27/11/2024
Charles Schulz fue ampliamente aplaudido por una larga lista de logros. El creador de la tira cómica Peanuts fue nominado al Premio Pulitzer, y sus cómics le valieron un Emmy, un Peabody y una Medalla de Oro del Congreso.
La genialidad de Peanuts de Charles Schulz como obra global es que parece simple, fácilmente reproducible. Pero la simplicidad y la complejidad son categorías arbitrarias, pero verdadero fundamento de las obras de arte duraderas es la aceptación de las contradicciones, y Peanuts no es una excepción: es a la vez universal e idiosincrásica, miniatura y vasta, limitada e infinita, compuesta e improvisada, claustrofóbica y sugerente, cáustica y sentimental, divertida y triste.
A través de las interacciones de sus cautivadores personajes (llenos de contradicciones, con sus propios conflictos internos), estamos dentro de la psique fragmentada de Schulz, sin que lo sepamos, porque nunca lo sentimos así mientras leemos la tira; el contenido no es consciente ni pretencioso ni “meta”. A pesar de los paneles pequeños, apretados, incluso densos, Schulz sabiamente nos mantiene a la altura de los ojos de los personajes, y así podemos entrar fácilmente en una viñeta de Peanuts e imaginarnos deambulando junto con los personajes dentro de lo que, paradójicamente, parece un mundo ilimitado; tal vez esto es lo que se siente dentro de la caseta del perro de Snoopy. Habitamos el drama a medida que se desarrolla, siguiendo a estos personajes como si fueran personas reales, a pesar de sus cabezas enormes, sus brazos ondulados y sus ocasionales adornos gráficos.
Peanuts no tiene una escala discernible, porque existe simultáneamente como pequeños incrementos y como una totalidad de cincuenta años, un poema épico compuesto enteramente de haikus. Por otra parte, tal vez eso sea también la vida: breves y densos momentos de intensa y concentrada conciencia, pequeñísimas epifanías que se acumulan a medida que envejecemos, una acumulación de esfuerzos, algunos significativos y otros sin sentido, momentos demasiado reales que inquietantemente parecen de alguna manera también irreales, anotaciones que toman nota de todo, dentro y fuera. Una vida, toda la vida.