01/06/2024
Inspirada en un mes tan especial
En tiempos donde la se impone creo que las letras con su magia nos ayudan a reforzar valores y una lógica para un sano vivir 🆙
Aquí les dejo el cuento: “Entre perres y lazos coquet”; espero lo disfruten 🤩
Entre perres y lazos coquet
En el mundo de los de cuatro patas de animales domesticados, vivía Fiorela Justina. Ella era tan bella como delicada, por su raza no podía juntarse con cualquiera. Al ser una perrita french poodle se creía de alcurnia. Era tan mimada que no podía o no quería comer atún, odiaba ese olor en su hocico.
Desde el ventanal de la amplia casa donde vivía, miraba con desprecio a los perros callejeros cuyo pelo era un desastre. Los miraba y sentía asco, convencida estaba que daban vergüenza.
Fiorela Justina de los Olmos era una perra privilegiada. Desde que vio la luz del día, lo hizo en la comodidad de un hogar. Su madre parió a la vista de un veterinario, un anestesiólogo y un ayudante, que hasta masajes le dio en su pancita para que la piel no le quedara flácida y colgada.
A los bebés poodle les pusieron música clásica, a fin de que su alumbramiento no sea un hecho traumático. La camada fue recibida en edredones de pluma de pato y de olores primaverales, que simulaban el olor a pradera.
Con el pasar de los días, en sus cuellos pulchunguitos les colocaron una cadena de plata con placas que les asignaban un nombre. Realmente, nacieron con una vida de perro soñada.
La Fiore se acostumbró a la buena vida y para ella, era obligación ir cada semana a la peluquería canina. Amaba los paseos con la ama de llaves y las fiestas de cumpleaños, sus dueños estaban tan locos que traían a toda la cuadra de perros para la sesión de fotos y entrega de regalos. Cada año la temática cambiaba y los dueños se iban obsesionando con sus perrihijos.
En el último cumpleaños a la Fiore le regalaron una Alexa y así, todas las noches se dormía con un cuento de perros. Luego, los regalos subieron de gama y un celular tenía entre sus cuatro patas. Claro como ella vibraba al ritmo de sus patrones loquillos, le crearon una cuenta en redes sociales. Y desde esos espacios del mundo cibernético, la Fiore, fue una influencer de marcas comerciales de comida, medicinas y moda perruna.
Si antes de los likes, la Fiore, se creía diva, cuanto más con ese mundo de amigos imaginarios que le hacían sentir una perra diosa. La french poodle se volvió odiosa, la más insoportable de su especie. Ella, no comía pan si no era el de la panadería gourmet con masa madre, no comía grasa, ni bolitas que no eran de marcas top. Era tan odiosa que el agua que calmaba su sed debía tener electrolitos.
Cuando caminaba era una adefesia que no podía poner sus cuatro patas en tierra firme, meneaba su cola de derecha a izquierda, y bamboleaba sus orejas con lazos coquet. Convencida estaba que su popo olía a flores, toda ella, era un personaje. Se le estaba olvidando ser una verdadera perra.
Un octubrino día, amaneció y miró su escultural cuerpo de cintura de avispa. Luego de las mascarillas de pepinillo sobre sus ojos, se vistió con faldas de tutu y mirándose al espejo se dijo a sí misma.
__Hoy tengo ganas de ser una gata, puedo hacerlo si yo, quiero.
En fin, a mí, nada me queda corto, solo el cielo es el límite___.
Luego, pensándolo bien, decidió que no quería que la llamaran de su nombre. La tendencia era dejar abierta las posibilidades, desde ese día ya no era Fiorela Justina, sino perre. Dependiendo, con qué pata se levantaba, decidía ser perra o perro. Y cuando la decisión era difícil se autodefinía perre.
Su vida perruna soñada se estaba yendo a un agujero negro. Sin darse cuenta Fiorela Justina se estaba olvidando de ser una perra. Aunque para ella todo era luces, flash, likes, portadas de revistas, cócteles y fiestas privadas de animales millonarios, en el silencio de la noche, en esa soledad tan íntima, lloraba porqué no era feliz.
Aunque su arrogancia no le permitía mirar la belleza de las cosas simples tuvo la suerte de encontrarse con Pancracio, el perro Border Collie. Este anciano y desgastado canino
había vivido tanto, y lo había hecho muy bien, que irradiaba paz y alegría.
La Fiore lo había mirado más de una vez en el parque. Siempre estaba rodeado de amigos y con una sonrisa envidiable, se lo veía feliz.
Fue tanta la curiosidad de Fiore que le preguntó lo siguiente:
___Dime perro, tú que estas viejo y caminas lento ¿cómo haces para lucir bien?
Es como si tu no tuvieras problemas, no te quejas del calor del sol, del frío, del polvo, del ladrido de los otros perros, de los aullidos de los gatos, de los popos de los pájaros, de los tóxicos humanos que quieren besarnos y abrazarnos todo el tiempo, ¡Qué abombe!
¿Cómo haces para distraerte?, yo no puedo hacerlo sin redes sociales.
¿Cómo es posible que lleves en tu hocico un hueso grande que te hace chorrear la baba?
En definitiva eres naco, pero feliz.
Dime cómo se llama tu amo, yo quiero ir unos días a tu casa para ver si yo puedo ser feliz. A mí siempre me falta todo y por eso, quiero encajar y probar las tendencias, aunque me sienta tan infeliz como vacía.
Quiero algo de la felicidad que tú irradias___.
El buen Pancracio se paró, estiró su pata contra el árbol y meó con todo el placer. Luego se sacudió y rodó sobre el llano. Allí echado mirando al cielo dijo:
___Fiorela Justina mi respuesta está en las acciones hechas frente a tus ojos. Yo no he olvidado mi esencia, soy perro y así he de morir. No pretendo probar las modas queriendo ser perre o gato, soy feliz con lo que soy.
Nadie, en esta vida puede ser feliz si le falta gratitud en el corazón, entonces anda y vete al espejo y en vez, de alimentar tu arrogancia, encuéntrate a ti misma antes de que termines vacía y tóxica___.
Karina Elizabeth López Pino
La pasión por escribir