25/03/2022
Sé que de normal mis crónicas suelen ser el día después de una sesión, y a pesar de que toda sesión tiene un especial significado, la de este sábado seguramente es una de las más cruciales a las que me enfrento.
Es la primera sesión enfocada al baile con público desde el año 2020, qué rápido se dice, qué rápido ha pasado, pero falta tiempo para poder contar todo lo vivido y todo lo que ha cambiado.
Tras dos años de viajes sonoros enfocados a conocerme, a encontrar ese punto de equilibrio entre cuerpo y alma, vuelvo a enfrentarme a un público exigente y distinto.
Vuelvo a un lugar talismán para mí, CERLER, seguramente uno de los lugares que mejores momentos ha dejado en mi memoria. Como la última sesión en el 2019 para sus fiestas, la cantidad de gente que hubo, la comunión entre público, DJ y música. Se me pone la piel de gallina solamente de recordarlo.
Los nervios, las dudas, las inseguridades, empiezan a ser ya importantes según se acerca el momento. Sentimientos que siempre he tenido, pero que tras dos años sin subir a una cabina, se me apoderan más que nunca y ya me cuestan controlar, no quiero imaginar mañana…
Lo que está claro, es que la sesión de mañana va a ser un punto de inflexión en mi “carrera” profesional. Un día para saber si sigo capacitado en hacer lo que creo que hacía bastante bien, pero en tiempos totalmente distintos, o llega el momento de replantearse las cosas. Ojalá sea lo primero.
No sé a quienes de vosotrxs veré, a los que estéis, seréis testigos de lo que allí suceda (espero que mucho baile). A los que no, ya os contaré el desenlace de esta historia.
Lo que no ha cambiado es mi manera de vivir la sesiones desde el primer día que me puse tras los platos, y es hacerlo como si fuese la última vez que lo hago.