Jose Chiquillo

Jose Chiquillo entretenimiento y videos cotidianos sin tanta edición

21/12/2024
Le tocó el baño a la bebe
17/12/2024

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Amo la navidad 🎄
17/12/2024

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15/12/2024

Lecciones de vida y las matemáticas

En mi época escolar, conocí a una de las mentes más brillantes que había visto hasta entonces, pero también aprendí que la verdadera brillantez no solo radica en el conocimiento, sino en saber elegir a las personas que pueden ayudarnos a crecer. En el Colegio San Juan Bautista de Piza, estudiaba con un grupo selecto de compañeros. Mi mente sobresalía en algunas materias, especialmente en matemáticas, pero siempre había alguien que destacaba aún más: Dairo Guzman Hernandez , un joven callado y muy inteligente, quien siempre obtenía las mejores notas.

Al principio, los profesores pensaban que no iba a ser capaz de resolver las operaciones o enfrentar los desafíos de las matemáticas. Pero lo que no sabían era que tenía algo bajo la manga: las tardes de estudio con el mejor de la clase, el callado pero increíblemente inteligente Dairo Guzmán. Cada tarde, nos sentábamos a estudiar juntos, y mientras él tomaba la delantera, me enseñaba y me ayudaba a mejorar. Su disposición para ayudar y su incansable dedicación al estudio fueron claves para que, aunque a veces pareciera distraído en clase, lograra siempre obtener excelentes resultados.

Este amigo, con su talento natural y su dedicación al estudio, me mostró que el éxito no solo dependía de las habilidades que uno tiene, sino también de la disposición para trabajar y aprender. Dairon siempre estuvo dispuesto a estudiar, y pasábamos horas repasando y resolviendo problemas. Fue gracias a él que comencé a ver las matemáticas no solo como una asignatura difícil, sino como una oportunidad para aprender y superarme.

Además, descubrí que el verdadero éxito no viene solo con la habilidad, sino con la disposición de demostrar lo que uno puede hacer. En las clases de matemáticas, donde solía ser desafiante con los profesores, entendí que la preparación y el deseo de superar los retos son lo que realmente nos coloca entre los mejores. Al igual que Sócrates, que nunca escribió un libro pero inspiró a generaciones con su legado, aprendí que nuestra historia la escribimos con nuestras acciones y nuestra capacidad para enseñar lo que sabemos.

Hoy, al mirar hacia atrás, me doy cuenta de que el pueblo de Piza, donde crecí, tiene un sinfín de talentos esperando ser desarrollados. Piza es un lugar bendecido, un sitio lleno de historias por contar. De alguna manera, el aprender de personas como Dairo Guzmán me mostró que la clave para alcanzar nuestras metas está en las personas con las que decidimos compartir nuestro camino. Como Gabriel García Márquez, podría pasar horas escribiendo sobre Piza, porque cada rincón de este pueblo tiene una historia inolvidable.

15/12/2024

Historia de una infancia perdida

Era un Viernes Santo del 2007, un día solemne en la región de la Mojana, donde todo el pueblo se detenía en silencio, reflexionando sobre lo sagrado del día. Sin embargo, para nuestros amigos, el sentido de "reposo" de la festividad no aplicaba. La emoción de nuestras aventuras de campo era más fuerte que las tradiciones, y ese día, lejos de ser tranquilo, se convertiría en una de las historias que nunca olvidaremos.

Aquella época tenía un encanto único: salir a cazar iguanas, pescar en las ciénagas y esperar con ansias la llegada de la temporada de la orejera, una fruta que, al transformarse en dulce, era un manjar codiciado en Piza y toda la región. Pero más que las frutas, lo que nos llenaba de emoción eran los manjares del galápago, que se servían como un banquete en días especiales.

Recuerdo que una mañana decidimos partir hacia la finca de los Cures. Era un lugar lleno de promesas: galápagos, frutas como mango, guama y coco, y la posibilidad de nuevas aventuras. Salimos temprano, después de compartir una docena de tajadas de patilla (sandía), y emprendimos nuestra caminata con la mochila llena de expectativas.

Al mediodía, ya de vuelta en el pueblo, hicimos una parada estratégica en el club de Freddy "Aquí te espero risa no me acuerdo el nombre". Allí, como era costumbre, pasamos horas jugando billar. Con Chayanne, otro de nuestros amigos, siempre dábamos de qué hablar; éramos los más destacados, y jugadores de otros corregimientos venían a medirse con nosotros. Entre partidas y costeñitas (las cervezas verdes de la región), el ambiente se llenaba de risas y camaradería.

Sin embargo, aquel día no terminaría en el club. La verdadera aventura nos esperaba más tarde, cuando decidimos ir hacia la finca de Neiver Muñoz, cerca de un pueblo vecino llamado Lana. Nuestro objetivo: recolectar orejeras. El árbol estaba cargado, y la emoción de ver las ramas repletas de fruta nos hizo olvidar el cansancio.

Éramos seis: Cristian Navarro, José Manuel Gómez, Mario Luis Sánchez, Milton Sánchez, el famoso Bebo y yo. Llenamos costales con las frutas caídas, pero no nos conformamos. Mario, con su espíritu intrépido, decidió trepar hasta la copa del árbol para alcanzar las más altas. Fue entonces cuando ocurrió lo inesperado.

Desde abajo escuché un grito. Al alzar la mirada, vi cómo Mario caía desde lo alto. El golpe fue seco y contundente. Corrí hacia él, le hablé, lo moví con cuidado, y entonces noté su cuerpo rígido, con calambres. Cristian comenzó a llorar desconsolado, y sus gritos alertaron a Neiver, quien llegó rápidamente a ayudarnos.

