02/01/2025
Las promesas de Año Nuevo: ¿Un círculo vicioso?
El reloj marca la medianoche, dando inicio a un nuevo año, y con ello, todas las personas alrededor del mundo hacemos promesas: bajar de peso, ahorrar dinero, formar un hogar, divorciarnos, encontrar pareja, entre otras, acompañadas de cábalas llenas de aspiraciones y esperanzas. Sin embargo, estos decretos suelen quedar olvidadas en poco tiempo. ¿Por qué sucede esto año tras año? La respuesta no es sencilla.
A mi juicio, existen dos razones principales: la inquietud y los problemas.
Inquietud personal, vivimos en una sociedad líquida que fomenta una creciente inquietud por la independencia, en busca de una satisfacción inmediata que no siempre está relacionada con necesidades esenciales, como la alimentación. A menudo, el fracaso de estos intentos individualistas se extiende a problemas sociales, como el orden público, que se vuelve más difícil de resolver debido a que este contexto está en constante cambio y no tiene continuidad. Las promesas del ritual de Año Nuevo están vinculadas al individualismo moderno, y cuando no se cumplen, la responsabilidad recae exclusivamente en la persona, sin darnos cuenta de que existen factores externos que también moldean nuestras vidas.
Los problemas sociales que limitan y dificultan el cumplimiento de nuestras metas personales es la estructura social, que toma el control de nuestras vidas de manera sutil, distrayéndonos con ilusiones, como a un niño con par de caramelos. Esta distracción desvía nuestra atención de problemas fundamentales como la desigualdad, la pobreza, la precariedad laboral, la educación y la salud, y, al mismo tiempo, exime a las instituciones de su responsabilidad de mejorar las condiciones de vida de la población.
Entonces, las promesas de Año Nuevo no fallan porque no las intentemos, sino porque el mundo en el que vivimos no siempre las facilita. No te frustres si no todo sale como planeaste. La clave no está en esperar el momento perfecto, sino en avanzar poco a poco, a pesar de todo. El cambio no llega cuando el reloj marca la medianoche, sino cuando aprendemos a caminar en nuestro propio ritmo, con todas las barreras y posibilidades que el mundo nos pone enfrente.
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