12/08/2024
12 de agosto de 2024
Queridos amigos,
En el año 2021, escribí una publicación con el objetivo de aclarar y declarar públicamente mi posición personal sobre la situación en Cuba y sobre los cubanos que viven en la isla. Lo hice con la esperanza de que las cosas cambiarían. Hoy, al releerlo, me doy cuenta de que, lamentablemente, sigue siendo tan relevante como entonces.
´´Por primera vez en más de dos décadas utilizando las redes sociales, quiero compartir con ustedes mi opinión personal sobre la situación en Cuba. Considero que ustedes, quienes me han acompañado todo este tiempo, merecen mi sinceridad, y hoy me tomaré la libertad de abrir un paréntesis para hablar de un tema que llevo en el corazón.
He insistido en mantener mis publicaciones sobre personalidades cubanas libres de cualquier politización. Creo firmemente que debemos enfocarnos en sus méritos artísticos, deportivos, intelectuales u otros, sin importar sus afiliaciones políticas. Sin embargo, hoy siento la necesidad de expresar mi postura.
La situación en Cuba sigue siendo desalentadora, y cada vez es más difícil discernir la verdad en medio de tantas noticias falsas y manipulaciones mediáticas, tanto de un lado como del otro. Esto me ha llevado a tomar la decisión de ser claro y directo en mi posición.
Nací en Cuba, y aunque amo profundamente a Bulgaria, mi segunda patria, soy y seré siempre un ciudadano cubano. He recorrido el mundo y aún no he encontrado un pueblo completamente feliz, ni un político que sea cien por ciento decente. Todos, de alguna manera, manipulan, carecen de escrúpulos y buscan el poder por encima de todo.
A mi juicio:
Ni a los Estados Unidos ni a Europa les interesa realmente el bienestar de Cuba. Prefieren usarla como un ejemplo de lo que ocurre cuando se sigue el camino del socialismo.
Ni a Rusia, ni a China, ni a los gobiernos de izquierda les preocupa la calidad de vida de los cubanos. Prefieren mantener un país "libre" a 90 millas de la Florida, como un símbolo de resistencia al "imperialismo yanqui".
Al Gobierno cubano le viene como anillo al dedo el llamado bloqueo de Estados Unidos; es la excusa perfecta para justificar sus fracasos.
A los dirigentes del Partido Comunista de Cuba solo les interesa el bienestar de sus familias. Desde 1959, han vivido igual o mejor que los ricos que emigraron, disfrutando de privilegios, lujos y comodidades que el ciudadano común ni siquiera puede soñar.
Esto es algo que no puedo quitarme de la cabeza, especialmente ahora que, con 74 años, leo, pienso, y contrasto información. Como periodista, no he podido encontrar una solución lógica, alcanzable o siquiera esperanzadora para que el ciudadano cubano "de a pie" pueda salir de su miseria económica, a menos que tenga la suerte de recibir remesas del extranjero. Mis hijos viajan a menudo a Cuba y, gracias a ellos, quienes fueron educados en la importancia de ayudar a la familia, los nuestros viven no tan mal, pero a costa de una cantidad creciente de divisas cada año. Desgraciadamente, ya son dos las sobrinas que han emigrado, buscando un futuro mejor.
Siempre he creído que el propósito de cualquier sistema de gobierno, ya sea dictadura, democracia o principado, debería ser la felicidad, prosperidad y fe en el futuro de sus ciudadanos. Un líder debería estar dispuesto a cambiar de rumbo si su trabajo no está funcionando, y poner por delante el bienestar de su pueblo, incluso si eso significa defraudar a sus seguidores o admitir el fracaso de sus ideales. Esto lo hicieron los dirigentes comunistas de Europa del Este, quienes, al ver que el socialismo era un fracaso, optaron por cambiar el sistema político en 1989.
Qué ingenuo fui. Nunca lo harán.
Hace 20 años, publiqué un artículo en una revista búlgara titulado "El bloqueo que cementó a Castro". Hoy, desgraciadamente, veo que el tiempo me ha dado la razón, una razón que nunca quise tener.
