Los relatos de Nyx Umbrosa, "El hacedor de Mundos".

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EN BUSCA DE LOS MONOLITOS DE LA PROFECÍA – FRAGMENTO 60ºPrácticamente un día entero de camino les había llevado a llegar...
01/02/2025

EN BUSCA DE LOS MONOLITOS DE LA PROFECÍA – FRAGMENTO 60º

Prácticamente un día entero de camino les había llevado a llegar al terreno conocido como “lateral malo”, sin detenerse y a paso rápido. Se dirigieron a la posada que habían elegido siguiendo el mapa, pues ya era noche avanzada y estaban famélicos, aparte de que sufrían un pequeño malestar por tener que viajar sin fijarse en los alrededores, pero un encargo era un encargo.
Por fortuna para ellos, la posada apenas albergaba huéspedes, y pudieron ser atendidos por la cocina a pesar de la hora. Pagaron el trato recibido con suma generosidad y luego se retiraron a descansar. Al día siguiente tendrían mucho que hacer.
Amaneció con niebla y un frío que calaba los huesos, lo que indicaba que no iba a llover. Por fortuna, la esfera antimagia no afectaba esa parte de la ciudad, por lo que mientras otros usaban capas de piel de borrego para cubrirse del frío, ellos empleaban sus magias ante las atónitas miradas de los viandantes.
Caminaron sin preocupaciones y pudieron observar un gran contraste dentro de la ciudad. El “lateral malo” estaba separado, no por muros, sino por los sentimientos de las personas. Edificios altos, esculturas y diversos adornos, de repente parecían transformarse en casas de paja y barro de un solo piso. Caros y buenos materiales de construcción acariciaban a sus hermanos más baratos. La ropa de los caminantes también marcaba la línea divisoria, y parecía que las personas del “lateral malo”, que tan solo portaban un taparrabos o camisas rotas en un día tan frío, sabían que no podían cruzar esa línea imaginaria.
Caminaron por lo que dejaban de ser calles y se convertían en trozos de selva con restos de civilización, hasta llegar a una zona cubierta por diversas pieles. Allí, a cubierto de los ojos del cielo, pero no de los brazos del frío, pudieron observar a tres personas bien vestidas que tutorizaban a un grupo de desaliñados. Se acercaron para comprobar que de allí debían de salir los trabajadores de la parra, como les había informado el encargado de la herrería días atrás.
—Buenos días tengáis —saludó un hombre con una barba lineal y sin bigote—. Me llamo Patroclo y vuestros rostros me son desconocidos. ¿Os puedo ayudar en algo?
—Sí —respondió Blady—. ¿Qué lugar es este?
—Debéis de ser forasteros —dedujo Patroclo observándolos—. Este lugar es una zona de penurias y vicios. Afortunadamente, el rey piensa en sus súbditos y nos ha encargado a mis compañeros y a mí la tarea de enseñarles los conocimientos que podamos a estas pobres masas. Nuestro deber es enseñar aquello que les pueda permitir desempeñar un trabajo y vivir dignamente.
—¿Vosotros decidís qué trabajo realizarán?
—Oh, no, no —respondió como un maestro paciente—. Nosotros solo enseñamos y corregimos sus errores. Cada semana viene un enviado del rey y, basándose en los trabajos disponibles y nuestras valoraciones, se lleva a algunas personas o ninguna. De esta manera, conseguimos erradicar poco a poco la pobreza y la miseria de la ciudad.
—A mí me parece que solo cambian de tipo de pobreza —susurró Ayra recordando la ausencia de libertad de los trabajadores.
—¿Y bien? —preguntó Patroclo—. ¿Tenéis deseo de aprender algo? Todo esto está pagado por el rey y nosotros intentamos enseñar a todo aquel que muestre interés.
