13/09/2020
LOJA LEJANA
Cada vez que se acerca septiembre, a los que estamos en el segundo tiempo de la tv existencia, nos vienen a la memoria las ferias lojanas de los años 60s. las mismas que se realizaban en los alrededores de la vieja estación (hoy Parque Bolívar) y continuaban en diversas calles hasta el Parque Central.
Mocosos aún, salíamos en jorga a dar vueltas, sin centavo en el bolsillo, y con el no tan santo propósito de robar bocadillos de maní y panela, para equiparar aquellos almuerzos de casa, flojos en calorías.
Más allá, entre tendales y carpas, olores y sabores, nos íbamos encontrando con el exquisito algodón de azúcar y la infaltable capa de polvo que los cubría; también con los deliciosos huevos chilenos, o con los hot-dogs llamados por ese entonces: perros calientes. Tampoco faltaban los bizcochuelos de “San Pedro” preparados –según decían- con huevos de pacaso ; los sánduches de pernil de cerdo, y una bebida, cuyo nombre me recordaba el apellido de mi profe de Matemáticas : Morocho.
En materia de gastronomía popular, en una serie de casetas llamadas chinganas, se pregonaban platos desde: Ceviche de arvejas, Repe de guineo jíbaro, y Cesina con yuca, hasta : Cuero con papas, Sancocho de res, y la versión lojana del chaulafán : la chanfaina. Y claro, para que no haga daño el menú, habían licores criollos como : Punta, Tapetusa, Guanchaca y Hueso de Oso, para quienes gustaban practicar el “deporte de alzar el codo”.
Mientras tanto los curanderos, con megáfono en mano anunciaban: purgas para el mal de ojo, brebajes para alejar la envidia; pócimas para regresar al ser querido; menjurjes para ahuyentar la mala suerte; polvos para expulsar lombrices; pomadas para eliminar el paño de la cara y los pelos de las axilas; jabón negro, crema concheperla ; imágenes con novena incluida a San Antonio para conseguir marido; los siete bromuros para los nervios, boldo para los gases, y grageas para el mal aliento, entre otros remedios hoy etiquetados como medicina alternativa.
En materia de espectáculos, nunca faltó una dama en terno de baño, metida en una urna con diez culebras, y cuando había crisis económica –a decir de las malas lenguas- las culebras dizque eran reemplazadas con mangueras de un cuarto de pulgada. Falso: solo era parte del humor lojano.
Funcionaba además la tienda de los “fenómenos”, en donde anunciaban: la gallina de cuatro patas, el ternero de dos cabezas, el gallo con muelas, el borrego cruzado con lobo, (y alguien dijo) el perro cruzado por un carro.
En los juegos de azar estaban los ruleteros, “marcando calavera”; los que escondían una arveja entre tres tapillas de gaseosa, o los que nos timaban con cartas marcadas.
Y no podría dejar de mencionar los famosos remates, liquidaciones o gangas que se hacían ya casi al cierre del evento ferial, en donde se promocionaba mercadería con el respectivo descuento: una cobija marca “tigre”, más una toalla, una lavacara de hierro enlozado, un jarro de aluminio.. etc: o sea, todo aquello que se le podía ocurrir a la iniciativa y necesidad del comerciante. “Aprovecha mamita -decían- Verás que: “mañana, mañana /me voy me voy de aquí/ y te quedarás llorando /palomita cuculí.”
Y así, entre ríos de gentes, platos y tazas, cobijas, bacinillas, y zapatos “7 Vidas”, llegábamos al parque Central, en donde nos esperaban las horchatas con limón y las empanadas de harina. Todo ello con el marco musical de las bandas populares de entonces, encabezada por la “1ro.de Mayo “ o la “Sociedad Obreros de Loja”.
Nunca faltaron las delegaciones de ebrios que con imágenes de santos al hombro, guitarra, acordeón y botella, avanzaban entre el tumulto pidiendo limosna para su templo, o sea para su cuerpo.
¿El espectáculo central? : la denominada Cabaña, a la cual asistía la clase “más pudiente” la misma que en cualquiera de las tres noches, se deleitaba con el show de artistas y el baile que generalmente era amenizado por la inolvidable orquesta de Don Medardo y sus Players
Así, en resumidas cuentas, entre globos y castillos, carruseles, ruedas moscovitas y montañas rusas, vivíamos las ferias los muchachos de aquel tiempo.
Queda mucho por contar, pero este espacio se agota, y la paciencia del lector también.
Hasta tanto y mientras dure la pandemia, no queda más que disfrutar las ferias a través del zoom. (W.Brayanes).