20/01/2025
Si a usted le gusta lo que hacemos en mucho fue influenciado por este hombre Gracias Emeres
"Émeres, los folclorístas no mueren, se funden para siempre con la historia y la dejan preñada".
Cuando las nuevas generaciones de puertoboyacenses y los foráneos, ven a Emeres Rodríguez Patiño, caminar descalzo por las calles calurosas de Puerto Boyacá, tal vez creerán que se trata de un hombre que perdió la cordura. Pero nada es más lejano de la realidad, pues se trata de un dedicado folclorista, locuaz locutor, comunicador polímata y enérgico y hábil maestro de eventos de cualquier carácter, que camina en silencio con el peso de sus años y el conocimiento a cuestas, entonando las notas del más tenas de los vals del olvido.
Don Emeres no es un hombre de academias, pero qué más academia que la vida, la que ha lo largo de sus experiencias lo ha reunido con decanos de diferentes formas de folklore, sobre todo del que se desprende de la música vallenata y de las bandas Pelayeras.
En este momento, el lector creerá que es un costeño apasionado por su cultura musical, uno más, pero tampoco es así, Émeres es un tolimense que se enamoró en Puerto Boyacá del sonido ilógico pero maravilloso de los vientos que pasan por el corazón de un instrumento musical de origen alemán, al que los costeños le dieron otra oportunidad de existir, convirtiendo los poderes del dios Eolo, en un son, en un paseo o un merengue. Pero no contento con ese conocimiento también se apasionó por los vientos que el bombardino acompaña para completar el sonido de una banda de San Pelayo.
Con la misma compulsividad con la que ha caminado a 'patalimpia' la historia del municipio más caliente de Boyacá, a leído desesperadamente cuanta revista folclórica le recomendaron y con toda la plata que ha ganao, como fontanero, cuantos problemas no ha solucionao y ha viajado a los lugares donde nacieron las manifestaciones y las familias legendarias de estas formas de folklore herrante, para escuchar en el acento origiginal, las proesas de Francisco el hombre y Pacho Rada, convirtiendose así, en un erudito en temas musicales y culturales.
Cuando a p***s la radio comenzaba ha hacer historia en el cinematográfico Puerto Boyacense, Emeres incursionó en Ecos del Río, más que una emisora, una academia radial que antes de desaparecer le dió oportunidad a otros grandes del micrófono como, el gran Javier Comas, Marco Antonio Londoño, Arturo Velasquez y Alberto Segura, para enamorarnos, educarnos, entretenernos y darle un orden lógico a la historia, a la que Émeres le ponía un enérgico entusiasmo académico - musical.
Emeres es uno de los pioneros de casi todos los eventos importantes que se han dado cita a lo largo de la historia del pluricultural puerto petrolero, a los que asistía vestido de blanco y con gargantlilas de oro, pero sin zapatos o con mocacin blanco pasado de griffin.
Pero el tiempo y el desconocimiento de la historia y de sus actores por parte de las nuevas generaciones, han venido relegando al maestro empírico, que entre sus muchos talentos, sabe tratar el español, como con seguridad le gusta que lo traten los humanos, con pulcritud de cirujano, con puntuación, cadencia, y con el correcto uso de las reglas de la razón.
Muchos, sobre todo, los más entrados en años, sabemos que lo que se dice aquí es cierto, Émeres en un ser magnífico, que es culpable en mucho del estilo del redactor de estas letras, su alumno Durlandy Giraldo con quien lograron en el año 2007 sacar a la luz algunas ediciones de un periódico conocido como Horizonte, apoyados por el doctor Diego Luis Ortiz y el exalcalde Jicly Mutis.
Así las cosas, surge la pregunta que a muchos nos duele ¿Cómo puede un pueblo echar al olvido a sus maestros, como puede la memoria no preguntarse de dónde viene lo que hoy es, y hacerse la de la vista flacs ante actores tan importantes como el viejo Emeres? quien habiendo alcanzado ya una edad avanzada enfrenta diferentes achaques normales de los años, al parecer en un centro de salud mental en la ciudad de Bogotá.
Esta nota es homenaje y propuesta de homenaje mayor, para el inigualable y genial 'patalimpia' que su corazón bañado en aguardiente durante tantas parrandas vallenatas sepa que lo amamos, y que antes de que su alma trascienda este pueblo le pueda decir a una sola voz, "Émeres, los folclorístas no mueren, se funden para siempre con la historia y la dejan preñada".