Blady y Marth agradecieron el ofrecimiento, para desdicha de Ayra y Vyse, pero pronto abandonaron las enseñanzas que Patroclo y sus compañeros ofrecían porque eran muy básicas para ellos.
—Será mejor que demos una vuelta por aquí cerca hasta que llegue el enviado —sugirió Marth tras descubrir que algunos de los presentes estaban realizando diversas pruebas de conocimientos porque hoy podrían ser elegidos para tener un trabajo.
El resto del grupo estuvo de acuerdo y se alejaron en dirección a donde la maleza era más densa.
—Hola —saludó un pequeño golfillo delante de ellos—. ¿Vosotros no vais a estudiar?
—No, ¿y tú?
—Tampoco. No me gusta lo que está pasando —confesó el vivaz muchacho de ojos azul cristalino y piel blanquecina.
—¿No se supone que están estudiando para poder tener trabajo y comida? —le preguntó Blady con curiosidad por la respuesta.
—Sí, pero he visto cómo acaban y no me gusta. Antes todos jugábamos juntos, buscábamos algo de comer y aunque no había mucho, la gente era más feliz. He visto a los que trabajan. No son felices, no se ríen como antes.
—Pero tienen comida —trató de explicarle Marth, aunque sabía lo difícil que sería mostrarle la importancia de ello a un niño.
—¿De qué vale la comida? Ellos viven en una jaula sin barrotes, no son libres. Yo puedo ir adonde quiera, pero ellos no.
—Muy bien dicho, chico —le felicitó Ayra dándole un par de monedas—. Nosotros cuatro disfrutamos de esa libertad. Aunque a veces aceptamos trabajos para poder vivir, realmente viajamos a donde queremos.
—Eso es —sonrió el chico—. Tenéis lo necesario para poder comer y disfrutar. ¿Jugáis conmigo?
Se miraron entre ellos.
—Vale, no tenemos nada mejor que hacer de momento —contestó Ayra.
—Contad hasta cuarenta y tratad de encontrarme —pidió.
Ayra sonrió mientras el chico se internaba en la maleza. Con la magia, cualquiera del grupo podría saber dónde estaba. Sin embargo, para asombro de los cuatro, dejaron de percibirlo tan pronto lo perdieron de vista.
—¿Cómo puede ser eso? —se preguntaron cuando se dieron cuenta de que ninguno de ellos podía detectarlo.
—Quizás ese chiquillo nos puede enseñar más que esos maestros hoy —sonrió Blady—. Pero primero contemos, es parte del juego.
Tan pronto acabaron de contar, partieron tras el chico. La humedad del clima había permitido que las pisadas quedasen marcadas en la tierra, y las siguieron con atención, ya que no podían emplear la magia.
Tras unos minutos de caminar, se encontraron con que las pisadas desaparecían en un pequeño arroyo.
—Muy inteligente —sonrió Marth—. ¿Y ahora corriente arriba o corriente abajo?
—Corriente arriba, diría yo —contestó Blady.
—No sigo ese razonamiento —confesó Marth—. ¿Me lo explicas?
—Es corazonada. Si yo tuviese por aquí un lugar secreto, me escondería en él y procuraría que no me faltase de nada, y menos agua. Es verdad que hay agua arriba y abajo, pero cuanto más arriba, menos riesgo de que otros la ensucien.
Marth chasqueó la lengua.
—Es un niño. No sé yo si pensará en esos detalles, sobre todo cuando hay adultos que no lo hacen.
—No los pensará —confirmó Vyse—, pero seguro que lo aprendió por experiencia. A menudo la vida te hace despertar antes.
—Pues vamos allá —cedió Marth.
No tuvieron que caminar mucho tiempo para ver unas pisadas frescas que salían a lo más alto del terreno.
—¿Qué os decía? Y seguro que tiene un refugio en un árbol para evitar a los depredadores o poder observar la ciudad.
Siguieron las pisadas un poco más hasta quedar rodeados de altos árboles extraños, donde las huellas desaparecían sin dejar rastro alguno.
—Esto sí que es extraño —murmuró Blady—, pero ya sabéis que todo tiene una lógica.

