06/01/2025
“Cuando los sabios vieron la estrella, se alegraron mucho”
SOLEMNIDAD DE LA EPIFANÍA DEL SEÑOR -Mt 2, 1-12- 6 enero 2025
Una estrella guio a los tres personajes, que la tradición los identifica como ‘Magos’, hasta Belén para postrarse ante el Rey recién nacido y adorarlo. Mateo, nos traslada al lugar cuando añade: "Cuando entraron en la casa, vieron al niño con María su madre, y postrándose lo adoraron".
El viaje desde Oriente, la búsqueda, la estrella que guía, las personas que encuentras en el camino, la visión del Salvador y su adoración constituyen las etapas que los pueblos y las personas que debieron recorrer en su camino para encontrarse con el Salvador del mundo y lo sigue siendo hoy para nosotros. La estrella y su llamada no son cosas del pasado, ya que a ellas se refiere la historia de fe de cada uno de nosotros. Por cierto, no es nada fácil hoy, tampoco ha sido antes y no lo será después.
Leí hace tiempo en un libro de Pedro Ribes, Nuevas parábolas y fábulas, la siguiente historia: “Una noche, un avión cruzaba el océano Atlántico. Los pasajeros estaban disfrutando de la cena, se escuchaba una música suave y la atmósfera era relajada y serena. De pronto, los sistemas de comunicación y dirección de la aeronave fallaron y el panel de control quedó en negro. El ingeniero de vuelo no pudo reparar. El capitán de vuelo estaba entrando en pánico porque no sabía cómo dirigir el avión a su destino ya que no tenía ahora su panel de navegación y estaba en pleno océano. Pidió a la tripulación buscar entre los pasajeros a alguien que tuviera conocimientos en electrónica.
Después de un tiempo de búsqueda, la ansiedad subiendo, un pasajero, sin decir nada, entró en la cabina. “¿Es usted experto en electrónica?”, preguntó el piloto. --- - “No, señor”, respondió el pasajero. “No se absolutamente nada de esas cosas”, añadió. “Entonces, ¿qué hace Ud. aquí?”, le dice el piloto. Aquel hombre, con cierta serenidad le dice: - “Dígame cuál es el problema, quizá pueda ayudarle”. El piloto le gritó furioso: “¡Si no sabe de electrónica, salga de aquí! El pasajero, dijo guardando compostura: “Me permite ayudar, creo que puedo hacerlo”. Más furioso todavía, le dice: ¡No ves, no funcionan los instrumentos de navegación! Añade, estamos perdidos sobre el océano y de noche. ¡Bien! Le dice aquel hombre. Ahora déjame ayudarle. “Conozco un instrumento que nunca falla. No ha fallado antes ni fallará en el futuro”.
El piloto, incrédulo, clavó en él su mirada y le pregunta: - ¿A qué instrumento te refieres? ¡El cielo, amigo! Dijo con más aplomo aquel intruso en cabina. Mientras se acomoda en el lugar del copiloto, dice: -Las estrellas nos guiarán. Muéstreme su mapa de ruta sobre el océano y nuestro punto de destino. Aquel pasajero de aspecto corriente era astrónomo. Puso en su regazo el mapa y los ojos clavados en el cielo. Firme y hábilmente, dirigió el vuelo. Al amanecer, el avión aterrizaba puntual en su destino”.
Cuando las señales que nos guían normalmente por los caminos de la vida se pierden, o no existen, como pasa en los desiertos, en las llanuras inhóspitas o en los mares inmensos, la humanidad siempre ha recurrido a las señales fijas y estables que nos ofrece el firmamento. Los sabios de Oriente, que nos presenta Mateo en su Evangelio, “se dedicaban al estudio de las estrellas”. Ellos no tenían las señales que los profetas, a lo largo de la historia de Israel, habían ido dejando para alertar al pueblo sobre el nacimiento del Mesías. Tuvieron que recurrir al firmamento para orientar su rumbo; por fin, en un momento, la estrella “se detuvo sobre el lugar donde estaba el niño. Cuando los sabios vieron la estrella, se alegraron mucho. Luego entraron en la casa, y vieron al niño con María, su madre; y arrodillándose le rindieron homenaje”.
En estos sabios de Oriente estamos representados todos los pueblos, que hemos recibido el mensaje del Evangelio. Esta es la fiesta de la manifestación de Dios a toda la humanidad, sin importar su raza. Teniendo nuestra mirada sobre el mapa que es nuestra realidad y también teniendo nuestra mirada al Dios del Cielo podemos orientar con seguridad nuestros pasos hacia Aquel que es el Camino, la Verdad y la Vida, hasta llegar puntuales a nuestro destino.