24/04/2022
La espiral del silencio.
La postverdad ha llegado a nuestro mundo. Internet, las redes sociales, las plataformas, los dispositivos han cambiado la forma en la que nos relacionamos, la forma en la que nos informamos, a quién otorgamos credibilidad, quién creemos que nos dice la verdad o aquella verdad que queremos creer.
Si la llegada de la televisión o la radio cambió la sociedad, asistimos a algo mucho más profundo. La radio y la televisión giraban en torno a personas que querían informarnos o influirnos y construimos un andamiaje legal para asegurar el derecho a la verdad.
Estamos perdiendo ese derecho porque ahora no son personas, sino algoritmos, los que ponen delante de nuestros ojos aquello que nos engancha más, que nos hace pasar más tiempo dentro de esas plataformas en entornos cerrados, para perfilarnos mejor, para conocernos mejor, para podernos colocar aquellos anuncios, aquellos productos que nos encajen mejor.
Pero, a cambio de eso, estamos asistiendo a un ataque a la verdad, que es la piedra angular de nuestra convivencia. Nos encierran en aquello que queremos oír y cierran nuestros ojos a otros puntos de vista, a la riqueza del debate, a la diversidad de una sociedad que ni es ni debe ser uniforme. Nos están tribalizando y son las máquinas las que lo están haciendo.
Entramos en territorio inexplorado, con reglas distintas, donde debemos convivir con el miedo a lo desconocido, donde nada está garantizado. Y tendremos la imperiosa necesidad, como sociedad, de pelear por defender los valores en los que creemos, la libertad, la solidaridad, la compasión, la unidad, la ética y el hecho incuestionable de que son las personas las que deben estar en el centro de todo.
Cuando la postverdad viene a cuestionar los pilares de nuestra convivencia y los algoritmos quieren tomar el control de lo que pensamos o queremos, surgen las personas.
Frente a campañas de odio en la red viralizadas por máquinas, surgen campañas de movilización humana que la inteligencia artificial no puede comprender. Y sacan a millones de ciudadanos a aplaudir agradecidos a las 8 de la tarde desde las ventanas de sus casas durante la pandemia o a movilizarse para acoger a más de 4 millones de personas que tienen que dejar su país por una guerra cruel.
Vivimos la mayor época de cambio de la historia de la humanidad y la mayor acumulación de tecnología que ninguna otra generación ha tenido hasta ahora. Tenemos que encauzarla para ponerla al servicio de las personas y que nos ayude a solucionar problemas que no han tenido solución hasta ahora. La tecnología no es buena o mala en sí misma; depende del propósito que las personas queramos darle.
Frente al asalto a la verdad, quizás haya que recordar las palabras de Martin Luther King :
"No me preocupa el grito de los violentos, de los corruptos, de los deshonestos, de los sin ética. Lo que más me preocupa es el silencio de los buenos”.