10/09/2024
Cerca del medio día durante la hora del almuerzo, estaba una paciente esperando afuera del consultorio porque teníamos cita en un mes y no le alcanzaba el medicamento para el cáncer de mama, ocupaba una receta más. Casualmente yo ya había almorzado, entonces le pregunté, ya te hiciste la mamo y el ultra? Vení y te veo de una vez, yo tengo tiempo.
Tenés una edad muy parecida a la mía, vos habías sido la del accidente verdad? La recuerdo porque ella tiene una discapacidad visual muy importante, entre otras cosas físicas evidentes. Y así empezamos a hablar de su vida pasada. Entre tantas cosas de sus experiencias con muertes de familiares de primer grado por suicidio: su hermana y su esposo.
Yo le conté que yo era muy “morbosa” con el tema del suicidio. Yo sé que esta frase va a sonar muy inapropiada pero es tan cierta como humana. Le contaba que me causaba muchísima duda que podría haber pasado, y todas las mil preguntas que quedan sin responder alrededor de esa muerte.
Me dijo: “yo que lo he vivido de primera mano le digo doctora que en ocasiones las personas que tienen una enfermedad mental la pasan muy mal realmente y pues yo creo que cada uno tiene derecho a decidir, yo que los amé entendí que ellos no querían estar aquí, y bueno, como ha evolucionado la cosa, ya en otras partes del mundo está cambiando esa visión de que si hay una condición cualquiera uno debería poder dignamente decidir, despedirse y irse”
Yo como católica social que soy me dio una culpa porque los católicos no podemos hablar de s**o, de suicidio ni del diablo. Dios guarde, después uno no puede dormir. Fue una conversación que les juro, por esta y otras razones aún le doy vuelta en mi cabeza. Una de las más importantes: la resiliencia de este mujerón.
Hay muchas pacientes, que si no fueran pacientes yo invitaría a tomar café fuera del hospi, siento que seríamos amigas. O mínimo tendríamos una conversación trascendental…como a mí me gustan, como esta. Conversamos por más de una hora.
Bea