20/12/2024
Promoviendo el hábito de la lectura
Se creía un hombre rico
Conocí a Alex "Lengüita", por primera vez a principios de la década de 1970, cuando estaba firmando una planilla como delegado del comité organizador del campeonato de fútbol del barrio Nueva Granada.
Este personaje barranquillero de pura cepa era inconfundible: de 35 años, baja estatura, sonrisa pícara, cara redonda, nariz grande y puntiaguda, orejas largas, frente amplia, cejas copiosas y ojos negros profundos. Su estilo era inimitable, con un corte de pelo estilo lechuza. Parecido Al Lewis como el abuelo de la familia Monsters. Sin embargo, había algo que lo distinguía de los demás: nunca, pero nunca, había trabajado en una empresa.
Recuerdo aquella noche inolvidable en la que nos reunimos un grupo de amigos en el bar "Los Almendros", hoy conocido como "La Oficina del Checo", para celebrar con entusiasmo y unas botellas de whisky el triunfo del Junior sobre el América de Cali en el estadio Romelio Martínez.
Cuando ya habíamos terminado la primera botella, "Lengüita" hizo su aparición en el estadero, luciendo una camiseta del Junior y un jean desgastado. Con su característica sonrisa, se sentó en la silla al lado de su amigo de la infancia, "Moncho".
No sé cómo lo logró "Moncho", pero en un momento de distracción, cuando "Lengüita" se levantó para ir al baño, su pantalón se rompió en pedazos, dejándolo en una situación bastante embarazosa.
Inmediatamente, "Lengüita", enfurecido, salió corriendo del bar. Miguel, que estaba con el grupo, se fue detrás de él, pero para su sorpresa, "Lengüita" ya había desaparecido en la noche, caminando hacia la calle 72 para tomar un taxi.
Sin embargo, su aspecto desaliñado y su cara de "loco" asustaron a los choferes, y ninguno se atrevió a llevarlo a su casa en el barrio Nueva Granada.
Minutos después, alguien llamó a los familiares de "Lengüita" para informarles que lo habían visto deambulando por la calle 72, vestido con la ropa desgarrada y recogiendo colillas de ci******lo como si estuviera en un estado de confusión total.
Al llegar a casa, su familia lo recibió con preocupación y le advirtió que, si seguía comportándose de esa manera, lo llevarían al hospital psiquiátrico.
Meses más tarde, en una caseta de carnaval instalada en la cancha de Nueva Granada, "Lengüita" conoció a Kelly, una mujer hermosa y elegante que había sido reina popular en el carnaval de Curramba. Además de su belleza, Kelly era una profesora de psicología en una universidad de Barranquilla. Sin embargo, detrás de su sonrisa y su elegancia, Kelly ocultaba un pasado reciente marcado por problemas personales que la habían llevado a sufrir un colapso mental y ser internada en un centro de rehabilitación.
En 1982, viviendo en Bogotá, recibí una llamada de "Chucho" Jiménez, quien me informó que "Lengüita" había llegado a la capital con una nueva misión: cuidar el apartamento de Frank en Chapinero, ya que él se encontraba a punto de viajar a Londres, Inglaterra, para realizar una especialización en ingeniería eléctrica.
Después de reunirnos en el apartamento de Frank, "Lengüita" nos ofreció un recorrido detallado por el lugar, mostrándonos cada rincón y vericueto con la misma pasión y orgullo que un guía cartagenero mostrando el Castillo de San Felipe. En el parqueadero había una camioneta Ford último modelo que Frank había comprado antes de partir a Londres.
En ese momento, "Lengüita" nos informó que sus amigos Jaime y "Moncho" estaban llegando a Bogotá para presenciar el emocionante partido entre Millonarios y el Junior de Barranquilla en el estadio Nemesio Camacho. De repente, el timbre del teléfono interrumpió la conversación. "Lengüita" se apresuró a contestar: "Aló, ¿quién habla?"
"Soy Kelly, estoy en consultorio dental, esperándome que me hagan un tratamiento odontológico, luego paso por el apartamento".
Mientras el odontólogo llegaba al consultorio, Kelly se dirigió al baño. De su bolso grande, sacó una cuerda larga y, con movimientos rápidos y sigilosos, amarró una punta a la ventana y la otra a su cintura. Luego, con una agilidad sorprendente, se descolgó por la cuerda hasta el suelo. En ese momento, una moto que la esperaba en la sombra se acercó, y Kelly se montó en ella, desapareciendo rápidamente en la distancia.
