25/11/2024
🔥 Bajo las llamas de Chaucha 🔥
Diez bomberos y 130 voluntarios enfrentaron lo que parecía un desafío imposible: controlar el incendio forestal que amenazaba con consumir los bosques y páramos de la Cascada de Jerez, en Chaucha. La jornada comenzó de madrugada, bajo el manto de un cielo aún negro y cargado de cenizas.
A las tres de la mañana, partimos en una furgoneta desde el punto de acopio. En el asiento delantero iba Camila Espinoza, quien lideraba la expedición con una mezcla de determinación y agotamiento acumulado. Más tarde, llegamos a la plaza de San Joaquín, donde otros ocho voluntarios se unieron al grupo. Mientras avanzábamos, me contaban que muchos eran montañistas que veían en esta labor una forma de devolverle a la montaña todo lo que les había dado.
“Realmente no se dice lo que está pasando”, comentó Camila con resignación, refiriéndose a la falta de información sobre la gravedad de los incendios. Más tarde, otra voz añadió una acusación repetida: el acaparamiento de donaciones por parte del GAD parroquial, donde algunos productos se han caducado por la mala gestión. Aun así, entre los voluntarios reinaba el entusiasmo; no había banderas ni consignas políticas, solo herramientas y el deseo de detener el avance del fuego.
El viaje de tres horas transcurrió entre herramientas y donaciones amontonadas en la parte trasera. A nuestra llegada, a tres mil metros sobre el nivel del mar, la silueta del incendio sobre la Cascada Jerez destaca en la oscuridad. Las llamas parecían bailar al ritmo del viento, que las avivaba con furia. El aire olía a quemado, y una caravana de vehículos particulares traía más manos para ayudar.
A las 6:41 de la mañana, los voluntarios comenzaron a organizarse. Un dron sobrevoló la zona para trazar rutas de acceso a los focos del incendio, mientras la impaciencia crecía. Un grupo de 50 personas, armadas con machetes y batefuegos, decidió subir sin esperar un plan claro. Jackson Fernández, suboficial de bomberos, intentó advertirles: “No queremos que se hieran”. Pero en este tipo de emergencias, la urgencia pesa más que la prudencia.
Los bomberos lograron coordinar a los que quedaron abajo. Con una manguera de 900 metros y agua tomada directamente de la cascada, establecieron tres frentes para combatir el fuego. Sin embargo, era evidente que los recursos no alcanzaban. Algunos preguntaban con frustración: “¿Dónde están las Fuerzas Armadas? ¿Por qué no hay helicópteros?”. La respuesta era siempre la misma: los trámites y la burocracia lo hacían imposible.
Decidí subir con un grupo de nuevos voluntarios. A medida que avanzábamos, el aire se volvía más denso, impregnado de humo. El crujido de las ramas consumidas y el rugido de las llamas llenaban el paisaje sonoro. En un momento, una avalancha de piedras interrumpió nuestro ascenso; algunas me golpearon mientras buscaba refugio detrás de un tronco. Luego tuve que prestar mi machete a otro voluntario y el terreno se volvía cada vez más peligroso, entonces decidí descender, guiado por el sonido de la cascada.
Abajo, los voluntarios compartían alimentos y organizaban turnos para llevar comida a quienes seguían arriba. Una señora repartía café y pan con una sonrisa, recordándonos que en medio de la adversidad, la solidaridad es una fuerza poderosa.
Al final de la tarde, los voluntarios y bomberos comenzaron a descender. Sus caras estaban cubiertas de hollín, pero entre el cansancio se asomaba una tímida satisfacción. Habían logrado controlar el incendio por el momento, aunque no extinguirlo del todo. Las palabras del suboficial Fernández resonaron con fuerza: “Agradecemos el apoyo de los voluntarios pero solicitamos venir preparados y seguir las órdenes de los bomberos para evitar contratiempos”.
En la cima, donde antes había vida, quedaba un páramo oscuro y humeante. Sin embargo, el espíritu de quienes estuvieron allí parecía invencible. Entre las cenizas brotaba una certeza: mientras haya voluntarios dispuestos a cuidar la montaña, habrá esperanza. La comunidad no permitirá que esto se repita, y cada esfuerzo cuenta para proteger lo que aún nos queda.
📷✍️Reporte: Tomás Villota Ramirez