Los relatos de Nyx Umbrosa, " El hacedor de Mundos".
Autor: Daniel Ares Blanco.
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EN BUSCA DE LOS MONOLITOS DE LA PROFECÍA – FRAGMENTO 59º—¿Con qué nos enfrentamos? —preguntó Vyse ayudando a su exmaestr...
31/01/2025

EN BUSCA DE LOS MONOLITOS DE LA PROFECÍA – FRAGMENTO 59º

—¿Con qué nos enfrentamos? —preguntó Vyse ayudando a su exmaestro a caminar.
Los soldados que se encontraban en las arenas de Marth empezaban a desaparecer bajo tierra. Marth también había empezado a sudar. Aquella técnica para enterrar viva a la gente consumía mucha energía.
—¿Qué ha pasado? —preguntaron a la vez Blady y Marth.
Se miraron y se rieron a pesar de la situación.
—Será mejor ocultarse primero —razonó Vyse, pues otros soldados o guardias de palacio podían aparecer.
Sus amigos asintieron y todos caminaron entre callejones hasta llegar a una plaza algo apretada.
—Descansemos, por favor —pidió Blady.
Viendo que le costaba recuperar el aliento, se sentaron allí y Marth contó lo que había pasado. Después Blady les relató entre jadeos el porqué había acudido abusando de la magia del viento.
—Parece que esta noche no vamos a conseguir nada —suspiró Marth.
—Yo no estaría tan segura – escucharon una voz detrás de ellos.
—¡Ayra! —exclamaron alegres—. ¿Dónde te habías metido?
Ayra se mostró ante ellos vestida con una seda transparente que permitía ver sus finas bragas y cubrepezones de latón, aemás de un manojo de papeles que llevaba en la mano.
—¿Y ese atuendo? —preguntaron.
—Callaos, no quiero decir nada —se enfadó—. ¿No habéis alquilado posada cerca?
Asintieron y se dirigieron a ella. Ayra no quería contarles cómo había preguntado a algunas mujeres “libres”, como le llamaban a las prostitutas, para ganar un buen dinero. Una de ellas le había hablado de las fiestas de Víctor y le había ofrecido la oportunidad de trabajar allí esa noche. Tuvo que demostrar sus encantos y dotes de seducción con dos catadores de Víctor, los cuales no solo no eran agraciados, sino que parecían enfermos. Así se aseguraba de que ninguna de las chicas se negaría a nada en su fiesta.
La fiesta empezaba antes para Víctor y unos amigos íntimos. Las chicas se encontraban en un salón y Víctor elegía cuales quería probar antes de la noche, para así no tener que enfrentarse con sus invitados. Por suerte para ella, Ayra no poseía las mismas curvas que otras, por lo que quedó esperando en el salón con otras chicas menos agraciadas que las elegidas. Aunque se encontraban vigiladas, aprovechó la oportunidad de ir al baño para escabullirse y entrar en el despacho de Víctor, donde encontró la información que llevaba consigo. Gracias al alboroto que habían causado Marth y Vyse, Ayra pudo huir sin que nadie la descubriese.
El posadero los miró con mala cara al ver el atuendo de Ayra, pero pronto le cambió cuando Blady le colocó varias monedas en la mano y cerrándosela, le dijo:
—Es amiga nuestra. Procure que mañana por la mañana tenga ropa apropiada.
Tras su afirmación se dirigieron a la habitación, donde pudieron dar un vistazo a los papeles que Ayra había conseguido.
—Chantajes, extorsiones, cómo se hicieron los negocios… ¡Qué suerte hemos tenido! —dijo Ayra, fachendosa—. Todavía no sabemos nada de la Parra, pero entregando esto en el gremio, quizás nos validen el encargo, pues aparecen algunos negocios que Jennifer nos había dicho. Con esto, les cortaremos la fuente de dinero.
Cuanto más profundizaban en los documentos, más movimientos extraños veían. Muchos de los apuntes hacían mención a tres hombres, pero no daban información real. La víbora, dedos de oro y captador. Solo esos tres nombres. Sabían que Víctor era la víbora y Daniel, dedos de oro, pero no sabían nada de captador, y mucho menos de la parra. ¿Trabajarían para él? ¿Sería otro de los apodos que tendría? ¿O no tendría nada que ver?
Empezaba a ser de madrugada y aún no habían descansado. Decidieron saltarse el desayuno, dormir hasta la hora de comer y después volver al gremio a informar. Sabían que Phoebe les podría aconsejar. Además, contaban con que Jennifer pudiese darles información sobre esos nobles.
