08/03/2017
El pavo real es, en casi todas las culturas un símbolo solar relacionado con la belleza, la gloria, la inmortalidad y la sabiduría. Originario de la India, se trasladó a Occidente junto a su significado simbólico a través de Babilonia, Persia y Asia Menor, con gran presencia en Grecia en el Período Clásico. Su simbolismo solar está relacionado con su larga cola de colores y sus manchas en forma de ojos que, debido a su forma circular y a su brillo, conectan también con el ciclo vital y eterno de la naturaleza.
En la Grecia Clásica se relacionó al pavo real con el mito de Hera, esposa de Zeus, la más importante de las diosas del panteón olímpico. Según cuentan, Hera encargó a Argos que vigilase a una de las amantes de su infiel esposo pero, por orden de éste, cayó asesinado por Hermes. Cuando la diosa se enteró de la muerte de Argos, tomó sus cien ojos y los puso en la cola del pavo real, dándole así el aspecto que tiene actualmente.
En Roma, Juno tomó el relevo de Hera y las princesas y emperatrices tomaron el pavo real como su símbolo personal. De este modo, el pavo real pasó al simbolismo cristiano fuertemente relacionado con la Gran Diosa por lo que no es difícil comprender su conexión positiva con la Virgen María y las delicias del Paraíso. Por otro lado, según Aristóteles, la carne del pavo real es incorruptible, por lo que los cristianos, a través de San Agustín, lo relacionaron con la resurrección de Cristo y con la promesa de inmortalidad. Por su parte, en el folclore musulmán el pavo real era el guardián de las puertas del Paraíso.
Las representaciones de pavos reales bebiendo de un cáliz o de una fuente (Fuente de la Vida) simbolizan un renacimiento espiritual, asociado con los ríos del Paraíso, con el bautismo y con la eternidad del alma. Está acompañado de las hojas y los sarmientos de una vid y picotea las uvas que brotan de ella, escena con un profundo simbolismo en el contexto del Evangelio. Jesús empleó la alegoría de la vid para indicar a los creyentes (sarmientos) la necesidad de que permaneciesen unidos al tronco (Jesús) para recibir la sabia que los mantendría vivos: “Yo soy la vid vosotros los sarmientos. El que permanece en mí y yo en él, ése da mucho fruto, porque sin mí no podéis hacer nada" (Juan 15, 1-8). Finalmente, la elección de la uva para acompañar al pavo real no es tampoco casual pues refleja la importancia de la viticultura en la idiosincrasia de los lugareños desde hace 2.500 años.
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