06/12/2023
BREVE HISTORIA DE HAITÍ: EL OLVIDADO DE AMÉRICA
Más de cinco siglos después del desembarco de Cristóbal Colón en el Caribe, el Hemisferio Occidental vio nacer sus primeros Estados tras la era colonial europea. Uno de ellos, al este de América del Norte, donde los británicos remiten impuestos al rey inglés, ha declarado su independencia. El otro, situado al sur, en la colonia azucarera de La Española o Santo Domingo, se pobló masivamente con esclavos africanos desde 1791, quienes se rebelaron contra la opresión francesa, quemando las plantaciones donde eran forzados a trabajar. Cerca de medio millón de esclavos, en su mayoría nacidos en África, se organizaron como un ejército guerrillero, inspirados en su fe Vudú, manteniendo hasta hoy su idioma, el "creyol" o "creolé".
Estos insurgentes se alzaron contra sus amos y abolieron la esclavitud, obligando a Francia a reconocer a Toussaint Louverture como líder. Cuando Napoleón intentó reinstaurarla, el ejército de Toussaint resistió hasta que los franceses abandonaron la isla, estableciendo una nueva nación que proclamaba la igualdad entre razas.
El surgimiento de Haití como nación independiente fue paradójico, ya que se convirtió en la más pobre de las Américas, sin ser reconocida por Estados Unidos hasta 1862. La nación luchó con su deuda externa y temores de invasiones extranjeras, heredando una economía centrada en el azúcar y el café, para su exportación, lo que la llevó a una vida tercermundista mucho antes de que existiera ese concepto.
En 1909, los bancos estadounidenses adquirieron la mayoría de la deuda haitiana con Francia, y seis años después, las tropas estadounidenses ocuparon el país durante 19 años. Para una nación fundada sobre la idea de no aceptar dominación blanca, esta ocupación fue traumática. La intervención estadounidense definió un período dictatorial en Haití después de la guerra.
Estos maltratos, la desatención y la corrupción de los líderes haitianos han provocado levantamientos populares y desplazamientos a lo largo de su historia. Desde la guerra de independencia contra los colonizadores franceses en 1791, que culminó en 1804 con la victoria de Jean Jacques Dessalines en la batalla de Vertières y la proclamación del Imperio, el país ha enfrentado una serie de desafíos y dificultades.
El proceso de independencia que culminó en 1804 fue el primer impulso para la emigración de haitianos a otras tierras. Principalmente, este éxodo involucró a los franceses residentes en la isla, que representaban al derrotado imperio napoleónico, así como a los negros y mulatos libertos que no se unieron al bando independentista por temor a represalias o esclavitud debido a su proximidad a los colonizadores o su color de piel.
Esta primera ola migratoria, que tuvo lugar entre 1791 y 1804, llevó a muchos haitianos, independientemente de su color o raza, a dirigirse hacia Nueva Orleans y otras regiones de los actuales estados de Luisiana y Florida en Estados Unidos. Isabel Allende en su obra "La Isla bajo el mar" (2011) y Lindsay J. Twa en "Visualizing Haiti In U.S. Culture" (2014) han proporcionado versiones confiables de este movimiento migratorio.
En 1822, Haití ocupó la parte hispana de la isla de La Española (Santo Domingo). Esta ocupación duró 22 años, durante los cuales Haití gobernó la parte oriental de la isla, anexándola tras su independencia pacífica de España el 1° de diciembre de 1821. Sin embargo, apenas dos meses y ocho días después, el 9 de febrero del año siguiente, Haití invadió y se anexionó esta región.
La ocupación haitiana de Santo Domingo durante estos veintidós años se recuerda en la historia dominicana como un período de gobierno militar severo. Se realizaron expropiaciones masivas de tierras, se impuso el servicio militar obligatorio, se limitó el uso del idioma español y se intentó erradicar las costumbres tradicionales dominicanas. Esto intensificó la percepción de diferencias culturales, lingüísticas, raciales, religiosas y sociales entre los dominicanos y haitianos.
Durante este tiempo, Haití prohibió la propiedad de tierras para los "blancos", restringiéndola solo a los haitianos de raza negra, lo que generó resistencia entre la población dominicana, mayormente mulata, que enfrentó un "racismo inverso", como describe Frank Moya Pons en "Historia de la República Dominicana" (2010).