La mañana había transcurrido sin contratiempos y, aunque habían estado en el gremio, no encontraron información ninguna sobre sus acciones. Phoebe les dio la bienvenida cuando volvieron por la tarde y los condujo a una de las salas privadas donde se encontraban tres maestres y Jennifer. Los tres maestres se llamaban Philliphe, Lara y Claude. Por su edad, daban a entender que esta era un requisito indispensable para ser maestre.
—Es, verdaderamente, una suerte contar con aventureros como vosotros —les sonrió Lara.
—Ciertamente, parece que tenéis un don para ver lo que otros no ven —añadió Claude.
Después, les informaron de que estaban al corriente de sus proezas desde que habían entrado a formar parte del gremio de aventureros.
—Ciertamente, con estos datos que habéis conseguido —dijo Claude—, creo que la consejera Jennifer podrá ampliar el margen de tiempo inicial del encargo.
Jennifer asintió, lo que les dio a entender al grupo que ya la habían puesto al corriente de la situación.
—Si a todos los presentes les parece bien —prosiguió Lara—, informaremos al rey y a sus consejeros sobre estos hombres que creen que pueden hacer lo que les plazca. Movilizaremos soldados para detener a Víctor y Daniel, pero necesitaremos pruebas más sólidas para poder llevarlos a juicio. Después de todo, en los documentos solo figuran seudónimos, y habría que verificar que no se trate de documentos falsificados. Mientras tanto, la consejera Jennifer ha tenido la amabilidad de ofrecer su colaboración al gremio para obtener información lo más rápido posible, aunque no sabemos cuánto nos llevará.
—Ciertamente —continuó Claude—, será una inestimable ayuda. ¿Y qué tenéis pensado hacer vosotros?
—Ya que este asunto queda en vuestras manos, seguiremos nuestras propias pesquisas hasta dar con la parra. Partiremos mañana temprano a otro punto de esta gran ciudad y buscaremos la forma de completar el encargo.
—Me complace vuestra respuesta —asintió Philliphe, que parecía el más callado de los tres maestres—. Si alguna vez necesitáis algo, preguntad por mí.
Los otros maestres lo observaron, sorprendidos. Conocían a Philliphe desde hacía mucho tiempo y era raro que tomase partido por alguien, ya que era una persona muy prudente.
—Resumiendo —volvió Lara al tema—, en estos documentos se reflejan los métodos de extorsión y otros con los que, con mala praxis, se adueñaron de muchas partes de la ciudad. Las leyes establecen un comercio justo y esto no lo es. Algunos de los negocios se podrán devolver a sus antiguos dueños, pero habrá inconvenientes por el medio y más víctimas inocentes. La consejera Jennifer y el gremio haremos lo posible por minimizar los daños de esta transición, pero tememos que no será suficiente. Estamos seguros de que el rey también ayudará. Si esto se resuelve, el encargo quedará cumplido, pues la Parra es un nombre que alude a alguien, y podría ser uno de los que atrapemos.
—Pues viendo que ya tenéis todo planeado, nosotros seguiremos con el encargo a nuestra manera —dijo Blady—. Nos gustaría también que velaseis algo por la chica pecosa, si es posible.
Phoebe había tramitado toda la información proporcionada, y los maestres estaban al corriente del pequeño papel que había desempeñado la joven.
—Ciertamente, se le dará una oportunidad de empezar en un trabajo digno —prometió Claude.
Blady y Marth agradecieron esas palabras y aprovecharon para despedirse, dejando a Jennifer discutiendo cuestiones políticas con los maestres.
Aprovechando que estaban en el gremio, le pidieron un mapa de la capital a una de las compañeras de Phoebe. Había tanto que ver en la capital que les estuvo explicando el mapa, detallando los diversos monumentos y las posadas más recomendadas para hospedarse, hasta el atardecer.
Con la información reunida, volvieron a la posada, cenaron temprano y de forma frugal, para así poder trazar lo antes posible el itinerario que llevarían a cabo hasta el lateral malo al día siguiente.

