27/12/2024
26 de diciembre de 2024
Babygirl no es simplemente un thriller erótico
Por Angelica Jade Bastién , crítica de cine y cultura pop de New York y Vulture
Babygirl está protagonizada por los or****os de Romy Mathis, una directora ejecutiva de una empresa tecnológica muy visible que lleva una vida idílica y adinerada cuya envidiable superficie siempre esconde una sorprendente falta de realización. Interpretada por Nicole Kidman, está casada con el cariñoso director de teatro Jacob (Antonio Banderas), que está más comprometido con su interioridad que ella con la de él. Su vestuario se compone principalmente de tonos beige fríos, grises pizarra, cremas y ocres. Vive en un lujoso apartamento de gran altura y en una casa en el norte del estado en una lujosa finca; lo que tiene en evidente riqueza material, le falta en satisfacción sexual y sensual.
Ese primer orgasmo, un gemido frágil y sin entusiasmo que se extiende mientras el logo de A24 llena la pantalla, no es tanto una experiencia como una actuación. Kidman interpreta a Romy como una persona hiperconcentrada en convencer al personaje de Bandera de que está encontrando placer: el movimiento de su cabello (o más precisamente, las cerdas astilladas de la escoba que funcionan como la peluca atrozmente rígida de Kidman), la susurradura de su forma de hablar, la frialdad despreocupada de su “te amo” en respuesta a su “te amo” que comunica una distancia que acecha entre ellos, aparentemente sin que él lo sepa. Su dinámica sexual es clara: él toma la iniciativa, ella se calla lo que realmente quiere. Más adelante, nos enteramos de que ella nunca ha tenido un orgasmo real con él en sus 19 años como pareja.
Romy no espera a que el sudor de su marido se disipe antes de saltar de la cama, saltar al otro lado de su morada minimalista y abrir su portátil para ver p***o mientras se masturba en el suelo. Aquí, su gemido es crudo y gutural. Es similar al orgasmo final de la película, que finalmente experimenta con su marido, después de que una verdad primordial sobre lo que realmente anhela se le revela lentamente a lo largo de la película: quiere que le digan qué hacer. En Babygirl , la chica jefa no está siendo vilipendiada ni siquiera criticada, sino explorada con un interés astuto.
Lo que precede al orgasmo final es una mirada serena a una mujer blanca de mediana edad con gran influencia que arriesga su matrimonio y su relación con sus hijos, todo con el fin de no ser rehecha por el deseo, pero con suerte revelada por él. Todo gracias a una nueva presencia que la saca de su estupor reglamentado: Samuel (Harris Dickinson), un nuevo pasante asertivo en su empresa con quien comienza una relación con tintes B**M. Sus juguetes y su evidente atracción por ella despiertan algo dentro de Romy. Consideremos un intercambio inicial cuando ella le pregunta cómo calmó a un perro negro suelto que causaba estragos en una calle de la ciudad de Nueva York.
The film about a female CEO cheating with a male intern is less scintillating and more a chilly, half-formed women’s picture.