24/10/2024
Para ANALIZAR.
1. Sororidad como resistencia a la violencia política de género
El concepto de sororidad fue desarrollado en gran parte por la filósofa y teórica feminista mexicana Marcela Lagarde, quien define la sororidad como una alianza política entre mujeres para enfrentar la opresión patriarcal. En su obra, Lagarde subraya la necesidad de que las mujeres construyan relaciones de confianza, solidaridad y apoyo mutuo para confrontar las diferentes formas de violencia y discriminación que las afectan en sus vidas cotidianas, tanto en el ámbito privado como en el público.
En este sentido, la sororidad es un acto de resistencia frente a la violencia política de género, pues implica la creación de redes de apoyo que permitan a las mujeres resistir las agresiones que enfrentan en los espacios de poder. Lagarde sostiene que la sororidad es una herramienta política que busca romper con las dinámicas de aislamiento y competencia que el patriarcado promueve entre las mujeres, permitiendo la construcción de una lucha colectiva que desafíe las estructuras de poder opresivas (Lagarde, 2006).
2. Sororidad como construcción de espacios seguros y colectivos
La creación de redes sororales en contextos políticos puede ser analizada también desde los estudios de Joan W. Scott, quien en su trabajo sobre las políticas de la diferencia y la igualdad, destaca la importancia de que las mujeres construyan espacios seguros y colectivos para cuestionar las normas patriarcales que rigen la política tradicional (Scott, 1996). Scott argumenta que la construcción de estos espacios no solo es crucial para proteger a las mujeres de la violencia, sino que también permite replantear las reglas del juego político, desafiando la estructura excluyente de la política formal.
Además, la teórica feminista Adrienne Rich introdujo el concepto de "compañerismo de mujeres" o "amistad entre mujeres", que está estrechamente relacionado con la sororidad. Rich sugiere que las relaciones entre mujeres son un acto de resistencia política contra un sistema patriarcal que busca dividirlas y debilitarlas. Este concepto amplía la idea de sororidad, ya que enfatiza cómo las mujeres pueden crear estructuras de apoyo que les permitan resistir las agresiones externas, especialmente en el ámbito político, donde son deslegitimadas o excluidas (Rich, 1986).
3. Sororidad como desafío a la cultura patriarcal
En el ámbito de la violencia política de género, las teóricas feministas como Nadia Urbinati y Iris Marion Young han señalado que la sororidad permite a las mujeres construir coaliciones políticas que desafían la cultura patriarcal dentro de las estructuras de poder. Urbinati, en su análisis sobre la democracia deliberativa, resalta la importancia de la inclusión de voces marginadas, especialmente de las mujeres, en los procesos políticos. La sororidad, en este contexto, ayuda a contrarrestar la opresión sistémica que silencia y excluye a las mujeres en los espacios de deliberación pública (Urbinati, 2006).
Por su parte, Young, en su obra "La justicia y la política de la diferencia", analiza cómo la solidaridad entre mujeres puede desestabilizar las formas tradicionales de poder político que perpetúan la violencia de género. Young destaca la importancia de que las mujeres se apoyen mutuamente para crear una nueva cultura política que valore la diversidad y la igualdad, en contraposición a la cultura patriarcal dominante que perpetúa la exclusión y la violencia (Young, 1990).
4. Sororidad y legislación contra la violencia política de género
En el análisis de los avances legislativos en materia de violencia política de género, es fundamental mencionar los aportes de estudios sobre derecho y feminismo que han impulsado marcos legales para proteger a las mujeres en la política. Celia Amorós, en su obra "Tiempo de feminismo", señala que la sororidad ha sido un elemento clave para lograr cambios estructurales, como la aprobación de leyes que reconocen y sancionan la violencia política de género. Amorós subraya que estos cambios no son solo producto de un activismo individual, sino del trabajo colectivo y sororal de las mujeres que se han organizado para visibilizar y combatir esta forma de violencia (Amorós, 1997).
En un estudio más reciente, Flavia Freidenberg analiza cómo la sororidad ha sido crucial en América Latina para el desarrollo de cuotas de género y leyes contra la violencia política de género. Freidenberg señala que la creación de estas normativas ha sido posible gracias a la articulación sororal de mujeres en diversas esferas de poder (partidos políticos, parlamentos, movimientos feministas) que, unidas, han logrado influir en la creación de políticas públicas que protegen a las mujeres en la política (Freidenberg, 2020).
5. Sororidad y el cambio cultural
Finalmente, la teoría feminista decolonial ofrece una perspectiva crítica sobre cómo la sororidad puede generar un cambio cultural profundo al desafiar no solo el patriarcado, sino también las jerarquías raciales y coloniales dentro de los sistemas de poder político. Ochy Curiel y Rita Segato, en sus análisis sobre el feminismo latinoamericano, argumentan que la sororidad entre mujeres racializadas y marginadas es una herramienta esencial para enfrentar las múltiples formas de opresión que intersectan en el ámbito político. Estas autoras sugieren que la sororidad, más que una simple solidaridad, es una forma de resistencia colectiva que busca transformar las estructuras patriarcales, coloniales y racistas del poder político (Curiel, 2014; Segato, 2016).
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