Los relatos de Nyx Umbrosa, "El hacedor de Mundos".

Los relatos de Nyx Umbrosa, "El hacedor de Mundos". ¡Bienvenidos a "Los relatos de Nyx Umbrosa, el Hacedor de Mundos"!
(10)

EN BUSCA DE LOS MONOLITOS DE LA PROFECÍA – FRAGMENTO 12ºLos días transcurrieron algo más animados mientras caminaban por...
15/12/2024

EN BUSCA DE LOS MONOLITOS DE LA PROFECÍA – FRAGMENTO 12º

Los días transcurrieron algo más animados mientras caminaban por diferentes zonas. Les sorprendía ver que, al principio, todos los paisajes que observaban eran parecidos a los que se podía uno encontrar en Soén. Sin embargo, después de un bosque de abedules, se encontraron una enorme pradera de altas hierbas y opulentas flores blancas. La vista se perdía en el horizonte, pudiendo ver todo lo que les rodeaba y, si bien debido a la ausencia de deformaciones en el terreno el trayecto parecía corto, todos sabían que serían varias largas jornadas.
Resignados, continuaron su camino hasta avanzado el día, momento en el que vieron a lo lejos unas figuras que parecían personas.
—Nunca vi personas desde tan lejos —comentó sorprendida Ayra.
—Lo raro es —continuó Marth— que resulta difícil calcular cuándo llegaremos allí. Parece que no estamos acostumbrados a estas distancias sin altos ni bajos en el terreno.
—Y también parece que hoy toca la comida favorita de Marth —bromeó Blady.
El rostro de Marth hizo una mueca de disgusto, como si quisiera vomitar, lo que provocó carcajadas en Ayra y Blady.
—Perdona —se disculparon—, pero has puesto una cara muy graciosa y poco habitual.
Marth tragó saliva sin tomar sus risas a mal. En el lugar en el que se encontraban, eran conscientes de que lo único que podían encontrar para comer serían cigarras y algún que otro insecto o pequeña culebra. Vyse, Ayra y Blady estaban acostumbrados a comer cualquier cosa que hubiese al alcance de la mano, en especial Vyse, que había tenido una infancia complicada, pero Marth no acababa de adaptarse a ciertos “manjares” como a ellos les gustaba denominar. Era partidario de llevar algunas provisiones encima, pero ya habían comprobado que no les compensaba el esfuerzo.
Afligido ante la noticia, intentó demorar lo máximo posible el momento de detenerse a comer, sin éxito.
Tal y como Marth había temido, a la hora de la cena formó una olla de tierra en la que metieron los numerosos insectos que habían atrapado. El crepitar de los insectos le sacaba a Marth el apetito, pero el hambre empezaba a hacer mella en él de tal manera que la culebra espetada en un palo empezaba a parecerle apetitosa y poco diferente de otras ristras de carne que se vendían en los mercados. Aun así, intentó no saborear lo que comía mientras comenzó la conversación para intentar distraer su sentido del gusto.
—¿Cuánto creéis que durará la travesía por esta pradera tan florecida?
—A saber —se encogió de hombros Ayra mientras devoraba ávidamente su parte—, pero tal y como es de llana sin poder ver ningún árbol a lo lejos…
—A lo mejor mañana damos con gente —dijo Blady—. He sentido el grupo de figuras que habíamos visto algo más adelante.
—Pues no se ve ninguna hoguera —se extrañó Vyse.
—Cierto, pero eso igual es debido a que hay algo diferente en el aire. El cielo se ve más colorido, pero, a la vez, es más difícil percibir cada cosa por separado.
—Me gustaría que Boyle pudiera traernos comida —suspiró Marth, cambiando el tema de conversación.
—Eso es imposible —le recordó Ayra—. Su forma de viajar es diferente. Solo puede estar cerca de edificios y para él es como si todos estuvieran unidos.
—Eso quiere decir que no puede caminar por esta pradera —continuó Vyse—. Él mismo dijo que desaparecería y volvería a aparecer cerca del siguiente lugar habitado. Necesita estar al lado de casas con “vida”.
—Lo sé, y lo siento —se disculpó Marth—. No es propio de mí quejarme, pero comer insectos no lo llevo muy bien.
Cuando Vyse acabó su cena, formó una pequeña flauta con su magia del frío y empezó a tocar para distraerlos. Ayra se quedó dormida mientras observaba los siete canutos de hielo de Vyse deslizándose por sus labios como la corriente de un río y se preguntaba por qué ella era incapaz de tener ese talento.

