04/01/2025
Mi primer ahijado
Recuerdo, que mi primer ahijado fue un niño mu**to, yo tenía por ese entonces no más de diez años cuando la señora Oneida parió y el niño nació mu**to, lo trajeron a la casa en un cajoncito forrado de tela blanca que parecía opal y adornado con unas estrellas plateadas de papel aluminio pegadas sobre la tela, lo pusieron sobre una mesa y una vela en cada esquina de la mesa, por curiosidad me acerqué a ver y ahí estaba un niño amortajado como un angelito, fue impresionante ver que a los niños los sepultan con los ojos abiertos y para mantenerlos así, les ponen unos palitos que mantienen los párpados abiertos.
Fue entonces que la señora Élida, madre de la señora Oneida y abuela del niño mu**to dijo con desazón:
— ¡Anda!, hay que bautizarlo, para que encuentre el camino.
Alguien dijo que no había agua bendita, pero otro dijo que la señora Trina siempre tenía agua bendita. Trajeron el agua bendita en una botella con tapa metálica que se la dieron al más fortachón de los presentes porque nadie la podía abrir, cuando la abrieron, una de las hijas de la señora Élida, hermana de la señora Oneida y tía del niño mu**to preguntó:
—¿Y quién sabe bautizar?, —hubo silencio.
A pesar del silencio la gente no dejaba de moverse de un lado al otro haciendo cosas, a veces el silencio era interrumpido por los quejidos de la señora Oneida, que estaba al lado del niño mu**to. En ese momento alguien dijo:
—La que sabe de esas cosas es la niña Ele".
¿Ele?, Ele era la señora Elena, mi mamá, por eso dije:
—Yo la busco.
Así que salí corriendo crucé la calle, nosotros vivíamos en la acera de en frente, llegué y le dije a mi mamá que la necesitaban y para qué la necesitaban. Dejó de lavar, buscó una toalla, se secó las manos y dijo:
—¡Carajo!, pero yo no tengo agua bendita".
De inmediato le expliqué que habían traído una botella de donde la señora Trina, se sonrió e indagó que si ya habían podido destapar la botella, dije que sí. Mi mamá y la señora Trina eran amigas desde siempre, se invitaban a conversar con otras amigas desde la prima noche hasta entrada la madrugada, era algo así como un grupo de WhatsApp, pero en vivo. Mi mamá fue hasta el viejo baúl, abrió y sacó el rosario, una estampita pequeña y salimos a la casa del niño mu**to. Llegamos, mi mamá se acercó al niño mu**to, le compuso las manitos y arregló el vestido. Preguntó por los padrinos, todos se miraron y eligieron a Gladys, hermana de Oneida y tía del niño mu**to, buscaron a José, el fortachón, pero no estaba, eligieron a otro mirón que estaba a mi lado, como de catorce años, pero se llenó de pánico y se fue. Mi mamá me agarró de la mano y dijo:
—Ven, Acbe, pa' que tengas tu primer ahijado.
Di un paso y me puse al lado del cajón, me ordenaron tomar la cabecita del niño mu**to y sus manitos, lo mismo hacía Gladys, mi mamá inició con el rito, hizo oraciones, le puso un nombre, lo encomendó y así tuve yo mi primer ahijado.
Desde ese momento, la señora Oneida, me trató de usted, me decía compadre, y cuando necesitaba un favor para un mandado me gritaba:
— ¡Compadreeee!, ¡compadreeee!, ¡compadreeee!
A mí me daba pena con los presentes y salía corriendo antes de que siguiera dando gritos.
ABC
Alberto Buelvas Castro
Marzo de 2016