22/12/2024
SPN
Iván Rasmilic Briones. Para quienes no lo conocieron, en Chile, sobre todo en la década de los noventa, destacaba este hombre de imponente figura, barba a veces rojiza, rastas como raíces de un árbol antiguo y tatuajes gruesos que parecían historias incompletas. Se le veía siempre amable, protegiendo o ayudando en el escenario de las bandas insignia de aquella época: Fiskales Ad-Hok, Políticos Mu***os, Supersordo, La Floripondio y muchas otras. Además, organizaba la seguridad de las vallas en los conciertos de rock de todo tipo. Así, todos sus amigos acabamos trabajando con él, defendiendo escenarios de los escupitajos y abrazos mal calibrados del público chileno, a veces en forma bastante inútil, para bandas como Bad Religion, Sepultura, Kiss, Slayer, Ozzy Osbourne, Rolling Stones, Fabulosos Cadillacs, Beastie Boys y mil etcéteras.
Era un fan entusiasta y un proselitista de la música underground. Recuerdo especialmente las muchas ocasiones en que fuimos con Álvaro España y nos abandonábamos en casa de Vanchi, fumando felicidad y escuchando a Jesus Lizard (cuando Jesus Lizard aún no existía). Y comiéndonos los pasteles de fresa que su madre escondía sobre la nevera. También estaban las largas barbacoas en su taller de Elena Blanco, que compartía con destacados artistas y amigos como Brenda Banda, Joe Molina, Claudio Fernández o Pepe Dunquerque. Estos eventos podían durar varios días, una verdadera fiesta de la creatividad y el dolor de cabeza de la resaca.
Luego, a fines de los noventa, se volvió a Alemania, de donde provenía y donde había pasado su adolescencia y niñez. Yo, en mi mente cerrada y gris, infra-desarrollada casi en su totalidad bajo el régimen de Pinochet, estaba seguro de que Vanchi era extraterrestre. Pero, no sin cierto alivio, descubrí que Alemania era donde Vanchi había crecido, y no algún planeta del sistema solar ni de la Federación Unida de Star Trek.
Fue en Alemania, a fines de los noventa, donde comenzó lo que hoy, en jerga académica moderna, se llamaría “gestión cultural” o “dinamizador cultural”. Aunque lo que hacía Vanchi poco o nada tenía que ver con este tipo de personajes que muchas veces son entrenados en universidades de las grandes ciudades para captar subvenciones y repartirlas entre sus amigos o al mejor postor. En el ámbito underground de toda Europa, Iván organizó las primeras giras o participó de ellas con bandas como La Floripondio, Fiskales Ad-Hok, Familea Miranda, Belial, Undercroft, luego Elektrozombies y Peores de Chile, entre muchas otras. En Hamburgo montaba y ayudaba a montar conciertos de innumerables músicos locales y foráneos. Esto lo hacía de forma entusiasta y desinteresada, dando una lección muchas veces a compañías de booking y otros parásitos de la música.
Desde el año 2000, con mis Familea Miranda, salimos con él y su camión a tocar por países como Polonia, Holanda, Bélgica, Suiza, Austria, Alemania, Eslovaquia, República Checa y Francia. En todos lados nos recibían como a hermanos, y a Vanchi todo el mundo lo trataba como si fuera un local. Muchas veces acababa atendiendo la barra del venue, cocinando para todo el mundo y haciendo que todos bailaran al ritmo de sus cassettes hechos mi**da. Otras veces solo terminábamos conversando, bebiendo y compartiendo hasta las tantas.
Su partida marca el fin de una era. Removió fuerte la escena underground.
Para quienes no conocieron a Iván Rasmilic Briones, además de ser todo esto que antes mencionaba, fue un muy buen amigo. Admirablemente generoso, amable y cariñoso. La pena inunda y lo voy a extrañar. Hamburgo tampoco será el mismo Hamburgo para muchos de nosotros.
Milo Gomberoff
ENG
Iván Rasmilic Briones. For those who didn’t know him, in Chile, especially during the 1990s, he stood out as a man of imposing presence—his figure, his sometimes reddish beard, dreadlocks like the roots of an ancient tree, and thick tattoos that looked like unfinished stories. He was always kind, protecting or helping on stage for iconic bands of that era: Fiskales Ad-Hok, Políticos Mu***os, Supersordo, La Floripondio, and many others. He also organized security for concert barriers at rock shows of all kinds. In the end, all of us friends worked with him, defending stages from the spit and poorly-calibrated hugs of Chilean audiences, sometimes quite unsuccessfully, for bands like Bad Religion, Sepultura, Kiss, Slayer, Ozzy Osbourne, Rolling Stones, Fabulosos Cadillacs, Beastie Boys, and countless others.
He was an enthusiastic fan and evangelist of underground music. I vividly remember the many times we went with Álvaro España and let ourselves go at Vanchi’s house, smoking happiness and listening to Jesus Lizard (before Jesus Lizard even existed). And devouring the strawberry cakes his mother used to hide on top of the fridge. There were also the long barbecues at his workshop on Elena Blanco Street, shared with notable artists and friends like Brenda Banda, Joe Molina, Claudio Fernández, or Pepe Dunquerque. These gatherings could last for days—a true celebration of creativity and the inevitable hangover headaches.
Later, in the late ‘90s, he returned to Germany, where he had spent his childhood and teenage years. In my narrow, grey, and underdeveloped mind—shaped almost entirely under Pinochet’s regime—I was convinced Vanchi was an extraterrestrial. But, with some relief, I learned that Germany was where he had grown up, not some planet in the solar system or the United Federation of Planets from Star Trek.
It was in Germany, in the late ‘90s, where he began what we might now call “cultural management” or being a “cultural promoter.” However, what Vanchi did had little to do with the kind of people often trained in universities to chase subsidies and distribute them among their friends or the highest bidder. In the underground scene across Europe, Iván organized or participated in the first tours of bands like La Floripondio, Fiskales Ad-Hok, Familea Miranda, Belial, Undercroft, Elektrozombies, and Peores de Chile, among many others. In Hamburg, he hosted and helped host concerts for countless local and international musicians. He did it enthusiastically and selflessly, often putting to shame booking companies and other music parasites.
Starting in 2000, with my Familea Miranda, we toured with him and his truck across countries like Poland, the Netherlands, Belgium, Switzerland, Austria, Germany, Slovakia, the Czech Republic, and France. Everywhere we went, we were welcomed like family, and Vanchi was treated as a local. Many times, he ended up tending the bar at the venue, cooking for everyone, or making the crowd dance to his battered cassettes. Other times, we just ended up talking, drinking, and sharing until the early hours.
His passing marks the end of an era. He shook the underground scene to its core.
For those who didn’t know Iván Rasmilic Briones, beyond everything I’ve just mentioned, he was a wonderful friend—admirably generous, kind, and loving. The sorrow is overwhelming, and I will miss him deeply. Hamburg will never be the same Hamburg for many of us.
Milo Gomberoff