Al día siguiente, a pesar de tener hambre, Marth decidió hacer caso omiso a su estómago y se saltó el desayuno. Prosiguieron su camino entre las brumas matutinas y poco antes del mediodía, Blady les advirtió de que el grupo de cinco personas no se había movido del sitio, por lo que podrían llegar hasta ellos pasado el mediodía.
—Pues si no os importa, alcancémosles —pidió Marth—. Quizás compartan su comida con nosotros.
—No lo veo muy probable —respondió Blady—. Es demasiado extraño que no se muevan nada. Sentados en el mismo sitio, de pie o acostados, pero sin alejarse ni acercarse nada a nosotros.
—Un asesino permanece en su sitio todo el tiempo que haga falta —interrumpió Vyse recordándoles a todos su antigua profesión.
—¿Asesinos en este páramo? —se extrañó Marth—. Sus víctimas los verían a leguas y además, ¿qué asuntos pueden traer a alguien a deambular por aquí?
—Los mismos que a nosotros —se rio Ayra—. A lo mejor son forajidos y esta es su guarida.
—Lo que está claro de momento es que nada sabremos hasta que lleguemos a ellos —suspiró Marth, apurando el paso.
Los demás entendieron las ganas que tenía de comer algo que no fuera insectos o lagartos.

Los relatos de Nyx Umbrosa, " El hacedor de Mundos".
Autor: Daniel Ares Blanco.
Todos los derechos reservados
Si has disfrutado esta historia, encontrarás más en "Los relatos de Nyx Umbrosa" Disponible en Amazon, solo tienes que hacer click en los siguientes enlaces:
España: https://amzn.eu/d/0j55NqNS
México: https://a.co/d/hTS4Rr7
USA: https://a.co/d/gZebS5b (libro en inglés)

Relaciones tóxicas Virginia se encontraba nerviosa. Hacía pocos días que su marido y ella, junto con su hijo, se habían ...
15/12/2024

Relaciones tóxicas

Virginia se encontraba nerviosa. Hacía pocos días que su marido y ella, junto con su hijo, se habían mudado. La nueva zona era tranquila y apacible, pero para Virginia, ese no era el problema. Ser capaz de sociabilizar era el verdadero problema para la mujer. Acercarse a las personas y preguntarles algo, aunque solo fuese una dirección, era un esfuerzo enorme para ella y casi siempre se rendía antes de conseguirlo. A veces, le parecía increíble que se hubiese casado. Sino fuese por la paciencia e insistencia de Federico… ¡Pobre! ¡Lo que había tenido que sufrir para conseguir que ella le aceptase una cita!

Ahora, a Virginia se le presentaba una nueva oportunidad. Podía comenzar una nueva vida y lograr alguna amistad. Su marido, Federico, le había insistido para que se apuntase a la asociación de vecinas. Se trataba de un grupo de mujeres que se juntaban en su tiempo libre para realizar diversas actividades y ayudar a las personas.

Federico la había acompañado y le había presentado a Carina, la presidenta. Esta había sido muy amable y no la había forzado a hablar. En su lugar, le explicó con detalle todas las actividades que habían llevado a cabo otros años y le informó que la próxima semana organizarían una merienda para los adolescentes después del partido de fútbol.
Virginia había visto su oportunidad. Ella hacía una tarta casera de manzana buenísima. Se trataba de una vieja receta de su abuela.
Como las multitudes la petrificaban, había pensado en llamar a Carina y mostrarle su tarta. Aquella mujer le había parecido muy agradable.

Cuando la tarta estuvo finalizada, marcó el número de teléfono de la presidenta.

- ¿Sí? – escuchó decir al otro lado de la línea.

Virginia no respondió. Era difícil para ella.

- Virginia, ¿eres tú? – preguntó Carina.

- Sí, sí – tartamudeó con la ilusión de que se acordaba de ella.

- ¿En qué puedo ayudarte? – pareció tranquilizarse Carina.

- Yo, yo, he hecho una tarta. ¿Te importaría probarla? – acabó quedándose sin aire al preguntar.

- Claro que no. Me pasaré por tu casa en unos minutos, ya que ando por la zona. ¿Te parece?

- Sí, por favor.

Virginia colgó, feliz y cansada. Por primera vez, había conseguido hablar por teléfono con alguien a quién apenas conocía. Carina parecía tener un don para no hacerla sentir más nerviosa de lo habitual.

