06/01/2021
📚Estamos trabajando en el siguiente libro "Prosaicas de Lafe" del poeta y director de teatro Gino Bencivenga.
📃Julio de 2006 - Año VIII - N° 94
Escribir desde Laferrère es, supongo, como escribir desde cualquier otro lugar. Los temas de la escritura, la poesía son similares (hablo como herramienta) en la China, Paraguay o en el Norte.
Hoy todo nos resulta igualador, nos achica a todos por igual modo (a algunos un poco más que a otros). El lugar donde vivimos o elegimos vivir puede ser un factor determinante para construir el espacio de creación desde donde escribiremos o poetizaremos.
Es posible que el lugar de la infancia es lo que determina el rumbo del poeta. Dijo Wallace Stevens: . Esas imágenes serán definitorias, esos fotogramas como una película, nunca sabremos dónde se ubica la realidad más pura, veo esas imágenes con intensidad y sentido.
Por ejemplo: en mi infancia, el Río Matanza con sus bancos de niebla, las vías del tren en que se ahondaba en la bruma, el v***r de las bocas de la gente que esperaba el tren, los dibujos que hacíamos con los vidrios de la estación, los animales en las jaulas, el interior del bar de Luna lleno de obreros tomándose una grapa o ginebra, Luna siempre en camiseta y boina vasca, en pleno invierno, la imagen de ese cuadro pintado en la pared con tema gauchesco, siempre me pregunté quién lo habría pintado, las calles de barro, en que los días de lluvia formábamos el caminito seco por el que podíamos caminar para ir de una vereda a la otra, imágenes, recuerdos, las quintas, los chalés, los inmigrantes que llegaban a montones, es común a todo ojo que mira o haya mirado, más tarde vendrán los recuerdos, versos, fragmentos, esencias, partes de un todo, no obstante podemos decir que para ese chico esas imágenes eran su mundo.
Porque así son las imágenes de la infancia: inmensos, agigantados, por esos ojos deslumbrados que es la niñez, y allí estarán los recuerdos, como una impronta, un rompecabezas de difícil e imposible resolución.
Un día veremos otras ciudades, el mar, el campo de Ramallo, el Río Paraná, las inundaciones, el croar de los sapos, el silencio de la casa alumbrada con la lámpara de querosén, otra dimensión humana del paisaje, la loca de la estación, Tatín con su ternura, los jugadores de fútbol, los boxeadores, los cirujas del andén, ir a bailar al Stella d´Italia, Karina, Fortunato, la sociedad de fomento, Alumni, ir al cine, todo comienza a entrar en nuestra dimensión, el mundo se ensancha, ya somos de un lugar, las imágenes reales y las imaginadas entran en combate, la vida comienza el entramado que empieza a formar el lenguaje que permita atrapar esos elementos de la realidad, el poeta es un ojo que mira y mira hasta que las palabras comienzan a jugar con las imágenes, será una lucha, la existencia comienza a mirarse y a caber en un poema, las palabras nos permiten ir apresando la forma donde iremos juntando lo visto con lo imaginado, reducir toda esa inmensidad a algunas pocas palabras nuestro tiempo y lugar, marcas visibles de lo vivido, uno se pregunta: ¿qué poesía escribiremos entonces? Cómo pasar esas vivencias a la poesía, en ese trabajo está la montaña que hay que subir para comenzar a escribir. Siempre digo que cuando uno observa el conglomerado humano de la estación de Laferrère, a las siete de la mañana se percibe el dramatismo, la soledad, la desesperación, me animo a decir que es un reflejo de lucha en un lugar en el mundo, es lo que uno siente y ve, porque si uno mira y no siente, puede ser vacío y la poesía no valdría la pena.
De lo pequeño a lo grande, el ojo va adaptando esos recuerdos en palabras y es volver a recrear esos paisajes de pobreza, soledad, luchas, el esfuerzo por dignificar la vida, es así que vivimos aferrándonos a lo pequeño para resistir problemáticas, el vértigo de lo inmenso, se aplaca con lo mínimo y la respuesta es la poesía misma, que no tiene respuestas.
En estos tiempos la poesía se ha reducido sobre sí misma, cuando al mundo se le han terminado las grandes preguntas.
La poesía es movimiento, música y silencio.
Hablo de la ciudad de Laferrère, donde vivo y reflexiono. Aquí no hay modelos, tradición, de hecho se escribe sobre lo inapresable, para siempre inquietante, esto es el desafío, es el ahora, es una hoja en blanco y una hoja en blanco todos nos está permitido, que después viene otro y otro intento, entre las palabras y Laferrère estamos nosotros y al fin de cuentas, la escritura no es un espacio geográfico, es mucha más intrincado como la vida y la muerte y uno debe decir no renunciaré a mi crecimiento.