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Autor: Daniel Ares Blanco.
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EN BUSCA DE LOS MONOLITOS DE LA PROFECÍA – FRAGMENTO 58ºLa noche no fue muy placentera a pesar de que la posada tenía bu...
30/01/2025

EN BUSCA DE LOS MONOLITOS DE LA PROFECÍA – FRAGMENTO 58º

La noche no fue muy placentera a pesar de que la posada tenía buenas camas y sábanas limpias. Desayunaron con calma, ya que tenían todo el día para prepararse. Ultimaron los detalles y Blady partió, deshaciendo el camino que ayer habían andado. No se entretuvo en el camino, pero tampoco se molestó en ir presto, ya que nada lo esperaba hasta la noche.

Cuando llegó a la primera posada, lo primero que hizo fue preguntar por Ayra, pero el posadero nada sabía de ella. Aunque sabía que se podía cuidar por su cuenta, eso no evitaba que Blady se sintiese preocupado. Descansó unas horas por la tarde, con la idea de volver a reunirse con Marth y Vyse tan pronto hablase con la pecosa. Con su magia del viento, podría recorrer el camino rápidamente, pero solo hasta la zona en la que actuaba la esfera antimagia. Esperaba no gastar todas sus energías en el trayecto. Con esos pensamientos se dirigió a la taberna de la noche eterna.
Allí entró y, justo cuando se dirigía a una mesa libre, notó que alguien se le acercaba. La pecosa estaba a punto de tirarle de la manga, pero tan pronto sus miradas se cruzaron, le dijo:
—Sígueme.
Blady asintió, observando que la chica estaba completamente cubierta con una capa marrón. Tan solo el rostro quedaba a la intemperie. Salieron fuera de la posada y Blady se dio cuenta de que la chica iba ojeando para todas partes, con miedo. Él sabía, gracias a la magia del viento, que nadie los seguía. Finalmente la chica lo arrastró a un callejón estrecho y se pegó a él más de lo que le hubiese gustado.
—Tenías razón. Buscas a alguien peligroso.
Una lágrima empezó a brotar en los ojos de la chica, pero ahí se quedó. Blady le preguntó qué le pasaba, y ella se apresuró a contarle cómo había intentado conseguir información. Le confesó que la mayoría de las chicas que conocía ejercían la prostitución, sobre todo para los ricos, y que le preguntó a una amiga que sabía de los nobles. La amiga le había contado lo de las fiestas cada tres “tokas” y si estaba interesada. Uno de esos hombres movía mucho más dinero del que debía tener.
—Le dije que no estaba interesada en vender mi cuerpo y que me contase todo lo que pudiese de ese hombre. Le di dos monedas de las que me habías dado y me contó muchas cosas. Cuando nos despedimos, la seguí, nunca sabes lo que puede pasar, y la vi hablar con un soldado, con él que se fue a un callejón. Allí le informó sobre mí y las preguntas que hice. Después se pusieron a hacerlo, y cuando él acabó, la mató diciendo que sabíamos demasiado. Ahora temo por mi vida más de lo normal.
Blady intentó tranquilizarla, diciéndole que iba a acabar con esos nobles.
—Si le cortas la cabeza a la serpiente, se acaba el veneno.
—Quedaran los huevos.
Blady no sabía cómo responder a eso. Le dio unas monedas y le pidió que se protegiese.
—¿Tienes algún sitio dónde te puedas ocultar?
Ella negó con la cabeza.
—Entonces ve al gremio de aventureros. Pregunta por Phoebe, dile que vas de parte de Blady y explícale la situación. Seguramente te ayuden mientras resolvemos esto. Si no, usa las monedas que te di para pagar por protección.
La chica asintió y Blady echó a correr. Impulsándose con la magia del viento, podría llegar en dos o tres horas a la mansión de Víctor.