La presidenta llegó poco después y la saludó efusivamente.

- Hola – respondió Virginia, algo cortada.

- ¿Puedo pasar? – sonrió ella amablemente.

- Por favor.

Virginia le colocó un plato con un trozo de tarta. Cuando Carina lo probó, pudo ver claramente su rostro de satisfacción.

- ¡Virginia! ¡Esto es sublime! ¿Cómo lo has hecho?

Elogiada y feliz por poder conversar al fin con alguien, Virginia le fue explicando la receta de su abuela. Nunca se hubiese creído capaz de hablar tanto.

- Ya veo, ya veo – dijo Carina – Pero no has tenido en cuenta a las personas alérgicas.

Virginia se asustó al escuchar aquello. ¿Acaso había hecho algo mal?

- No te preocupes – la tranquilizó la presidenta de la asociación – Yo te diré lo que tienes que sacar o cambiar.

La inocente Virginia fue apuntando todo lo que Carina le decía. Mientras escribía, se lamentaba en su interior con los cambios. La tarta no iba a saber igual, pero al menos, no había intoxicado a nadie.

Cuando llegó el día del partido, Virginia se sintió completamente perdida. Había demasiada gente allí. Sino fuese porque tenía a Federico y a su hijo Leo, al lado, ya hubiese colapsado.

Trató de acercarse a hablar con alguna de las vecinas, pero fue incapaz. Leo se fue con algunos amigos que había hecho, pero Federico permaneció a su lado, consciente de lo difícil que resultaba todo para su mujer.

Cuando el partido terminó y empezó la merienda, Virginia vio con horror cómo los que probaban su tarta la dejaban al momento. Si hubiese podido hacer la de siempre…
Mientras se venía abajo, se dio cuenta de que todos rodeaban la tarta de Carina y la felicitaban. Virginia quería acercarse y probarla, pero había mucha gente y no se atrevía a moverse. Federico, siempre atento a los problemas de su mujer, se dio cuenta de sus intenciones y le trajo un trozo. Tan pronto lo probó, Virginia empezó a llorar.

- Es mi tarta – le explicó a su marido entre sollozos.

El hombre, dolido por la situación de que a su mujer le costaba sociabilizar y que la hubiesen traicionado, acusó a Carina de lo qué había hecho.

La presidenta se defendió argumentando que se trataba de una receta de ella y que le dolía que la acusaran de algo así cuando había intentado que Virginia se integrase.

- ¿Y por qué no la has saludado en todo el día? – rugió Federico.

Carina se hizo la ofendida y se disculpó diciendo que no podía estar en todos los sitios a la vez. El resto de vecinas se pusieron de su parte e insultaron a Federico, el cual, viendo que su esposa estaba a punto de entrar en un estado de pánico, se acercó a ella y la sacó de allí después de llamar por Leo.

En los siguientes días, Virginia y Federico recibieron diversos insultos y amenazas. Incluso Leo fue quedándose sin amigos, por lo que Federico tomó la decisión de mudarse a un nuevo lugar.

Días más tarde, cuando todo estuvo listo y se encontraban en el coche, Leo preguntó:

- ¿Por qué nos tenemos que ir?

Su padre, todavía enfadado por todos los acontecimientos, no pudo evitar responderle:

- Porque en el mundo de hoy en día, no hay lugar para buenas personas que no se aprovechan de los demás.

∆ FIN ∆

Los relatos de Nyx Umbrosa, " El hacedor de Mundos".

Autor: Daniel Ares Blanco.

Todos los derechos reservados

Si has disfrutado está historia encontrarás más en "Los relatos de Nyx Umbrosa" Disponible en Amazon, solo tienes que hacer click en los siguientes enlaces:

España: https://amzn.eu/d/biIzgLs

México: https://a.co/d/0QrlJIv

USA: https://a.co/d/74V7f2D

EN BUSCA DE LOS MONOLITOS DE LA PROFECÍA – FRAGMENTO 11ºCAPÍTULO 3Habían pasado dos días desde que el poblado elfo era u...
14/12/2024

