10/08/2023
Corregir urgentemente el rumbo
No puedo recordar con exactitud pero creo que tenía 11 años y lo único que quería en la vida era ser grande.
Ser grande era andar sola en colectivo aunque ser hermana mayor es jamás poder andar sola. Los hermanos mayores llevamos cola. Siempre. Y solo al final, cuando uno ya es adulto, la cola se vuelve el mejor de los recuerdos.
Era la primera vez que viajaba sin un mayor responsable. Me tocaba estar a cargo y me distraje en algún punto y debimos bajar más allá de donde era nuestra parada.
Claro, no teníamos más plata.
Alguien, no recuerdo quien pero si la sensación, el nerviosismo, la preocupación porque estaba a cargo de mis dos hermanas menores, el temor al reto posterior por el "siempre tan abombada", digo que alguien me dio dinero para cruzar y tomar el camino de vuelta y allí si, descender donde debíamos.
Yo quería, por sobre todas las cosas, ser grande.
Ayer, cuando la tele me enfrentó con el crimen de Morena Domínguez, tuve de nuevo 11 años y pensé que era nena otra vez, era la nena que en algún momento fuimos todos. Una nena que quería ser grande y ser grande era ir sola a la escuela.
Tener 11 años, quizás sea simplemente eso. Querer ser grande cuando apenas aprendimos unas pocas cosas.
Y no está mal querer ser grande. No está mal tropezar con esos pequeños escollos que sirven para que vayamos aprendiendo a caminar sin tutela, a desempeñarnos fuera de casa.
Está mal que el mundo se haya vuelto un lugar tan hostil. Está mal que las calles ya no pertenezcan a los niños. Está mal que ya solo se pueda jugar dentro de casa y con vigilancia permanente. Está mal. Está todo mal.
Y está más que mal que hayamos naturalizado que aún estando todo mal, eso es todo y que debemos resignarnos.
Perdimos las veredas con marcas de rayuela, perdimos los saltos armoniosos en un elásticos, las rondas, la mancha. Los nenes inclinados contra una pared apoyando las figuritas o ganando bolitas.
Perdimos el juego en la calle, ese entre pares con una dudosa vigilancia de adultos porque con los pibes, nadie se metía.
Solo esa recomendación de no aceptar nada de extraños, de adultos extraños que podrían tentarnos con alguna golosina. Mientras tanto, toda la calle era nuestra, jugábamos, todos con todos, aún sin conocernos ni siquiera los nombres
Picaditos en medio de la vereda, en una entrada de garaje, donde fuere y si no había mucho tránsito, hasta se podía en la calle. Unas camisetas que llegaban hasta la rodilla porque tenían que durar mucho, ninguna sofisticación y ese olor a mugre, los cuellos sucios, los cachetes que reventaba.
¿Qué fue lo que hicimos?
¿Cómo llegamos a este flagelo?
Tanta pobreza, tanto desempleo, tanta angustia de futuro incierto, tanta droga, tanto exceso, tan que nada vale gran cosa, tan que te pueden arrebatar la vida asi, de nada, porque si, porque no parece algo sagrado.
Conquistamos el espacio, tenemos celulares, no hay distancias que valgan, el mundo se convirtió en un pañuelo y marchamos con pañuelos verdes, tenemos elecciones, autos, anticipamos el clima de los próximos años, tenemos diagnósticos en imágenes y vacunas, el s**o de los bebés en el vientre dejó de ser una sorpresa, aún antes de que nazcan los vemos en imágenes. Nos creemos mejores y la realidad, una mañana cualquiera de agosto de 2023 nos escupe un crimen inconcebible. Mataron a una nena de 11 años. No somos mejores. Nada mejores.
Y es imposible no ponernos en su lugar 10 minutos antes de morir. Cómo no vernos entonces queriendo ser grandes, tratando de movernos y hablar como grandes, insistiendo en ese permiso para hacer lo que hacen las chicas grandes, para andar solas, al menos hasta la escuela. Y detenernos cerca, para hacer un pequeños corrillo y hablar entre nosotras. Quizás con algún chico. Hablar pavadas. Crecer.
Alto está muy mal. Algo hicimos muy mal. Y no es excusa que el crecimiento poblacional, que las grandes ciudades, que el presupuesto....no, no hay excusa. Cuando perdemos a un chico, no hay excusa. Nada lo explica, nada lo justifica. No hay perdón, no hay nada que nos releva de culpa.
Se detuvieron las campañas políticas. Los diarios dan cuenta de los mismos datos que agotaron los noticieros de TV en la víspera. Una nena de 11 años, una nena llena de ganas de crecer y de ser como esas chicas de 14 que ve en la calle, una nena que quiso ir sola a la escuela, una nena, una nenita, cayó escapándose de unos delincuentes y en esa caída, perdió la vida.
Algo hicimos muy mal.
Algo o mucho.
Y mucho, debemos corregir de manera urgente.
Estamos obligados. Nos lo debemos. Se lo debemos a Morena. Se lo debemos a los pibes. A todos los pibes
Claudia Beltramino