02/02/2024
A Miguel Ángel le gustaba salir con los chicos, con la antigua pandilla del barrio, pero luego, cuando estaba con ellos, nunca terminaba de sentirse como antes, como en casa; y notaba claramente que algo se había roto, que ellos, con su mejor fe, le daban un toque y le decían Eh, Miguel Ángel, qué es de tu vida, tío, vente esta tarde a dar una vuelta, ¿no?, pero que lo decían más que nada por cumplir, para sentirse bien. Él estaba un poco de más, y no sabía hasta qué punto incluso les cortaba el rollo y era una molestia. ¿Estarían haciendo lo mismo de no estar él presente? ¿Dirían esas mismas palabras, u otras distintas? ¿No estarían, entonces, seguramente hablando de él?
Es verdad que estaba algo torpe, siempre un poco somnoliento, y quizá no era el que más aportaba a la diversión del grupo. Ellos procuraban no preguntarle por el hospital, no mucho, al menos; era como un tema prohibido y se notaba que los incomodaba. A él tampoco le apetecía hablar de aquellos meses tan malos, que en su mente se confundían; le costaba ordenar algunos recuerdos, saber qué fue antes y qué después; y tenía muchas lagunas, recuerdos como islotes aislados en los mares de la memoria, unos islotes a los que no sabía cómo había llegado ni cómo se fue de ellos; y lo peor de todo, había recuerdos que ni siquiera sabía si habían sucedido, si eran reales.
EL DESTIERRO INTERIOR (Relato), en https://www.ddpuche.com/inicio/blog/el-destierro-interior