EN BUSCA DE LOS MONOLITOS DE LA PROFECÍA – FRAGMENTO 11º

CAPÍTULO 3

Habían pasado dos días desde que el poblado elfo era un recuerdo del pasado. Nadie había dicho nada en todo ese tiempo. Debido a que estaban acostumbrados a acampar fuera y a repartirse las tareas, ninguno de ellos había tenido problemas para permanecer esos días sin decir palabra alguna.
Avanzaban por el estrecho camino mientras observaban cómo las hojas amarillas de los árboles se despedían de las ramas. Finalmente, Marth decidió tomar la palabra:
—No podemos pasar tanto tiempo de esta manera. Tenemos que enfrentarnos al problema.
—Tienes razón —asintió Vyse—. ¿Esperamos por Boyle?
En los últimos días de viaje habían conocido algo mejor al domovoi. Le gustaba explorar y desaparecía por largos intervalos de tiempo. Les indicaba por dónde ir y volvía a desaparecer una vez más para volver a aparecer mucho más tarde, para ayudar o informar de sus descubrimientos.
—No hace falta —respondió Blady—. No sabemos cuánto tardará.
El resto asintió, y cuando encontraron un buen lugar para descansar, se detuvieron. Pronto sería la hora de la cena, así que Marth empleó sus poderes para moldear la tierra e improvisar una pequeña cueva seca. Ayra y Blady se encargaron de la lumbre y de despejar una zona confortable. Por su parte, Vyse partió en busca de algo que comer.
Esto último era algo que les preocupaba, pues aunque los animales no escaseaban, era como si pudiesen ocultar sus presencias, por lo que eran difíciles de detectar y poder cazar.
Cuando los tres primeros acabaron con sus quehaceres, salieron en busca de algo de comida extra. Sabían que Vyse posiblemente no atrapase nada, y no era por falta de habilidad o talento.
Al cabo de una hora, todos se juntaron en el pequeño campamento improvisado. Entre los cuatro habían conseguido una liebre y dos truchas.
Una vez cenados, Marth empezó la conversación que a todos les había rondado en la cabeza.
—Así que —empezó dirigiéndose a Blady—, en el monolito estaba escrito que solo teníamos que seguir al este hasta dar con la ciudad límite entre los dominios conquistados por los humanos y en la que, a pesar de estar dominada por ellos, los elfos que allí viven también tienen derechos.
—Eso es —asintió Blady cabizbajo.
Marth meneó la cabeza mientras daba vueltas sobre sí mismo, algo bastante inusual en él, ya que solía mantenerse en calma ante cualquier adversidad.
—No lo entiendo. No tiene sentido. Has leído el monolito hace dos días, pero ¿y si hubiéramos llegado hace unos años atrás o años más tarde? Por lo que Tarmelias nos dijo, los humanos llevan en guerra más de un milenio. Está claro que las ciudades cambian y se destruyen, por lo que los territorios también lo hacen. ¿Cómo podemos saber que vamos a llegar al sitio correcto?
—No lo sabemos —contestó Blady—. Pero la única manera de recorrer un camino es avanzando, incluso sin saber lo que nos espera más adelante.
Tras una breve pausa, Vyse habló:
—Tampoco tiene sentido que el monolito esté escrito desde hace milenios en un idioma que aseguras haber inventado de niño. ¿De dónde salió ese idioma? ¿Seguro que no te lo enseñó nadie?
Blady era consciente de lo ridículo que sonaba su explicación a los oídos de los demás.
—Así es, Vyse. Y por más vueltas que le doy a la cabeza, no recuerdo a nadie. Es muy raro que a la gente le enseñen a leer y escribir en la mayoría de los sitios. Yo tuve la suerte de que mis padres me buscaron a una persona que me enseñó casi todo, pero no conocía bien las palabras cuando inventé ese “idioma”. Había tenido una pelea de niños, por lo que me encontraba llorando en el corral de las gallinas y viendo las formas que dejaban al escarbar con sus patas, fui inventando el idioma que para mí era un juego. Por eso algunas palabras están mal escritas, ya que por aquel entonces creía que se escribían así. Nunca se lo dije a nadie hasta hoy.
Ayra, recelosa como acostumbraba a ser, continuó:
—Sabemos que nunca has mentido, pero tienes que entender que es imposible de creer. ¡Esa piedra lleva milenios escrita! —bramó.
—También puede haber otra explicación racional —sugirió más calmado Marth—. A lo mejor es un idioma antiguo y el significado de las palabras es diferente al que Blady interpretó.
—¡No! —negó rotundamente Blady—. Lo que os leí es la traducción exacta.
—¿Cómo puedes estar tan seguro?
—Ya dudáis de mí y con esto pensaréis que estoy loco, pero no puedo aguantarlo más tiempo.
—¿Cómo puedes pensar que te tomaremos por loco? —le preguntó Ayra amablemente, siendo víctima de otro de sus cambios de humor.
—¡Porque eran los mismos trazos que yo hacía! ¡Era mi propia letra! —levantó la voz exaltado Blady.
Vyse y Ayra dieron un respingo. Nunca habían visto así a su antiguo maestro. Toda aquella confianza en sí mismo de la que hacía gala iba desapareciendo conforme pasaba el tiempo.
—Eso es imposible —susurró Marth.
—¡Lo sé! Todos tenemos pequeñas diferencias al escribir, pero en ese monolito no había nada diferente a mi escritura.
—¡Es ridículo! —la calma de Marth pronto desapareció—. Una profecía de hace milenios en medio de conflictos, escrita de una manera tan peculiar y tan dirigida a nosotros…
—No le demos tantas vueltas —sugirió Vyse sin expresiones en su rostro, como cada vez que salía a flote su época de asesino—. Como Blady dijo, solo tenemos que seguir caminando y ya averiguaremos si está dirigida a nosotros o no.
—¿Y si somos nosotros? ¿Y sí se cumple todo? ¿No te preocupa la última parte?
En sus cabezas se formaron las últimas palabras de la profecía:
“Y tú, usuario del viento
Ante injusticias a todos lados
Aún tomando decisiones con tiento
Como asesino de niños serás recordado”
Claramente esa última parte iba dirigida a Blady. ¿Realmente acabaría asesinando niños a sangre fría? Con la preocupación de incertidumbre que transmitía la profecía, se retiraron a descansar con sus propias cavilaciones.