Marth y Vyse se encontraban observando de lejos cómo personas con diversas máscaras saludaban a los porteros y entraban en la mansión de Víctor. Habían contado ya unos doce invitados.
—¿Vamos ahora? —preguntó Vyse.
—Puede que sea el momento —respondió Marth—, pero algo no encaja. No bajes la guardia.
—Nunca lo hago.
Se pusieron las máscaras. Una tenía forma de lobo y otra de cordero. Habían sido las únicas que tenía el mercader al que se las habían comprado, y eran juguetes de niño.
Se acercaron a la puerta intentando mostrar paso firme, saludaron a los porteros moviendo la cabeza, ya que no querían llamar la atención con la voz. Aun así, los porteros los detuvieron.
—Por favor, esperad un momento —pidió uno, cortándoles el paso, mientras otro entraba dentro.
—Esto no me gusta —susurró Vyse a Marth—. Es hora de marcharnos.
Aún no habían conseguido nada esa noche, pero Marth confiaba en la experiencia de Vyse. Se dieron la vuelta sin dar explicación alguna, pero antes de que pudiesen huir, el portero agarró la muñeca de Marth.
—Por favor, esperen un poco.
Vyse reaccionó al momento golpeando fuertemente el brazo del portero.
—¡Corre! —gritó a Marth.
No tuvo que decirlo una segunda vez. Tan pronto dieron las primeras zancadas, un grupo de soldados salía del edificio.
—¡Allí! —escucharon decir al portero—. No tenían brazalete.
Parecía que no era suficiente con la máscara.
Vyse y Marth no dejaban de correr. Estaban bien entrenados, pero los soldados tampoco se quedaban atrás. No contaban con un plan de fuga, pero sabían hacia dónde correr. Eran conscientes de que los soldados conocían mejor las calles que ellos y podían correr el riesgo de meterse en un callejón sin salida. El único camino que les venía bien era por donde habían venido. Si los soldados mantenían su ritmo pelearían, pero al menos lo harían donde pudieran emplear la magia.
A Marth empezaba a faltarle el aliento. Estaba acostumbrado a correr, pero no a ese ritmo durante tanto tiempo. Le sorprendía que los soldados mantuvieran el ritmo con el peso de sus corazas. De pronto, Vyse se giró, formó un arco de hielo y disparó varias flechas a sus perseguidores. Acertó a varios en el rostro, pero tan solo uno cayó y fue pisoteado por el resto. ¿Qué pasaba con esos soldados? Marth no tuvo tiempo de sorprenderse viendo cómo uno de ellos seguía cargando a pesar de tener una flecha de Vyse clavada en el ojo. Sin pensar en lo que hacía, levantó una columna a los pies de Vyse y otra a los suyos propios. De esa manera, Vyse podría seguir disparando desde las alturas. Y eso fue lo que hizo, sin embargo, tan solo pudo disparar dos flechas más. Un soldado saltó más alto de lo que un humano normal podría y trepó rápidamente por la columna de piedra. Vyse transformó su arco en una lanza con la que intentó atravesar la cabeza del soldado, pero este la agarró con la mano y tiró a Vyse al suelo. Marth le formó una rampa para que se deslizase hacia su columna sin hacerse daño e hizo brotar paredes de tierra que protegieron a Vyse de los siguientes ataques. Confiado en su protección de minerales, saltó sobre uno de ellos, provocándole una profunda herida por la que brotaba abundante sangre. El soldado hizo caso omiso del dolor y se lanzó sobre Marth obligándolo a retroceder. Vyse había aprovechado para acuchillar con múltiples dagas a dos de ellos, pero seguían moviéndose. Dándose cuenta de que no sentían dolor, Marth hizo que el suelo se volviese arenas movedizas, ralentizando así sus movimientos. Los soldados seguían intentando avanzar a pesar de que apenas podían desenterrar los pies. Vyse asaetó a los que estaban allí, pero uno agarró a su compañero y lo arrojó contra él. Justo cuando iba a recibir el tajo, Vyse pudo sentir un gran golpe de aire que empujó al enemigo contra un edificio. Supo que era Blady, pero antes de mirar para él hizo brotar una estalagmita de hielo del suelo atravesando el corazón del soldado.
—Parece que me perdí la fiesta —dijo Blady, sudoroso.
Había empleado casi toda su energía en la vuelta y el empujón final.

