28/10/2024
Las estructuras políticas y la violencia política y sexual contra las mujeres militantes. Por Ana Muiña.
Desde el final del franquismo y la Transición, muchas de las adolescentes y jóvenes que militábamos en las organizaciones de la izquierda, muy a la izquierda de los partidos de izquierda tradicionales (también en todos los demás partidos), éramos víctimas de acosos sexuales e intentos de violación de nuestros "compañeros".
Estos eran los "jefes" que estaban por encima de nosotras, situados en jerarquías muy estructuradas, donde solo se pedía fidelidad y culto a los líderes. En los órganos de dirección no se tomaba ninguna medida, porque los acosadores eran cuadros medios u altos, afectando a algún secretario general.
50 años después, se siguen reproduciendo exactamente los mismos patrones de violencia, con el silencio generalizado de todos los órganos de las direcciones de los partidos y grupos, compuestos, hoy día, por muchas mujeres, que a pesar de etiquetarse como feministas, declaran no haberse enterado de nada, con gestos de contrición de confesionario de iglesia, de idolatría, cuando la noticia les ha explotado en la cara.
Las estructuras políticas y sociales, los partidos, sindicatos, y otros entes variados, también en el ámbito libertario y alternativo, tienen como función básica la de perpetuarse e ir consiguiendo más cota de poder. (Salvando las prácticas de las asambleas y otras formas de organización básicas que sean útiles para luchar).
Dichas estructuras partidistas son antidemocráticas en su esencia, porque todo lo que les impide afianzarse y crecer lo silencian. El criterio de verdad, de justicia, de igualdad y de solidaridad no existe, porque su espíritu tiende a lo totalitario. A seguir perpetuando el sistema social capitalista que nos precipita al colapso.
Sus dinámicas llevan demasiado habitualmente a la oscuridad y a la hipocresía. Desprecian el sufrimiento personal que producen a las mujeres militantes, las distintas expresiones de la violencia: sexual, de sometimiento, de ninguneo, de apropiación de ideas, prácticas y de escritos... y afianzan la impunidad de los agresores, hasta que salta o no a la luz pública.
Las relaciones de abuso, poder y dominación impregnan cada una de las células sociales en las que estamos. ¡De todas! El sistema es jerárquico y patriarcal. Las mujeres tenemos que seguir defendiéndonos, en los actos individuales, y buscado el apoyo real y sincero de otras mujeres. ¡Lo personal es político!
Abundo en todas estas reflexiones en la introducción del libro de Hildegart, de Eduardo de Guzmán.
Busquemos más democracia directa, más decisiones tomadas de abajo a arriba, más espíritu crítico, más franqueza, más medidas drásticas contra los abusadores, y desterremos las calumnias que se vierten sobre quienes sufren las violencias, sobre las mujeres.