Los relatos de Nyx Umbrosa, " El hacedor de Mundos".
Autor: Daniel Ares Blanco.
Todos los derechos reservados
Si has disfrutado esta historia, encontrarás más en "Los relatos de Nyx Umbrosa" Disponible en Amazon, solo tienes que hacer click en los siguientes enlaces:
España: https://amzn.eu/d/0j55NqNS
México: https://a.co/d/hTS4Rr7
USA: https://a.co/d/gZebS5b (libro en inglés)

EN BUSCA DE LOS MONOLITOS DE LA PROFECÍA – FRAGMENTO 10ºAyra fue la primera en despertar del grupo. Sin levantarse ni ha...
13/12/2024

EN BUSCA DE LOS MONOLITOS DE LA PROFECÍA – FRAGMENTO 10º

Ayra fue la primera en despertar del grupo. Sin levantarse ni hacer ruido, forzó sus sentidos para percibir a los seres vivos mediante la magia del calor. Reconoció el aura de Tarmelias y otros elfos y se dio cuenta de que, a pesar de acostarse a la misma hora, ellos no rehuían de sus quehaceres. Eso hizo que se sintiera algo avergonzada, ya que les estaban alimentando bien y dejándoles hacer lo que quisiesen. Aunque la estancia era placentera, quería marcharse cuanto antes.
Despertó al resto sutilmente, y cuando estuvieron en pie y preparados para despedirse de Tarmelias, Blady preguntó:
—¿Dónde está Boyle?
—No se ha dejado ver desde ayer —contestó Marth inquieto.
—Y sin embargo, siempre he estado a vuestro lado, maestro —dijo apareciendo entre ellos.
—No se siente tu presencia en ningún momento —sonrió Blady—. Me gustaría aprender a ocultarme así.
—Es imposible —meneó la cabeza negativamente—. Es una habilidad propia de los domovois.
—Así que hay algo más que la magia que conocemos…
—Mucho más. Muchas especies tienen habilidades propias de su raza que son imposibles de aprender, pero ya hablaremos de esto caminando. ¿Cuál es el plan?
Ayra se adelantó.
—Deberíamos irnos ya. Me siento mal por estar gorroneando.
—Tienes razón —asintió Marth—. No es propio de personas nobles abusar de la hospitalidad de su anfitrión tanto tiempo.
—Por mí vale —sonrió Blady.
Vyse tan solo asintió. Su etapa como jefe de la hermandad de asesinos le había enseñado a ser más callado.
—Antes de partir, tengo que enseñaros el monolito de la profecía, tal como me pediste hace dos años —le dijo Boyle a Blady.
Blady asintió sonriendo sin saber qué decir. Una parte de él tenía curiosidad por lo que iba a pasar, y otra se preguntaba qué podría haber pasado para que el domovoi estuviera tan convencido de conocerlo, pese a no haberlo visto nunca y desconocer su existencia hasta ayer.
—Bien, pero antes despidámonos como es debido.
Se encaminaron a despedirse de Tarmelias, pero otro elfo los interceptó y les solicitó amablemente que desayunaran tranquilos antes de partir cuando le hicieron partícipe de sus intenciones. Ante el argumento de que el desayuno se estropearía si ellos no lo tomaban, no pudieron negarse.
Antes de que acabasen las viandas, Tarmelias se mostró ante ellos.
—Así que ha llegado el momento de despedirse.
—Así es —contestó Blady—. Pero antes de dejar vuestro pueblo, nos gustaría ver el monolito.
—¿El monolito de la profecía? —se sorprendió por un momento el elfo, a pesar de que ya se esperaba algo así tras lo hablado por la noche.
Le explicaron a Tarmelias lo que Boyle les había dicho y, tras escuchar atentamente, este les informó:
—No hay ningún inconveniente en que veáis el monolito. Hay varios en el mundo desde hace milenios, pero nadie ha conseguido descifrarlos nunca. De todas maneras, es extraño que el domovoi diga que le has pedido que os lleve al monolito. Son seres que nunca se muestran y sé que nadie ha cruzado la frontera con Soén desde que los dragones lo ordenaron así, excepto un semielfo.
—Fericer —dijeron Marth y Blady al unísono.
—Exacto.
Aunque parecía querer saber cómo habían llegado a conocerlo, Tarmelias no hizo ninguna pregunta debido a la cortesía innata de los elfos.
—Bien, cuando estéis listos, os mostraré el monolito.
El pequeño grupo aceptó. Aunque Boyle les había dicho que tenía que mostrarles el monolito, no mencionó que otros pudieran hacerlo en su lugar. Esperando que no se ofendiera, ya que seguía sin mostrarse y no había dicho nada durante toda la conversación, siguieron a Tarmelias.
Este los condujo por un camino poco transitado, frondoso, pero bien cuidado. Llegando casi a las afueras del pueblo, pudieron ver el monolito de forma alargada y redondeada en la parte superior. En su estómago había unos caracteres que brillaban parpadeando.
Marth y Blady se acercaron y pasaron las manos por la extraña piedra y sus caracteres. El brillo se extendía por sus dedos cuando los acariciaban.
Al cabo de un rato, Marth confesó:
—He leído muchos libros y no veo la forma de entender lo que pone. Claro que tampoco esperaba comprender en unos instantes algo que otros expertos no habían logrado en unos milenios.
Les extrañó que Blady no dijera nada, ya que era el más hablador después de Ayra, pero cuando se fijaron en su rostro vieron una mueca que nunca antes habían visto en él.
—Entiendo todo lo que aquí está escrito.
Tarmelias lo miró incrédulo y se acercó a él con los ojos abiertos.
—¿Cómo puedes saberlo? ¿Qué está escrito?
Blady lo observó avergonzado.
—Entiendo lo que pone porque es un lenguaje que inventé cuando era niño y no sabía escribir bien.


Los relatos de Nyx Umbrosa, " El hacedor de Mundos".
Autor: Daniel Ares Blanco.
Todos los derechos reservados
Si has disfrutado esta historia, encontrarás más en "Los relatos de Nyx Umbrosa" Disponible en Amazon, solo tienes que hacer click en los siguientes enlaces:
España: https://amzn.eu/d/0j55NqNS
México: https://a.co/d/hTS4Rr7
USA: https://a.co/d/gZebS5b (libro en inglés)

- Temores -Sara abrió la puerta de la habitación de su hijo de diez años, Víctor. Normalmente, Víctor se levantaba tempr...
12/12/2024