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EN BUSCA DE LOS MONOLITOS DE LA PROFECÍA – FRAGMENTO 57ºAl atardecer, llegaron a la zona cerca de palacio. Marth y Blady...
29/01/2025

EN BUSCA DE LOS MONOLITOS DE LA PROFECÍA – FRAGMENTO 57º

Al atardecer, llegaron a la zona cerca de palacio. Marth y Blady caminaban despacio, observando los productos que ofrecían los orfebres, al mismo tiempo que miraban a lo lejos si había movimientos raros en la posada.
Hacía tiempo que Vyse se había adelantado y había examinado los alrededores de la posada sin encontrar nada que llamase su atención. La gente bullía a su alrededor, pero había encontrado un callejón estrecho más adelante que nadie transitaba. Viéndose libre de miradas indiscretas, agatuñó por la pared y subió al edificio. Después siguió por los tejados con mucho cuidado de no tirar ninguna teja y llamar la atención. Raro sería que alguna persona mirase por encima de los edificios, mas no estaba de más extremar las precauciones, por lo que avanzó tratando de que su sombra no se proyectase en la calle.
Al llegar encima de la posada, tuvo suerte de encontrarse con un tragaluz, a través del cual pudo ver a tres ballesteros y dos espadachines vigilando la puerta.
—¿No se supone que vendrían al anochecer? —les escuchó decir.
—Eso nos dijeron, pero no está de más ser precavidos, y ahora ¡silencio!
Vyse meditó lo que había escuchado. Aunque podían referirse a otra persona, lo más probable es que estuviesen hablando de Marth. ¡La tal Kalia los había vendido! Con razón había algo que no les cuadraba. Volvió a mirar a través del tragaluz y observó todo lo que había entre las cuatro paredes. Eran cinco personas y no podría emplear su magia del frío. Era verdad que contaba con el elemento sorpresa, pero estaba desarmado. Si saltaba por el tragaluz, se posicionaría detrás de dos ballesteros, pero, ¿cómo acabaría con ellos? Estaba pensando en su plan cuando vio a Blady y Marth, y estos no tardaron en verlo, ya que iban fijándose en todo. Por señas les indicó que había cinco enemigos y que siguiesen con cuidado. Vyse saltaría, cogería alguna saeta y acabaría con los ballesteros. Con un poco de suerte, cuando los espadachines se girasen, Blady y Marth irrumpirían por la puerta y provocarían que se volteasen. Así podría acabar con todos.
Esperó un poco desde que entraron en la posada e hizo su aparición. Los dos ballesteros fueron cogidos por sorpresa, y uno murió en el momento con una de sus propias saetas, que Vyse había clavado en su gaznate. El otro murió gracias al compañero que no fue emboscado: se giró ante la entrada de Vyse y disparó. Vyse ya había colocado al otro en medio de la línea de tiro. Los espadachines cargaron contra él, y este evitó un tajo lanzando el cuerpo sin vida del ballestero contra ellos. Sin pausa se lanzó a por el ballestero que quedaba ignorando a los espadachines.
De pronto la puerta se hizo astillas y Marth y Blady cargaron contra los de las espadas. Marth acabó con el suyo, y Blady, realizando movimientos del clan Fu, redujo al otro al tiempo que Vyse hacía lo mismo con el de la ballesta.
—¿Quién va a responder a nuestras preguntas? —les preguntó Vyse a los dos que quedaban, recuperando el aliento.
Ante el silencio de ambos, usó la persuasión:
—Recordad que, con uno de vosotros vivo, llega.
Los dos cautivos, bajo la influencia de las armas que Blady y Marth les habían sacado, se observaron y uno de ellos se apresuró a decir con voz trémula:
—Yo os diré todo, pero por favor, no me matéis.
—No, yo contestaré —se apresuró el otro al oír a su compañero.
—Tener dos rehenes puede dificultarnos las cosas —observó Vyse.
—También nos puede ayudar a descubrir la verdad antes —hizo notar Marth.
Ante la mirada de sus compañeros dirigió a su cativo a una esquina de la habitación.
—Colabora y vivirás —le dijo mientras le cortaba un trozo de la túnica de piel de conejo que llevaba, con el que le amarró las muñecas.
Con otro trozo le cubrió la cabeza tratando de cubrirle bien las orejas. Después explicó al resto:
