arrojados chinacos, mandados por Canuto Neri y Vicente Jiménez, habían formado en las filas republicanas frente a Querétaro, disparando sus fusiles frente a los invasores, cogido también entre sus manos la corona de Miramar para hacerla pedazos y visto caer, herido de muerte, a un príncipe intruso en el histórico cerro de Las Campanas.
E irguiéndose como viejo león de combate, enarboló la bandera salvadora de Sufragio Efectivo, No Reelección y se lanzó a la lucha.
Era la hora del peligro.
Y dio su primer zarpazo con los Figueroa y Vicario en Huitzuco y rujió encolerizado en Los Cajones y supo de nuevas victorias con Juan Andrew Almazán en Huamuxtitlán. Brillaron también como en otras épocas, las he***nas como Eucaria Apreza en Chilapa y revivieron los viejos laureles del Sur con Julián Blanco en Dos Caminos. Se sacudió Iguala al empuje de los bravos revolucionarios que la atacaron al mando de los Figueroa.
Vicario y los viejos tamarindos de su jardín contemplaron la derrota de los federales, que se obstinaban aún en defender al caduco dictador.
Era la hora del triunfo.
Cuando Agustín de Iturbide, al impulso de su pasado quiso ceñir una vez más con oro en su cabeza, al buscar otra corona y encontró el cadalso frente a su aventura audaz.
Cuando el iluso Maximiliano profanó con su planta la bella cumbre de Chapultepec, morada de nuestros mayores, pretendiendo cimentar allí su palacio imperial, Huitzilopochtli airado le bebió su sangre y le arrancó el corazón en el cerro Las Campanas.
Cuando Porfirio Díaz, el glorioso caudillo militar de otras épocas, no era ya un presidente sino un monarca, cegado por la adulación y por los años, ignoraba que el pueblo sacudía ya su marasmo y cuando oyó que arrollador oleaje golpeaba las calles de Cadena, buscó el ostracismo, despidiéndose de su patria al partir el Ipiranga.
Y es que Díaz, como los otros, olvidó que la libertad no se encadena; que la libertad es indestructible; que la libertad es irreconciliable con el despotismo; que ella rompe con mano ciclópea las cadenas que esclavizan; que ella descansa en el muro de los siglos, que no podrán destruir todas las tiranías juntas y que ella alumbra, como las auroras de los cielos, con fulgores inextinguibles.
Señor Madero:
Recibid estas palabras de bienvenida, leales y sinceras. Es la salutación del pueblo de Guerrero, del Ejecutivo Suriano, del Ayuntamiento de esta ciudad, al caudillo de la Revolución.
Mi palabra no adula, dice la verdad; la adulación esta proscrita de mis labios; la verdad brota de ellos para esparcirla a los cuatro vientos de la historia.
Esta manifestación significa mucho en medio de su sencillez. No sólo os recibe el pueblo de Guerrero, sino que también tienden sus brazos de granito al abanderado de la democracia estas cumbres que han sido baluarte de los gigantes de la idea, de los gigantes de la palabra, de los gigantes de la espada, de los caudillos de lejanos días que se han cubierto de gloria bajo estos incomparables cielos guerrerenses, por su valor y desinterés en defensa de sacrosantos ideales.
Señor Madero:
Si en adelante sois como hasta ahora, fiel a la causa de la libertad, en cada suriano seguiréis teniendo un soldado a vuestras órdenes y cada suriano seguirá el glorioso ejemplo de Antonia Nava de Catalán, si necesario fuere. Pero si volvéis al pueblo las espaldas entonces, con vuestros ideales habrá que destronar nuevos tiranos”
Discurso de bienvenida que pronuncio Eduardo Neri. Madero abrazo al orador y agradeciendo sus palabras le prometió ser fiel a sus principios.
Al término del discurso de Francisco I. Madero se inició un desfiles de miles de hombres armados todos maderistas que defendieron su causa en esta región del país. Para todos los ahí presentes la revolución había concluido.
Dr. Florencio Benítez González: Historia de Iguala 1ra. Edición 2011. Estela Díaz E. 11 de junio de 2024. Acapulco, Guerrero.