- Temores -

Sara abrió la puerta de la habitación de su hijo de diez años, Víctor. Normalmente, Víctor se levantaba temprano para ir al colegio, pero hoy tenía cara de cansancio.
- ¡Buenos días! ¿Estás cansado? Parece que te cuesta levantarte.
- Me ha costado dormirme.
- ¿Y eso?
- Escuchaba voces que no me dejaban dormir.
- ¿Sabes de quiénes eran esas voces? – empezó a preocuparse Sara.
- Sí. Eran mis compañeros de clase, que se metían conmigo.
- ¿Tus compañeros se meten contigo? – preguntó Sara.
- En el colegio no, pero ayer por la noche, sí.
- ¿Qué te decían?
- No recuerdo. Se metían conmigo. Yo tenía miedo.
Mientras Víctor desayunaba, Sara intentó sacarle más información, pero fue incapaz. ¿Acaso su hijo había tenido un sueño premonitorio?
Tan pronto recogió a Víctor del colegio, le preguntó que tal le había dio con sus compañeros.
- Bien – respondió él, tranquilo.
- ¿No se metió nadie contigo? – insistió su madre.
Víctor negó, y Sara no le dio más importancia. Sin embargo, en las noches siguientes, Víctor tenía problemas para dormir. Sara incluso pudo comprobar como su hijo se quedaba tumbado en la cama con la mirada perdida, para poco después temblar y llorar. Ella no escuchaba ninguna voz, pero Víctor insistía que estaban ahí. Cada vez temía más que ocurriese algo grave. Tras un par de semanas así, el director del centro llamó a Sara.
- Hay algo que nos gustaría comentarle, señora Gutiérrez.
- ¿Mi hijo sufre abusos?
El director la observó, extrañado.
- Más bien, lo contrario. Su hijo abusa de sus compañeros.
Fue entonces cuando Sara entendió lo que pasaba. Una parte de su hijo era consciente de que estaba haciendo algo mal y se castigaba a sí mismo. Víctor soñaba con que sus compañeros le hacían lo mismo que él les hacía durante el día. ¿Qué podía hacer ella? Tenía que corregirlo antes de que fuese a peor. Al fin y al cabo, los hijos imitaban a los padres y alguien podría descubrir que su marido no se había ido a otro país por temas de trabajo.

[FIN]

Los relatos de Nyx Umbrosa, " El hacedor de Mundos".
Autor: Daniel Ares Blanco.
https://www.amazon.es/stores/Daniel-Ares-Blanco/author/B0CBQC41X4/allbooks?ref=ap_rdr&store_ref=ap_rdr&isDramIntegrated=true&shoppingPortalEnabled=true
Todos los derechos reservados

EN BUSCA DE LOS MONOLITOS DE LA PROFECÍA – FRAGMENTO 9ºTarmelias se fijó en el punto que señalaba Blady, y aunque no vio...
12/12/2024

