03/10/2022
Historia de la música rock en español
Su nombre era Andrés Calamaro, tenía poco más de dieciocho años y se mostraba muy entusiasmado con la idea de estar en una banda de new wave.
Por nuestra parte, Gustavo y yo estábamos fascinados porque con Andrés, un tecladista que estaba tan loco como nosotros, volvíamos a poner a la banda de pie.
El único problema seguía siendo el nombre de la banda, situación que se profundizó cuando por esos días la compañía nos consiguió una presentación en el programa Domingos para la juventud, al que fuimos todos vestidos à la Morgan, con corbatitas y trajes.
Tocamos un par de canciones en vivo y en blanco y negro –Canal 9 fue de los últimos en incorporar el color–, todas versiones que encajaban en el estilo de una banda que por el momento no tenía pretensiones de hacer temas propios.
Aunque esa posibilidad, de alguna manera, estaba acercándose… A esa altura con Gustavo ya éramos muy amigos, estudiábamos juntos, iba a dormir a su casa de Colegiales para preparar materias, cenaba con su familia y nos quedábamos estudiando hasta altas horas de la madrugada.
En esas largas noches de estudio se generó una amistad muy fuerte y una relación de admiración mutua. Creo que él me admiraba por las cosas que iba logrando y yo a él porque era un artista exquisito, que tocaba y cantaba muy bien, y podía hacer las dos cosas al mismo tiempo.
Tras los ensayos, Andrés dejaba sus teclados en mi casa, yo me pasaba horas intentando programarlos y con Gustavo muchas veces nos quedábamos trabajando y jugando como chicos, haciendo música con aquellos aparatos.
Registrábamos con un grabador a casete las sesiones en las que disparábamos los teclados de Andrés, que comenzaban a sonar solos –tenían una opción sample and hold que expulsaba secuencias aleatorias– y no podíamos parar.
Así iba generándose un clima sobre el que improvisábamos una secuencia de notas, una música que ideábamos como la banda sonora de una película imaginaria. Incluso hacíamos un guion a partir de esa música espontánea, en el que Gustavo escribía chistes, empezaba con cosas muy suaves y de repente se ponía a rapear encima de eso, en un supuesto alemán o en “nirvana”, un idioma propio que habíamos inventado con nuestros compañeros de facultad (constaba de palabras con muchas consonantes, muy difíciles de pronunciar, como wax turicxzio, que significaba “qué buen par de tetas”, por ejemplo).
Grabábamos todo eso hasta que se cortaba, y nos moríamos de risa escuchando durante horas y horas aquellas grabaciones que hoy están perdidas. Aquella locura la llamamos, un poco en broma, Proyecto Erecto.
Al poco tiempo de aquella única presentación en televisión, Andrés nos dijo que dejaba la banda para irse a otra con la que tendría verdaderas posibilidades de conseguir algo importante.
Zeta Bosio
Gustavo Adrián Cerati Andrés Calamaro