28/11/2021
“Es un regalo de la vida llegar a los 100 años”
Las formas de vivir de muchas familias zarateñas, con sus propios modos, costumbres y valores, están resumidos en el camino de María Esther García de Sciarretta, otra vecina que pronto cumplirá los 100 años.
Hija de un inmigrante español que comenzó de cero su vida en esta tierra lejana, y que eligió este país para formar una familia, siempre con una sonrisa, con sacrificio y agradeciendo. Esa impronta familiar hoy forma parte indeleble en el sentimiento de María Esther, “es un regalo de la vida llegar a los cien años, acompañada de la familia que tanto me cuida y me quiere. Ver crecer a mis nietos es una bendición”, comentó la vecina; siempre “custodiada” por su hijo Roberto quien la mira con orgullo y mucho amor, al igual que su nieta Milagros.
María Esther nació en Villa Fox el 28 de noviembre de 1921, pero la anotaron el 29 de noviembre. Con una lucidez envidiable, recibió a LA VOZ en su casa y fue soltando recuerdos, fechas, apellidos y nombres que pasaron por su vida.
“Mi padre se llamaba Valentín García Ordoñez, nacido en Tolibia de Abajo, una localidad de la Comunidad Autónoma de Castilla y León, y luego vivió en Asturias. A sus 20 años llegó a la Argentina escapando de la Primera Guerra Mundial. Aquí se casó con una zarateña Luisa Iglesias y vivieron en Villa Fox, primero en una casa ubicada al lado del Centro Asturiano donde nació María Esther, y luego se mudaron a calle Arribeños al 600. Mi mamá Luisa era viuda y tenía una hija, Angela. Luego con mi padre tuvo cinco hijos; Leontina, quien fue cantante de la orquesta de Juan Carlos Aiello, Tomasa, yo, Luis y Esperanza”, relató con soltura.
Pareciera que toda su familia guardó una vitalidad oculta a los ojos de los mortales, ya que la mayoría de las hermanas de la familia fueron longevas: su hermana Leontina falleció a los 98 años, ella está por cumplir 100 y su hermana menor, Esperanza, tiene 94.
Como toda vecina de Villa Fox estudió en la Escuela Nro. 6 hasta cuarto grado. Y no pudo seguir el colegio porque su madre falleció cuando ella era chica, por lo tanto debió ayudar en las tareas domésticas al resto de la familia, y con un padre que hizo las veces de madre también en la crianza de sus hijos. “Quizás por tal situación, mi padre nos crió para que siempre preservemos la unión familiar”. Algo que aún hoy ella sigue inculcando a su hijo y nietos con su propio ejemplo.
De su paso por la Escuela 6 recordó con mucho afecto a dos maestras que la marcaron, Arminda García de Palacios y Zulema Imozi "quien fue muy amorosa conmigo" .
Finalmente se enamoró y se casó con Roberto “Chilo” Sciarretta, quien fue titular de la oficina local de la Dirección General Impositiva. Y tuvo dos hijos, Adriana y Roberto, médico pediatra, y de quien tiene cinco nietos, Valentín, Bernardo, Felipe, María Milagros y Robertino. En cuanto a Valentín, su profesión de “sommelier de carnes” lo hizo conocido en la zona por transitar un rubro inédito; Bernardo es contador; Felipe quien pronto la hará nuevamente bisabuela; María Milagros es profesora de educación física y guardavidas y vive la temporada de verano en Mallorca, España. Dueña de una singular belleza, Milagros tiene varios reinados en su haber: fue Miss Zárate, Reina de la Expo Zárate y también de Costa Joven. Sus nietos la hicieron bisabuela de Gino y Andy, hijos de Valentín y Sofía Travaglio, y está en camino Rufina, hija de Felipe e Isabella Morán.
Su hijo Roberto comentó en la entrevista que María Esther se maquilló y se peinó para recibirnos , y que debió llevarla a su peluquero de confianza en Capital Federal, en la tradicional esquina de Santa Fe y Scalabrini Ortiz donde se atendió toda su vida. “No me atiendo con otro”, aclaró María Esther.
Pese a los vaivenes de la vida y las inevitables pérdidas, no perdió la vitalidad.
La muerte de su marido, en marzo de 1991, fue también un golpe fuerte para ella porque compartían una intensa vida social de cena, bailes, reuniones con amigos y la participación en el Club de Leones. Y también recuerda las vacaciones con familias amigas, como los Sampaolesi, con Onofre Desbouts y su señora, con Nené y Elit Ponsa y la familia Pacher.
También su relato a veces se tiñe de cierta melancolía y tristeza al recordar a su hija, Adriana, fallecida; pero cuando ocurre esto siempre hay un familiar para tenderle una mano o darle un beso. Entonces ella suspira hondo y vuelve a su sonrisa que irradia luz y la trae nuevamente al presente.
“¿Cuál es el secreto de estos cien años?, se pregunta en voz alta sonriendo. “Creo que no hay secreto, siempre me alimenté bien, estuve entre amigos y busqué la unión familiar. Siempre con mucho amor y con muchas ganas de vivir la vida, que como dije es un regalo para mí y busco que también mi familia lo entienda así”. Cuando terminaba de decir estas palabras sus ojos irradiaban una luz que sólo aparece en las verdades máximas, en las frases austeras y llenas de sentido; que son interiorizadas por las personas que las escucharon con la humedad en los lagrimales que antecede a la emoción.