01/08/2023
Reflexion 28 de marzo del 2010
Desde 1620 en ese punto del Tolima se levanta Honda. Hoy, luego de haber tenido días de gloria, cuando era el puerto más importante sobre el Magdalena, por el que fluían las riquezas de los colonizadores hacia Cartagena, se plantea la posibilidad de aprovechar su arquitectura colonial.
A los hondanos no les gusta que se les compare con Cartagena, aunque para muchos es inevitable. “Honda es Honda y Cartagena es Cartagena”, sostiene Tiberio Murcia Godoy, docente experto en la historia de la Villa de San Bartolomé de Honda.
En la Colonia, la vena que llevaba el oxígeno a esta ciudad de más de 40 puentes era el río. Algunos habitantes cuentan que por la Calle Real, la Cuesta Larga, la Cuesta de la Popa, la Calle de las Trampas o el puerto de Caracolí pasaron los enviados de la corona española, los sacerdotes y monjas, las almas en pena, el ejército realista, las bestias con cargas de oro y plata para ser embarcadas en Puerto Gallote hacia Cartagena y hasta José Celestino Mutis con su Expedición Botánica.
Una libertad no muy querida Los que no tuvieron mucha acogida por esas tierras, por lo menos no al comienzo, fueron los propulsores de la libertad americana.
“Honda era muy realista. Aquí se proclamaron (promesa de fidelidad) dos reyes de España, uno de ellos Fernando VII”, dice Murcia, Esa posición frente a la metrópoli era algo apenas entendible, pues la villa era pujante como punto de embarque de riquezas y con un camino real que conducía a Santafé de Bogotá.
“José Antonio Galán ni siquiera pudo tomarse Honda. Él libertó esclavos en Guaduas y Mariquita, pero aquí no pudo”, recuerda el experto.
Honda estaba bien protegida: “En el sector de El Retiro salió una turba en favor de Galán. El ejército los dejó pasar la Calle de las Trampas, la de La Broma, el puente de San Francisco, pero en la Calle del Palomar los rodearon, los mataron y los tiraron al río”, relata Murcia.
Pero en un lugar rodeado de la selva, donde la vida brota por todas partes, el amor no es cosa rara. Mutis, que acostumbraba parar a descansar, contrató como escribano a Alejo Zabaraín, nacido en Honda. Él, además de querer la ciencia, cayó prendado de una mujer que sería la gran he***na de la población vecina Guaduas: Policarpa Salavarrieta.
En Honda hay un cerro que se llama Cacao Empelota, que aún es un gran lugar para ver el Magdalena y hasta los nevados. Su nombre surgió por esos giros curiosos del lenguaje. Según cuentan, allá sembraban cacao en bellota, es decir en bola, lo que derivó a Cacao Empelota. Lo que sí llegó por los puertos de Honda (llegó a tener siete) fue la Reconquista. “Esto era un n**o clave y unos y otros lo querían. En 1816, Pablo Morillo se tomó el puerto de Caracolí y Puerto Gallote, y de allí fueron al casco urbano donde cogieron a José León Armero (presidente de la República independiente de Mariquita) y a Antonio Villavicencio, cuando vino a defender la población”, remata el profesor.
Claro, por el puerto pasaron huyendo, tres años después, los españoles, entre ellos el ex virrey Juan Sámano. Según una placa en Honda, por allí también pasó Simón Bolívar en plena campaña libertadora. La última vez que lo hizo fue rumbo a Santa Marta, donde murió.
- Enriquecer la historia Como parte de la conmemoración del Bicentenario, el Ministerio de Cultura impulsa en 19 municipios de 18 departamentos del país los Centros Municipales de Memoria. Se trata de una estrategia para recuperar y registrar lo que ha sucedido en las poblaciones y comunidades, con el fin de que pueda ser difundido. La idea es motivar a las personas para que valoren la historia personal, familiar y local, y así tener un registro que enriquezca la historia oficial. En Honda, el Centro se enfoca en acciones alrededor de su casco histórico y del río Magdalena. Llevan a cabo programas como el de ‘Museos familiares’, que son casas en las que existen objetos de uso cotidiano con valor histórico; ‘Narrativas locales’ en el que se convocó un concurso para contar historias conocidas a partir de la narración oral, y los ‘Conversatorios sobre la Villa de San Bartolomé’, para mantener vigente la discusión sobre la memoria como forma de desarrollo del municipio