EN BUSCA DE LOS MONOLITOS DE LA PROFECÍA – FRAGMENTO 9º

Tarmelias se fijó en el punto que señalaba Blady, y aunque no vio nada fuera de lo usual, no mostró en su rostro sorpresa alguna. Con el tiempo, los elfos aprendían a dominar sus expresiones faciales.
—¿Quién?
—Maestro —interrumpió Boyle ante la mirada perdida de Blady—. Se me olvidó deciros que solo me veis vosotros cuatro. Ya dije que somos indetectables cuando queremos. Creo que no conviene que me vean, para así evitar cualquier acción bélica contra mi raza en el futuro. Pero podéis hablar de mí. Los elfos lo entenderán.
Tarmelias esperó pacientemente a que Blady respondiera.
—Lo siento mucho, Tarmelias, pero, parece ser que no puedes verlo. Nuestro nuevo miembro es un domovoi.
A pesar de todos los años de experiencia que Tarmelias había acumulado para no mostrar expresiones que no quisiese en su rostro, no pudo evitar que su boca se abriera, que sus pestañas se alzasen y su voz temblara.
—¿Habéis conseguido que un domovoi se una a vuestro grupo?
Sabía que no estaban mintiendo, pero no podía creer que un ser imposible de detectar y que nunca había salido de su hogar se hubiese hecho amigo de unos humanos. Realmente, algo especial tenía que tener este grupo cuando habían conseguido llegar a su ciudad, y ahora se encontraba con otra proeza fuera de lo normal.
—La verdad es que no hemos hecho nada —explicó Blady rascándose la coronilla—. Al menos, que nosotros sepamos, pero Boyle ha insistido en unirse a nosotros, aunque parece que tan solo permite que nosotros lo veamos.
—¿Un domovoi se une a vosotros e incluso os permite verle? Eso es que algo hay en vosotros, pero pasad y hablemos dentro mientras degustamos la cena.
Una vez más, se encontraron en el habitáculo que hacía de comedor. La cena volvió a consistir en fruta y otros productos naturales, pero a pesar de lo sabrosa que estaba, el pequeño grupo no la disfrutó como lo habían hecho al mediodía, pendientes como estaban de la conversación.
Lo primero que hicieron fue preguntar por el monolito de la profecía que les había comentado Boyle, ante lo cual los elfos presentes se asombraron aún más por el conocimiento del domovoi.
Tarmelias les informó que el monolito estaba a la vista de todo el mundo y que cualquiera que quisiese verlo podía hacerlo. Nadie había conseguido nunca descifrar su mensaje, pero ellos lo veneraban como se merecía por respeto a sus antepasados. Como los elfos tenían una visión del tiempo diferente a la de los humanos, carecían de la impaciencia de ver a alguien que entendiese lo que allí estaba escrito.
—Mañana por la mañana veremos el monolito y después partiremos —dijo Blady cuando Tarmelias le había relatado todo lo que sabía.
El elfo asintió, advirtiéndoles de los peligros que podrían encontrarse.
—Los humanos provocaron la gran guerra hace muchos años y, aunque ahora no hay tanto conflicto bélico, la guerra sigue de una manera u otra. Tened cuidado y prestad mucha atención. Las guerras más peligrosas son las que se libran con palabras.
Marth entendió lo que quiso decir, ya que la mayoría de los nobles participaban en intrigas políticas muy cuestionables para aumentar su poder.