Además, Haití asociaba la Iglesia católica con los colonizadores franceses, confiscando bienes eclesiásticos, expulsando clérigos y rompiendo lazos con el Vaticano. Esta situación afectó significativamente la política exterior y la economía, así como la educación y la cultura. La Universidad de Santo Domingo, la más antigua de América, se quedó sin profesores y fue clausurada por las autoridades invasoras (Moya Pons, 2010).
Este contexto llevó a una migración significativa de trabajadores agrícolas, terratenientes, inversionistas y comerciantes hacia Cuba, Puerto Rico o la Gran Colombia, muchas veces con el apoyo de funcionarios haitianos que habían adquirido sus tierras, debido al temor por sus vidas.
Durante la salida de los dominicanos, Haití se vio forzado a repatriar a sus funcionarios, trabajadores, comerciantes y terratenientes de sus territorios, ya que los primeros debieron abandonar el país. En 1844, después de 22 años de presencia haitiana, los patriotas dominicanos tomaron la fortaleza Ozama en Santo Domingo el 25 de febrero, donde se izó la nueva bandera dominicana, marcando el nacimiento de la República Dominicana. Sin embargo, este retorno al poder no provocó una emigración masiva de haitianos de regreso a su país. En cambio, la mayoría se estableció en áreas al norte y al este de Santo Domingo, integrándose como colonos y mezclándose con la población local, absorbiendo su identidad racial y cultural dominicana (Moya Pons, 2010).
Entre 1915 y 1934, Estados Unidos ocupó militarmente Haití debido al caos reinante, ataques a intereses estadounidenses, inestabilidad política y falta de desarrollo social, educativo y económico en el país. La ocupación fue una respuesta a la Gran Depresión de 1929 y al deseo de garantizar el pago de la deuda externa. Tras casi dos décadas de ocupación, los EE. UU. se retiraron de Haití en agosto de 1934, dejando un país con una democracia incipiente, infraestructura pública significativa y una Guardia Nacional entrenada por los Marines (Departamento de Estado de EE. UU., 2009).
Sin embargo, la retirada estadounidense resultó en una migración significativa de haitianos por motivos económicos y de seguridad, dirigiéndose principalmente a la costa Este de EE. UU., así como a República Dominicana y a regiones francófonas de Canadá, donde se concentran importantes comunidades haitianas en la actualidad (Expansión/datosmacro.com, 2022).
En 1957, François Duvalier, conocido como "Papa Doc", fue elegido presidente y, aunque inicialmente fue visto como un líder democrático, rápidamente adoptó un gobierno dictatorial. A pesar de recibir considerables fondos de Estados Unidos para programas sociales, Duvalier gobernó de manera dictatorial, creando grupos paramilitares llamados "Tontons Macoutes". Estos agentes actuaron como policía secreta, sembrando terror y provocando violencia, lo que llevó a una nueva ola de emigración de haitianos por razones de seguridad y económicas. En 1964, Duvalier se autoproclamó presidente vitalicio, estableciendo una dictadura de por vida.
Papa Doc falleció en 1971 después de mantener un control directo sobre Haití durante 14 años. Tras su muerte, según su voluntad y la Constitución que él mismo había creado, su hijo Jean-Claude Duvalier, apodado Baby Doc, asumió la presidencia a la temprana edad de diecinueve años, convirtiéndose también en presidente vitalicio. En ese momento, Haití era el país más empobrecido de América, liderando en analfabetismo y con un sistema de salud pública en estado desastroso.
Mezilas, en su libro "Haití más allá del espejo: historia, cultura y subdesarrollo", describe a Papa Doc como un líder que no modernizó el país y mantuvo un régimen político intolerante y represivo. La intolerancia generó un clima de temor y denuncia, forzando a muchos a huir del país por su seguridad (Mezilas, 2011, pp. 222-223).
Baby Doc, al suceder a su padre, mantuvo la dictadura, empleando los "Tonton Macoute" como su fuerza represiva, con cerca de 300 mil efectivos. Bajo su mandato, intensificó la política de imponer impuestos a las remesas de los haitianos en el exterior y a la ayuda internacional, desviando estos recursos hacia su gobierno, mientras la mayor parte de la población haitiana vivía en condiciones desfavorecidas (USAID, 2022).