Horas más tarde, "Lengüita" invitó a Kelly a unirse a él y a sus dos amigos recién llegados a Bogotá para disfrutar de una comida juntos. Los cuatro se dirigieron al restaurante Andrés sin Carnes, donde se sentaron en una mesa, listos para disfrutar de una agradable velada en compañía.
Mientras el mesero traía las porciones de pollos en salsa agridulce. De manera disimulada, "Lengüita" se quitó el zapato y la media debajo de la mesa. Luego, friccionó su dedo entre los dedos del pie y, acto seguido, lo llevó disimuladamente a su nariz para olerlo. Esta acción extraña e inapropiada en un lugar público no pasó desapercibida para Jaime y "Moncho", quienes se tocaron con los pies debajo de la mesa, riendo en silencio y expresando su diversión con una mueca y un movimiento de cabeza.
Kelly pidió otro plato al mesero, buscando la aprobación de "Lengüita", quien respondió generosamente: "Amor, los que quieras, para eso tengo plata".
Al cabo de unos minutos, Kelly llamó nuevamente al mesero y le pidió dos pollos para llevar a su mamá. Mientras sus dos amigos se enfrascaban en una animada conversación sobre el Junior, "Lengüita" permanecía callado, consumido por una creciente preocupación. La razón era que no contaba con suficiente dinero para cubrir la totalidad de la cuenta, y para empeorar las cosas, su suegra le había advertido días atrás que dejara de molestar a Kelly, insinuando que él no era un buen partido para ella.
"Bueno, "Lengüita", gracias por la invitación, ya es hora de irnos", dijo "Moncho".
Debajo de la mesa, "Lengüita" comenzó a darles sutiles pero firmes punteros en las espinillas a sus amigos, provocándoles un doloroso chichón a cada uno. Con esta treta, esperaba que ellos, al sentir el dolor, se ofrecieran a pagar la cuenta, ya que él no contaba con suficiente dinero.
"Lengüita" y Kelly tenían la costumbre de besarse en la cafetería de los supermercados cuando llegaban a comprar cualquier pendejada. Un día "Lengüita" "le dijo" a Kelly que su amigo era millonario y vivía en la parte alta de Chapinero. Cada vez que Frank salía en su camioneta, llevaba puestas sus joyas.
Al día siguiente, Kelly compartió con Leonardo, su apasionado amante, la conversación que había tenido con "Lengüita". Sin embargo, Leonardo estaba tan profundamente enamorado de Kelly que no dudaba en hacer cualquier cosa para complacerla, incluso si eso significaba ignorar las advertencias o consejos que otros pudieran ofrecerle.
Mientras tanto, Alex buscaba impresionar a su atractiva vecina. La vio asomada a la ventana de su apartamento y, con la intención de llamar su atención, se puso las joyas más llamativas de Frank. Luego, bajó al parqueadero, subió a la camioneta y pasó tres veces por debajo de su apartamento, saludándola con el brazo izquierdo y sonriendo confiado.
Pero su intento de conquista se truncó de manera abrupta. Justo antes de llegar al semáforo, se topó con Leonardo, que lo esperaba con una actitud enigmática y un revólver de juguete ostensiblemente colocado en la pretina de su pantalón, lo que generó una sensación de intriga y tensión.
En cuanto Leonardo lo avistó, esperó a que el semáforo se pusiera en verde y, con un movimiento rápido, se acercó a la puerta de la camioneta. Con una sonrisa maliciosa, sacó un revólver de juguete y lo apuntó hacia Alex. "¡Dame esa cadena de oro que llevas en el cuello!", le exigió Leonardo, el mototaxista, con una voz firme y amenazante.
"No, no, esa cadena no es mía, es de Frank", tartamudeó "Lengüita", visiblemente nervioso. Leonardo, sin inmutarse, cambió su objetivo y exigió: "Dame ese anillo de oro". "Lengüita" volvió a negar, repitiendo la misma excusa: "No, no, eso no es mío, es de Frank".
"Bueno, ¡bájate de esa camioneta! La voy a llevar conmigo", dijo Leonardo con una voz autoritaria.
"No, no, esa camioneta es de Frank", repitió "Lengüita" una vez más, mientras abría la puerta y se bajaba de la camioneta con una mezcla de miedo y resignación.
Leonardo cayó fulminantemente al piso de un ataque al corazón, cuando vio a "Lengüita" con una camiseta china toda rota y un jean recortado y manchado de pinturas. él en la mañana estuvo pintando el garaje donde estaba estacionada la camioneta blazer de Frank que le había advertido que por nada del mundo fuese a sacar la camioneta.