A continuación, Tarmelias les mostró un mapa incompleto, pero muy vasto, indicándoles dónde se encontraban y el dominio en el que estarían a salvo.
—En nuestro territorio se respeta a todos los seres vivos, incluso trasgos, orcos y otras criaturas que nacieron para hacer maldades. Mientras se comporten, son respetados y tratados como ciudadanos libres, pero en el resto de los dominios…
Fue señalando y explicando las diferentes alianzas entre unas razas y otras, además de mostrar las zonas más peligrosas para los humanos.
En el mapa, que solo representaba una pequeña parte del norte que había por encima de Soén, la zona este era dominio de los humanos. En la zona oeste habitaban criaturas peligrosas, y un pequeño punto en el centro, justo encima de Soén, era territorio de “paz”.
—Cabe decir que nada es seguro al cien por cien —recalcó Tarmelias—. Los intereses políticos y movimientos de los seres vivos diferentes a los elfos pueden cambiar de un día para otro.
—¿Y no hay más ciudades de elfos o de otros seres pacíficos? —preguntó Ayra, impaciente por saberlo todo.
—Sí y a la vez no —respondió el elfo con su tono amable de siempre—. Aquí y aquí hay dos grandes ciudades y esta era la capital. Ahora están bajo ocupación de los humanos.
—No pareces albergar mucho odio por los humanos pese a lo que han hecho —comentó Blady ante las formas de Tarmelias.
—Nosotros, los elfos, encontramos a los humanos fascinantes. Intentamos comprenderlos, pero es imposible. Un día están saqueando, matando niños, violando, quemando tierras y cultivos… y al día siguiente están sacrificando su vida por la tuya.
Marth y Blady se sorprendieron ante las palabras del elfo. Su tono era meramente informativo; no había odio ante las barbaridades que había dicho que provocaban los humanos. Además, daba a entender que había experimentado todo lo que había dicho en sus propias carnes.
El pequeño grupo esperó pacientemente las palabras de Tarmelias, pero cuando este continuó, lo hizo cambiando de tema.
—Resumiendo, que en estas ciudades que antes pertenecían a mi pueblo, a veces veréis que tratan a nuestro pueblo justamente e incluso permiten que gobernemos, pero a su vez también podréis ver injusticias.
La cena se prolongó de tal manera que, cuando se retiraron a descansar, ya se mostraban los primeros signos de claridad.

Los relatos de Nyx Umbrosa, " El hacedor de Mundos".
Autor: Daniel Ares Blanco.
Todos los derechos reservados
Si has disfrutado esta historia, encontrarás más en "Los relatos de Nyx Umbrosa" Disponible en Amazon, solo tienes que hacer click en los siguientes enlaces:
España: https://amzn.eu/d/0j55NqNS
México: https://a.co/d/hTS4Rr7
USA: https://a.co/d/gZebS5b (libro en inglés)

Dirección

Villamarín

Notificaciones

Sé el primero en enterarse y déjanos enviarle un correo electrónico cuando Los relatos de Nyx Umbrosa, "El hacedor de Mundos". publique noticias y promociones. Su dirección de correo electrónico no se utilizará para ningún otro fin, y puede darse de baja en cualquier momento.

Contato La Empresa

Enviar un mensaje a Los relatos de Nyx Umbrosa, "El hacedor de Mundos".:

Videos

Compartir

Categoría


Otros compañías de medios en Villamarín

Mostrar Todas