Le dimos agua con azúcar para intentar calmarlo y emprendimos el regreso a Piza. La recolecta quedó abandonada; lo importante era salvar a Mario. Un conocido que pasaba en moto nos ayudó a llevar a Mario al pueblo. La situación era crítica, pero algo en el aire nos decía que no sería tan grave como parecía. Al llegar a Piza, lo trasladaron rápidamente al hospital de Majagual. Allí, los médicos confirmaron lo que habíamos temido: Mario había sufrido una intoxicación. La combinación de tanta fruta ácida y cerveza, sin comer nada de sal durante todo el día, provocó una severa descompensación en su cuerpo.a bajada de presión y, finalmente, aquella caída.

Ese día entendimos que Dios estaba con nosotros. Fue un susto grande, pero Mario se recuperó sin secuelas. Hoy, recordamos esta historia como si hubiera sucedido ayer, entre risas y nostalgia.

A veces pienso que esa infancia perdida no fue más que un conjunto de aventuras que nos moldearon, nos enseñaron y nos conectaron con nuestra tierra y nuestras raíces. Espero que esta anécdota sirva de inspiración para las nuevas generaciones, recordándoles que no hace falta más que el campo, amigos y un poco de adrenalina para ser realmente felices.

Bendiciones y prosperidad para todos 🎈
15/12/2024

Bendiciones y prosperidad para todos 🎈

13/12/2024

Tiempos que no volverán

En aquellos días, cuando el tiempo parecía infinito y los días eran medidos por las aventuras que podíamos inventar, el pueblo de Piza Majagual era nuestro pequeño universo. Éramos tres inseparables: Mario Sánchez, Jorge Sánchez y yo, José Chiquillo. Año tras año, esperábamos con impaciencia la llegada de las fiestas del Naranjo, esas celebraciones que, entre marzo y abril, encendían el espíritu de nuestro mundo adolescente.

Todo comenzaba con los panfletos que anunciaban las fiestas, como heraldos de un tiempo de júbilo. Apenas veíamos esas hojas gastadas por el sol, comenzábamos a planear con detalle cada movimiento. Nuestra flota de bicicletas destartaladas, que habían sobrevivido al paso del tiempo y la inclemencia del uso, se convertía en el transporte oficial de nuestras travesías. No teníamos un peso en los bolsillos, pero eso nunca fue un obstáculo. Sabíamos que en el Naranjo nos esperaba la familia Cueto, con su hospitalidad infinita, y la posibilidad de trabajar para costear las entradas al fandango y las corridas de toros.

Recuerdo bien cómo al llegar al Naranjo dos días antes de las fiestas, nos instalábamos en la casa de los Cueto, quienes siempre nos recibían como si fuéramos hijos pródigos. Nos ofrecíamos para cualquier trabajo que apareciera: recoger basura, limpiar calles o cargar agua del pozo. Era un tiempo sin acueducto ni comodidades, pero nos bastaba un par de monedas para tener acceso a los espectáculos que tanto deseábamos.

La plaza de toros era nuestro reino. Desde el primer toro hasta el último fandango, no había quien nos sacara de allí. Éramos los primeros en llegar y los últimos en irnos. Entre el estruendo de las bandas y el ritmo incansable del pickups todo parecía mágico. Pero también hubo momentos para el corazón. En una de esas fiestas, me flechó una muchacha a la que mis amigos llamaban "la mous". Fue mi primer desengaño, porque Jorge, sin saberlo, ya había conquistado su atención.

A pesar de los sinsabores, aprendimos que fuera de Piza, en el Naranjo, éramos algo más que simples muchachos; éramos recibidos como héroes por la familia Cueto y los hijos de los organizadores de las fiestas. Nunca nos faltaba comida, un techo donde dormir ni la generosidad de quienes nos acogían. El agua helada del pozo, que debía ser una incomodidad, se transformaba en una alegría, y los sombreros que no teníamos nos los regalaban como si fuéramos príncipes.

En una de esas travesías conocimos a "La Calidad", una mujer de alma generosa y sonrisa perpetua, que nos acogió como si fuéramos sus propios hijos. Sus pequeños, Bebo y Daniel, se convirtieron en nuestros compañeros de juegos y travesuras. Fue también en el Naranjo donde apareció el hombre del sombrero blanco, D**o Sánchez, padre de Mario y Jorge. "Ese hombre es mío", dijo con picardía La Calidas al verlo, como en una escena de esas telenovelas que tanto encantaban a nuestras madres hoy en día siguen juntos.

Las fiestas pasaron, pero el recuerdo quedó. Cuando era momento de regresar a Piza, el viaje de dos horas en bicicleta se nos hacía eterno. No queríamos irnos. Aquellos días, entre fandangos, toros y las risas de amigos y desconocidos, eran nuestra definición de la felicidad.

Hoy, Mario y Jorge viven en Cartagena, hombres hechos y derechos, y aún hablamos de aquellas historias. Cuando regreso al Naranjo, algunos aún me reconocen. Y aunque los tiempos han cambiado, esas memorias siguen vivas en mi corazón. Porque éramos felices, aunque no lo sabíamos.

Los tiempos que no volverán se han quedado grabados en los rincones de nuestras almas, como un eco que resuena con cada risa y cada lágrima de aquellos días de adolescencia

Atentamente: Jose Chiquillo

Amor a diciembre 🎈
13/12/2024

Amor a diciembre 🎈

Vamos para adelante que para atrás asusta 👍🏻
13/12/2024

Vamos para adelante que para atrás asusta 👍🏻

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