Año 2013: Playa de St. George, en la región Sur
de Haití, cerca de Los Cayos.
Presionado por las protestas y la retirada del apoyo de EE. UU., Baby Doc abandonó Haití el 7 de febrero de 1986 en un vuelo de la Fuerza Aérea de EE. UU., exiliándose en Francia. Su fortuna estimada al dejar Puerto Príncipe en 1986 se cifra entre 800 millones y mil millones de dólares, ubicándolo en la lista de "Los 10 líderes más corruptos del mundo" (Infoplease, 2021).
Según cifras de la National Security Agency estadounidense (NSA, 2012), se estima que los "Tonton Macoute" podrían haber causado la muerte y desaparición de más de 150,000 personas, en su mayoría civiles y opositores al régimen de los Duvalier. Además, cerca de 100,000 haitianos huyeron de la dictadura entre 1957 y 1986, principalmente hacia Estados Unidos, República Dominicana, Canadá y México.
En 1986, una insurrección popular y un golpe militar forzaron la salida de «Baby Doc» Duvalier del poder, dando inicio a un periodo turbulento que abrió nuevas perspectivas políticas para Haití. Tras su derrocamiento, el Ejército estableció un Consejo Nacional de Gobierno, liderado por el general Henri Namphy, quien encabezó el golpe.
En 1988, después de presiones internacionales, se llevaron a cabo elecciones. Leslie Manigat asumió la presidencia por solo cinco meses, siendo derrocado por otro golpe liderado por Henri Namphy, quien se mantuvo en el poder hasta ser reemplazado por Prosper Avril. Posteriormente, Ertha Pascal-Trouillot ocupó el cargo. Estos años estuvieron marcados por gobiernos autoritarios y militares, sucediéndose una serie de golpes de Estado.
En 1990, Jean-Bertrand Aristide fue elegido como el primer presidente democráticamente electo. Sin embargo, fue derrocado en septiembre del mismo año en un golpe de Estado y se exilió, regresando en 1994 para completar su mandato después de la presión internacional.
Durante su ausencia, Haití vivió un período de anarquía con sucesivos gobiernos militares. Los golpistas llevaron a cabo numerosas violaciones de derechos humanos contra los partidarios de Aristide, denunciadas ante la Comisión Interamericana de Derechos Humanos en 1993.
Con el respaldo de soldados estadounidenses, Aristide retornó al poder en 1994, realizando concesiones a los Estados Unidos y adoptando medidas neoliberales. En 1995, transfirió el poder a René Préval, el segundo presidente democráticamente elegido en dos siglos.
En 2000, Aristide regresó a la presidencia, pero la creciente inestabilidad política, la corrupción, el crimen y la pobreza provocaron una revuelta popular que lo llevó a un nuevo exilio en 2004.
La ONU envió una Misión de Paz, MINUSTAH, en ese mismo año para estabilizar el país. La misión estuvo presente durante 13 años, sin embargo, sus acciones generaron controversias y desconfianza en la población haitiana hacia la ONU.
Estos acontecimientos permitieron que Aristide concluyera su mandato desde 1994 hasta 1996. Posteriormente, René Préval ganó las elecciones y gobernó hasta el 2001.
En el año 2001, Jean-Bertrand Aristide fue elegido nuevamente en las elecciones presidenciales. Emergió como un líder carismático y populista que enfrentó difíciles desafíos durante sus dos mandatos. Sin embargo, el 29 de febrero de 2004, fue derrocado de su cargo presidencial y se exilió en África debido a un golpe de Estado respaldado por Francia, Canadá y los Estados Unidos.
Tras su partida, se estableció un gobierno interino encabezado por Boniface Alexandre, quien asumió como presidente provisional desde el 29 de febrero de 2004 hasta el 14 de mayo de 2006.
En las elecciones de 2006, René Préval fue reelegido presidente. Durante su mandato, enfrentó el devastador terremoto de magnitud 7.3 en la escala Richter que golpeó a Haití, dejando un saldo de al menos 316,000 mu***os, miles de heridos y afectados, y destruyendo gran parte de las ciudades e infraestructura del país, y causando daños a un millón y medio de personas. Este desastre agravó aún más la ya aguda crisis social, dejando al país en ruinas con la destrucción de cientos de miles de viviendas, edificios gubernamentales e iglesias.
