28/11/2024
para ver el video:
https://www.youtube.com/watch?v=3PeO7_hWFS8&t=25s
"El Legado de Vida de Sará"
(Basada en el parashá "Jaiei Sará", Beresh*t Génesis 23:1–25:18)
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Un viaje a Hebrón
En una cálida mañana, Avraham, el anciano patriarca, caminaba lentamente hacia la Cueva de Majpelá. Cada paso resonaba como un eco en su alma, cargado del peso de los años y la ausencia de Sará, su amada compañera. Pero algo en su espíritu lo impulsaba a ir más allá del dolor: sabía que la vida de Sará no terminaba con su partida.
En la tradición cabalística, la muerte no marca el fin, sino un nuevo comienzo. Mientras negociaba la compra de la cueva con Efrón el hitita, el Zóhar nos dice que estaba abriendo un canal entre este mundo y el superior, uniendo las energías del maljut (reino terrenal) con las del biná (entendimiento). En su mente resonaban las palabras de Sará, quien solía decirle: "La vida verdadera es aquella que se alinea con la voluntad divina."
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Escena 2: El misterio del número 127
Al recordar los años de Sará —127—, Avraham reflexionó sobre el profundo simbolismo. En la Cábala, cada número revela secretos cósmicos. El número 127 no es casual: 100 representa la completitud espiritual, 20 la conexión con lo sublime, y 7 la perfección terrenal.
Un misterioso viajero, vestido con una túnica blanca, se le acercó a Avraham mientras meditaba en el desierto. "¿Por qué lloras?" preguntó el hombre.
"No lloro por la muerte de Sará", respondió Avraham, "lloro por lo que no supe comprender mientras vivía."
El hombre sonrió y le susurró: "Sará vivió plenamente cada etapa. Sus años son una enseñanza: en cada momento hay una chispa divina esperando ser revelada."
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El Shiduj de Itzjak y Rivká
Enviando a su sirviente Eliezer en busca de esposa para su hijo Itzjak, Avraham sabía que no era solo un acto familiar, sino un movimiento cósmico. En la tradición cabalística, el matrimonio representa la unión de energías opuestas para restaurar el equilibrio universal. Rivká era más que una joven de buen corazón; era la personificación del gevurá (fuerza) que complementaría la jesed (bondad) de Itzjak.
Cuando Rivká ofreció agua a los camellos de Eliezer, no solo cumplía un acto de bondad terrenal. Según el Zóhar, ella estaba purificando los canales espirituales que unirían su destino con el de Itzjak, asegurando que la luz divina fluyera sin obstáculos a través de sus generaciones.
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Las tres luces de Sará
Itzjak llevó a Rivká a la tienda de su madre, Sará, y la luz volvió a brillar. Según el Midrach, tres milagros ocurrían mientras Sará vivía: su lámpara ardía desde el viernes hasta el siguiente, una nube divina cubría la tienda, y el pan que horneaba siempre permanecía fresco. Estas tres luces, según la Cábala, representan los tres pilares del mundo: Torá (sabiduría), avodá (servicio divino) y gemilut jasadim (actos de bondad).
Cuando Rivká tomó el lugar de Sará, las tres luces retornaron, revelando que la espiritualidad no se apaga con la muerte; se transfiere y transforma. Este legado es la verdadera "vida" de Sará: una llama que nunca se extingue.
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Un legado eterno
La Cueva de Majpelá no es solo un lugar de sepultura, sino una puerta a dimensiones superiores. Según la Cábala, cada tzadik (justo) deja un "aroma espiritual" en este mundo, un rastro que guía a las almas hacia su propósito. Al final de su vida, Avraham miró hacia la cueva y susurró: "La vida de Sará no fue medida en años, sino en las almas que despertó."
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Reflexión final
La historia de "Jaiei Sará" no trata solo de la muerte, sino de cómo vivir con propósito. En cada acto, en cada elección, tenemos la oportunidad de revelar luz divina, como lo hizo Sará. La Cábala nos invita a preguntarnos: ¿Qué legado de luz dejamos en el mundo?
La historia no termina aquí, sino que comienza con cada alma que busca profundizar en los secretos del universo, abriendo los textos, los comentarios y el corazón. La vida de Sará está en nuestras manos.