—Les haremos las mismas preguntas, y si las respuestas no coinciden es que mienten. Tú —dijo señalando al cautivo que Blady retenía— serás el primero en contestar, y hazlo en voz baja para que no te pueda oír tu camarada.
Comprendiendo el plan de Marth, Blady separó a su prisionero aún más del otro.
—¿Cuál era vuestra misión? —le preguntó.
El hombre tragó saliva y contestó con voz muy baja:
—Matar a un hombre que vendría. Por la descripción que nos dieron, aquel —dijo, levantando la mano temblando para señalar a Marth.
—¿Por qué?
—La organizadora de Víctor así lo ordenó, y todos le obedecemos.
—¿Kalia?
—No conozco a ninguna Kalia. Ella se llama Ceres.
—Descríbela.
La ira recorrió el cuerpo de Marth cuando entendió que la descripción de Ceres coincidía con la de Kalia, por mucho que esta se cubriera. Esa mujer le había engañado y no sabía el porqué. No le había preguntado nada con lo que pudiese haberla ofendido. Eso solo le dejaba una opción posible: los habían estado vigilando desde el momento en que habían aceptado el encargo, pero no había forma de averiguar quién.
—¿Dónde podemos encontrar a Víctor y Ceres? —continuó preguntando Blady.
Viendo que el hombre no contestaba al momento, Vyse se apresuró a forzarlo.
—Recuerda que solo necesitamos a uno de vosotros, y estas mismas preguntas se las haremos a tu compañero.
—Víctor está siempre en su mansión —dijo inmediatamente—. Está muy gordo y le cuesta moverse, pero aun así sigue organizando fiestas en su mansión. Ceres es todo lo contrario. Hay quien dice que le gusta ensuciarse las manos antes que ver a Víctor, así que ella es la que hace todo y busca información complaciente para ellos.
Marth intentó buscar algo de verdad en lo que le había dicho Kalia o Ceres con una simple pregunta:
—¿De dónde salió Ceres? ¿Fue una esclava o concubina alguna vez?
El hombre lo miró risueño.
—No creo que nunca haya ejercido esa labor. Ceres es prima de Víctor y le pidió protección cuando se enteró del matrimonio forzado que querían imponerle sus padres. Le prometió a Víctor que le conseguiría mujeres, dinero y que le ayudaría siempre. Ahora mismo, Víctor no es nada sin su prima Ceres.
—Das a entender que varios son los que dirigen todo. ¿Quiénes son ellos? —preguntó Blady al ver que Marth se retiraba, meditando la respuesta.
—Ellos son los que reparten la ciudad. Al menos, eso me dijo un amigo que siempre los protege. Los llama el Sol, la Luna y la Tierra porque representan todo en la ciudad.
—¿Es “la Parra” uno de ellos?
—No conozco ninguna parra.
Viendo su expresión supieron que decía la verdad. Además, Vyse le había metido miedo en el cuerpo, por lo que no intentaría nada.
—Última pregunta, ¿cuándo es la próxima fiesta?
—Mañana por la noche —respondió con miedo y esperanzas de ser liberado.
—Un consejo, yo de vosotros esperaría para salir de aquí —amenazó Vyse una vez más—. Y quizás debáis abandonar la ciudad. ¿Quién sabe cómo se pondrán vuestros superiores ante el fracaso?
Tras estas palabras, el grupo salió por la puerta con normalidad, como si fuesen huéspedes que se alojaban allí. Esa era la mejor forma de no llamar la atención: dejándose ver.
Se alejaron del gran sauce y caminaron por las sinuosas calles.
—¿Qué hacemos ahora? —preguntó Vyse.
—Es una buena pregunta. Creo que deberíamos buscar una posada por aquí cerca —respondió Blady.
—Coincido —asintió Marth acariciando el pomo de su arma—. Por lo que nos ha contestado ese hombre, creo que nos han estado vigilando desde que aceptamos el encargo. ¿Qué otra razón podría tener esa mujer para mentirme e intentar matarme?
—Puede ser, aunque no me parece muy probable.
Encontraron otra posada, no muy lejos de aquella en la que habían sufrido el altercado. En ella alquilaron una habitación y estancia para esa noche. Blady había quedado en reunirse con la chica pecosa al día siguiente, por lo que volvería a la taberna de la noche eterna. Por otra parte, Vyse y Marth deberían aprovechar para colarse en la fiesta de Víctor. Esperaban poder encontrar máscaras de animales al día siguiente.


Los relatos de Nyx Umbrosa, " El hacedor de Mundos".
Autor: Daniel Ares Blanco.
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