Además de estos desastres naturales, desechos de una instalación de la ONU contaminaron el principal río de la Isla, desencadenando una epidemia de cólera que cobró la vida de 10,000 personas y enfermó a más de 600,000. A pesar de la disculpa de la ONU en 2016, se hicieron pocos avances en términos de reparación financiera, y Haití luchó por su reconstrucción.
En noviembre de 2010, once meses después del terremoto, Michel Martelly, un músico y político, ascendió a la presidencia prometiendo reconstruir el país sumido en la desesperanza y mejorar las condiciones de las familias que vivían en frágiles refugios. Sin embargo, su gobierno enfrentó conflictos con el parlamento y no logró alcanzar sus objetivos.
La transición del poder de Préval a Martelly en mayo de 2011 fue la primera vez en 207 años que un presidente electo democráticamente entregó la presidencia a otro mandatario elegido en las urnas.
En 2015, Jovenel Moïse, candidato de Martelly, ganó las elecciones presidenciales, pero la oposición alegó fraude electoral, desencadenando protestas y disturbios. Ante la presión, Martelly cedió el poder a un presidente interino, sumiendo al país en una crisis institucional en 2016. Ese mismo año, el huracán Matthew provocó la muerte de cerca de 400 personas.
Tras un nuevo proceso electoral en 2017, Jovenel Moïse asumió la presidencia en febrero. Sin embargo, se vio envuelto en escándalos de malversación de fondos, revelando la corrupción en su gobierno y en los anteriores.
Un informe del Tribunal Superior de Cuentas haitiano señaló la malversación de fondos donados por la comunidad internacional para la reconstrucción del país, así como la utilización inapropiada de recursos de PETROCARIBE. Estos hallazgos desataron protestas en 2019, que se vieron interrumpidas por la llegada de la pandemia de COVID-19. Moïse se vio obligado a enfrentar la crisis sanitaria, gestionar las ayudas y asegurar donaciones de vacunas desde China.
El 5 de febrero de 2021, Estados Unidos accedió a la solicitud del presidente Moïse de extender su mandato por un año debido a la pandemia, exhortando a la moderación y a la pronta celebración de nuevas elecciones.
Año 2012: Asentamiento de Jalousie, cerros de Petion-Ville.
A medida que el país se recuperaba de la pandemia, en 2021, la situación volvía a descontrolarse. El Consejo Superior del Poder Judicial de Haití afirmó que el mandato de Jovenel Moïse finalizó el 7 de febrero, pero el presidente se negó a ceder el poder, alegando que su período de 5 años comenzó en 2017 y no en 2016. Las calles volvieron a ser escenario de protestas, violencia y acciones arbitrarias de la policía.
El 7 de julio de 2021, Jovenel Moïse fue torturado y asesinado en su residencia por un grupo paramilitar con financiamiento de varias autoridades y empresarios haitianos, según reveló la investigación liderada por el fiscal jefe de Haití, Bedford Claude, en septiembre de 2021. Tras este suceso, el país se sumió aún más en el caos y la incertidumbre política y social, reflejando la historia de Haití marcada por crisis políticas, inestabilidad gubernamental y tensiones electorales.
Tras el as*****to, Claude Joseph asumió interinamente como primer ministro y luego entregó el cargo a Ariel Henry, designado días antes del magnicidio. A pesar de las advertencias internacionales, fue en febrero de 2023 cuando el mandatario interino Ariel Henry nombró formalmente un consejo de transición para organizar las ansiadas elecciones generales en un país sin instituciones elegidas democráticamente.
Hasta diciembre de 2023, Haití continúa a la espera de estas elecciones. Persisten importantes desafíos socioeconómicos, como altos niveles de pobreza, desigualdad, limitado acceso a servicios básicos y una economía frágil. La ayuda internacional y los esfuerzos de reconstrucción siguen siendo vitales para el país. Además, se considera la posibilidad de una nueva misión de paz o estabilización, similar a la MINUSTAH.
A pesar de los esfuerzos de muchos haitianos por alcanzar estabilidad política y mejorar las condiciones sociales y económicas, la clase política del país sigue siendo insensible, egoísta y motivada por la codicia, lo que ha contribuido a mantener a Haití en una situación de pobreza y agitación, casi dos siglos después de su independencia.
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