11/11/2024
A 197 años de aquel 11 de noviembre de 1827 en qué se llevó a cabo La Batalla de la Trinidad. Ramón Rosa nos refiere el hecho:
“… EL coronel Milla, que no había podido efectuar su movimiento sobre San Miguel por los motivos que quedan expresado, pensaba encontrar a sus contrarios en Texiguat y salió de Tegucigalpa con toda su fuerza para batirlos. En el pueblo de Sabanagrande, a doce leguas de Tegucigalpa, Díaz y Morazán supieron que Milla se movía para presentarles acción. Coincidieron los deseos de las fuerzas enemigas y la fuerza libertadora prosiguió su marcha cada vez más resuelta a encontrarse con las fuerzas de Milla para librar una batalla decisiva.
El 10 de noviembre, al caer la tarde, ocupó la fuerza libertadora de Honduras el punto llamado “la Trinidad “ distante seis leguas de Tegucigalpa.
La Trinidad es una cañada en que está sita una casa de campo a cuyas inmediaciones se destaca una especie de cordillera de pequeños cerros. Acampada la fuerza en la Trinidad, los espías dieron parte al General en jefe de que el enemigo que había salido de Tegucigalpa estaba próximo a llegar. Entonces, refiérese por los contemporáneos que Morazán, inspirado por la amistad y confianza que tenía con el jefe Díaz, y llevando su carabina en la mano, como soldado patriota, dispuso la acción. Colocó 400 hombres hondureños, nicaragüenses y salvadoreños en la planicie en que está situada la casa de la Trinidad; e hizo tomar posiciones a más de 600 hombres en las alturas de un cerro cercano a la casa, cuya fuerza formaba la retaguardia del ejército. El coronel Díaz, el coronel Bosco, el coronel Pacheco y el patriota Morazán con sus respectivos ayudantes estaban a la vanguardia.
Al amanecer del día 11 de noviembre, las fuerzas enemigas estuvieron a la vista, y sin demora se hizo por ambas partes un nutrido fuego. Díaz, Morazán, Bosco y Pacheco, con las cuatro compañías de Vanguardia cargaron sobre el enemigo. A poco el coronel Balladares en cumplimiento de órdenes, dejó la altura que ocupaba, flanqueando por la izquierda con dos compañías a las fuerzas guatemaltecas que empezaban a desorganizarse.
Notado esto por Díaz y Morazán, se redobló la carga de la vanguardia que ocupaba el centro, y los plazuela de Tegucigalpa, que acompañaban a Milla, empezaban a desbandarse en pequeños grupos. Díaz y Morazán dieron un soberbio y decisivo ataque general que no pudieron resistir los guatemaltecos, quienes con el jefe Milla y sus jefes y oficiales huyeron en todas las direcciones, yendo a parar muchos de los vencidos hasta el distante pueblo de Esquipulas, perteneciente al Estado de Guatemala. Hubo algunos heridos y mu***os entre los hondureños y considerable pérdida entre mu***os y heridos de parte de los guatemaltecos. En el campo se recogieron un cañón con todos sus útiles, parque de todas clases y quinientos fusiles. Cuéntase que Morazán estuvo magnífico en el combate, y desde entonces refiérese el fenómeno que se operaba en él al entrar en batalla. Su fisonomía suave y apacible descomponíase en la pelea y tornabase feroz y aterradora. El caballero agraciado y cortés se convertía en un hombre sañudo y terrible: era la transfiguración del ciudadano convertido por amor a la Patria y al derecho, en el rayo destructor de la guerra. Cuéntase además que veíase en los campos de la Trinidad, en los puntos de mayor peligro, a un pequeño soldado, casi a un niño, disparando su carabina sin descanso. Cuéntase que se preguntaba ¿Quién es aquel niño?, y que se respondía, es Cabañas. El heroico niño fue después uno de los primeros capitanes del General Morazán, el prototipo de la honradez, del valor y de la hidalguía; y ha sido y será siempre por su abnegación y por sus generosas ideas una de las glorias militares más puras y más bellas de la América Central. ¡Como las ideas engrandecen a los hombres! ¡Como su abnegación les levanta monumentos imperecederos en el sentimiento y en la memoria de la posteridad!
El Jefe de la fuerza vencedora era como queda dicho el Comandante General del Estado, coronel Don Remigio Díaz; pero refieren los contemporáneos, algunos de los cuales estuvieron en la acción, que Díaz, militar de alma grande, tan rico en valor y patriotismo como falto de ambición y de envidia, dijo a Morazán en el campo de “La Trinidad “después de haber observado su inteligencia y denuedo: “ Eres más a propósito que yo para el Mando en Jefe ¿lo aceptas? Morazán respondió: acepto el Mando. A continuación el coronel Díaz confío noblemente en Morazán los destinos de la Patria al darle la dirección Suprema de las operaciones militares: Morazán, talvez por una de esas visiones excepcionales del presentimiento, aceptó desde ese entonces la gran responsabilidad de dirigir los destinos de Centro América… “