No espero recibir "me gustas" por esta publicación. Para mí, la realidad es tan clara como el agua destilada, y no se necesita ser un genio para llegar a estas conclusiones. Sin embargo, respeto profundamente que cada persona tenga su opinión, aunque no coincida con la mía.
Si he defraudado a algún amigo en Facebook, o si he ofendido a alguien, sepan que esa no era mi intención. Si lo desean, pueden bloquearme; lo entenderé. Tengo amigos en Miami, en Cuba, en España, en Bulgaria y en otros países del mundo, y comprendo que aquellos que viven en Cuba no pueden expresar libremente su acuerdo conmigo, aunque piensen de manera similar, por temor a las repercusiones.
A lo largo de los años, muchos amigos extranjeros, especialmente de Bulgaria y España, han intentado convencerme de que no tengo razón. Han visitado Cuba y han disfrutado de unas vacaciones maravillosas, regresando encantados por la hospitalidad del pueblo cubano y la belleza del país. Pero, como les expliqué, su experiencia fue desde la perspectiva de un turista en hoteles de lujo y zonas turísticas, alejados de la realidad cotidiana de la mayoría de los cubanos.
Un caso en particular me dolió mucho. Una familia cercana, rica y exitosa, decidió viajar a La Habana para comprobar si mis palabras eran ciertas. Son mis consuegros a los que adoro y respeto por ser decentes, personas cultas y ser los abuelos de mi nieto Victor, además. Unimos nuestras familias y nunca hemos tenido ningún tipo de temas en los que no estemos de acuerdo. Regresaron convencidos de que estaba equivocado, basándose en la conversación con un camarero educado y simpático que les aseguró que las preocupaciones que llevaban eran "propaganda imperialista". Nunca volví a discutir el tema con ellos, aunque me quedó un profundo malestar por dentro.
Tuve que vivir en los años 90 la indiferencia y el desprecio de mis compatriotas en la Embajada cubana, a pesar de mis éxitos como empresario y figura pública. Mientras tanto, los diplomáticos españoles me visitaban con frecuencia, asistían a mis shows y me condecoraban por popularizar la cultura hispano-hablante. Pero mis compatriotas, no.
Todo esto después de que en los 80s, siendo uno de los especialistas mejor pagados de la Academia de Ciencias de Bulgaria, era el niño mimado de la diplomacia cubana. Me invitaban a fiestas, a sus tiendas diplomáticas, y me ofrecían viajes a Cuba para compartir mis conocimientos, todo con la condición de que visitara a mi madre. Para mí, era un honor. Pero cuando quedó claro que el socialismo era un fracaso, todo cambió. Me convertí en "persona non grata" para los diplomáticos cubanos.
Hoy, mis hijos saben que cuando visitan Cuba, cada año, deben llevar todo lo que puedan para ayudar a nuestros familiares. Gracias a mi sobrina que vive en el extranjero, y a quienes nos preocupamos por ellos, nuestros seres queridos no viven tan mal. Pero, ¿es esta la forma correcta de ayudar a Cuba? ¡No!
Nuestra ayuda ha sostenido la economía de un país que no produce casi nada, y donde muchos sobreviven sin ambiciones, gracias a las remesas de los que están en el extranjero. Pero, ¿y los que no tienen a nadie afuera?
No tengo palabras para describir el dolor que siento. Un dolor que no es solo emocional, sino también físico. La impotencia de no poder hacer nada, de no poder cambiar una realidad tan injusta.
Si algún día hay un cambio en Cuba, será porque los millones de cubanos que viven en la pobreza más extrema ya no tienen nada que perder y tomarán las calles. Y temo que la próxima vez no será de forma pacífica.
Deseo lo mejor para todos los cubanos, sin importar dónde vivan o cuáles sean sus ideas políticas. Pero sé que mis deseos, por sí solos, no cambiarán nada.
Que Dios bendiga a todos los cubanos.
Besos a todos mis amigos de Facebook.´´