14/11/2021
Un día, la keniana Wangari Maathai tuvo un sueño: llenar de árboles su país. Para ello creó el Movimiento Cinturón Verde y, poco a poco, año a año, llegó a plantar más de 30 millones. La destacada ecologista, que obtuvo el Premio Nobel de la Paz en 2004, falleció en 2011. Pero su espíritu y su determinación sobrevuelan sobre el gran proyecto conocido como la Gran Muralla Verde, la iniciativa de reforestación más ambiciosa que se haya proyectado jamás en el continente africano. Aunque no se trata sólo de plantar árboles. Es mucho más.
El testigo de Maathai fue recogido en 2005 por el entonces presidente senegalés, Abdoulaye Wade, quien se puso al frente de la iniciativa de crear una barrera vegetal de casi 8.000 kilómetros para frenar el avance del desierto a lo largo de 11 países del Sahel.
La zona denominada Sahel (palabra árabe que significa “borde o costa”) es una región geográfica y climática del continente africano que limita al norte con el desierto del Sáhara, al sur con las sabanas y selvas del golfo de Guinea y de África Central, al oeste con el océano Atlántico y al este con el Nilo Blanco.
Tiene una extensión aproximada de 4.000.000 km² habitados por millones de personas que sufren las consecuencias de la escasez de alimentos. El Sur de Mauritania, Senegal, Malí, Burkina Faso, Níger, norte de Nigeria y Camerún, así como Chad, Sudán y Eritrea conforman la Franja del Sahel, conocida como “el cinturón del hambre”. El Sahel es un área muy inestable, formada, en gran parte, por antiguas colonias francesas, compuesta por naciones mayoritariamente islámicas, con gobiernos débiles y que tienen gran dificultad para ejercer el control. Además, entre la población, existe una gran desafección política. Se trata de una de las zonas más pobres del mundo y con peores condiciones de vida.
El proyecto Gran Muralla Verde se puso en marcha en el año 2007 tras ser aprobado por la Unión Africana. La idea original era construir un muro de árboles de casi 8.000 kilómetros de largo y 15 km de ancho entre Senegal, al oeste, y Yibuti, en el este (véase la franja verde del mapa inferior), con el objetivo de frenar el avance del Sáhara hacia el sur e impedir la desertificación.
El Sahel es un área muy inestable, formada, en gran parte, por antiguas colonias francesas, compuesta por naciones mayoritariamente islámicas, con gobiernos débiles y que tienen gran dificultad para ejercer el control. Además, entre la población, existe una gran desafección política. Se trata de una de las zonas más pobres del mundo y con peores condiciones de vida.
El proyecto Gran Muralla Verde se puso en marcha en el año 2007 tras ser aprobado por la Unión Africana. La idea original era construir un muro de árboles de casi 8.000 kilómetros de largo y 15 km de ancho entre Senegal, al oeste, y Yibuti, en el este (véase la franja verde del mapa inferior), con el objetivo de frenar el avance del Sáhara hacia el sur e impedir la desertificación. Bajo los auspicios de la Unión Africana (UA) y con el respaldo del Banco Africano de Desarrollo (BAD), a la iniciativa de la Gran Muralla Verde se han ido sumando, con el paso de los años, socios y financiadores de todo el mundo, desde la Unión Europea hasta la FAO, pasando por fundaciones y entidades privadas.
Los millones de árboles que ya se han plantado pertenecen a varias especies nativas, como el datilero del desierto, el ciruelo indio o las acacias. Principalmente se han escogido estos árboles porque se adaptan al clima. En concreto las acacias son especialmente resistentes frente a la sequía.
Bajo los auspicios de la Unión Africana (UA) y con el respaldo del Banco Africano de Desarrollo (BAD), a la iniciativa de la Gran Muralla Verde se han ido sumando, con el paso de los años, socios y financiadores de todo el mundo, desde la Unión Europea hasta la FAO, pasando por fundaciones y entidades privadas.
Los millones de árboles que ya se han plantado pertenecen a varias especies nativas, como el datilero del desierto, el ciruelo indio o las acacias. Principalmente se han escogido estos árboles porque se adaptan al clima. En concreto las acacias son especialmente resistentes frente a la sequía. Las escasas precipitaciones que se viven desde hace años en el continente ralentizan el avance de la muralla, pero no afectan afortunadamente a las especies autóctonas plantadas.
Con una inversión de casi 7.000 millones de euros, la misión de la Gran Muralla Verde de África es doble: por un lado, mitigar los efectos del cambio climático y, por otro, evitar la desertización de unas tierras de las que depende la supervivencia de millones de agricultores locales.
Aunque en un principio los esfuerzos parecían concentrarse en la reforestación, el proyecto ha ido evolucionando más bien hacia un mosaico de acciones en consenso con las autoridades locales. El espectro es muy amplio y va desde la construcción de bancales y de pozos hasta la colocación de barreras para impedir que el viento erosione la tierra, la fijación de dunas en Mauritania o el cultivo de arbustos y malezas que permitan recuperar suelos degradados. “Los principales problemas que afectan al proyecto son la escasez de mano de obra cualificada, la falta de vías para desplazarse y la falta de tuberías para conducir el agua”
Senegal es el país que tiene el proyecto más avanzado, y ya están viendo resultados.
Sin embargo, esta muralla verde tiene sus detractores. Según algunos medios, la barrera vegetal es contraproducente para los objetivos de desarrollo, ya que trabaja solo sobre el perímetro de la zona y no en el problema real. Defienden que para aumentar la seguridad alimentaria y apoyar a las comunidades locales, deben crear amplias superficies de cultivos en vez de partes estrechas, como es el caso de la muralla.
Algunos expertos denuncian que la premisa del proyecto es errónea. «El problema no está en el avance del desierto», dice Richard Escadafal, presidente del Comité Científico Francés contra la Desertificación. Según su organización, la desertificación del Sahel no está siendo causada por la invasión de arena del Sahara sino por la escasez de lluvia, la concentración población y la sobreexplotación agrícola. Y «la barrera no actúa sobre las causas de estos problemas».
Por el otro lado son muchos los que opinan que la muralla podría evitar una catástrofe humanitaria en el futuro por culpa del hambre. Según cifras de la ONU, cerca de 500 millones de africanos van a ver cómo se deteriora su calidad de vida por culpa del calentamiento global en los próximos años. Además de ello, unas 60 millones de personas van a tener que abandonar sus hogares por culpa de la desertificación del Sahara y Sahel. Estemos de acuerdo o no, este proyecto debe seguir adelante ya que la subsistencia de todos esos millones de personas que viven cerca de la muralla depende de ello. Algunos datos:
En Senegal se han cultivado 20.000 hectáreas de las 817.000 hectáreas que requiere el proyecto que se extenderá a lo largo de 545 kilómetros en su territorio.
Burkina Faso, Yibuti, Eritrea, Etiopía, Malí, Mauritania, Níger, Nigeria, Senegal, Sudán y Chad son algunos de los países que se comprometieron a luchar contra la desertificación en la cumbre de la Comunidad de los Estados Sahelo-saharianos en el año 2005.
Cada año, la desertificación aumenta en 1,5 millones de hectáreas en los países del Sahel.
Se estima que el año pasado, unas 10 millones de personas sufrieron la escasez de alimentos debido a la sequía y el cambio climático en el Sahel.
https://www.youtube.com/watch?v=uePNj0HVBSg&t=8s