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“LA PALABRA DEL REY SILENTE” DE L J GOULDINGTraducción, portada y montaje: SabelRitter¿Más, mi Señor Anrakyr? ¿Quiere sa...
05/09/2024

“LA PALABRA DEL REY SILENTE” DE L J GOULDING

Traducción, portada y montaje: SabelRitter

¿Más, mi Señor Anrakyr? ¿Quiere saber más?
Mejor que eso, le contaremos todo. Quizás entonces lo entienda. Después de todo, necesitará aliados.
Hace mucho que conocemos al Devorador. Mientras que la mayoría de la raza necrona dormía ajena a los eones, su gran majestad Szarekh, el Rey Silente, viajó mucho más allá de las fronteras de esta galaxia. Él presenció cosas tan indescriptibles que no pueden articularse adecuadamente en nuestro noble lenguaje, ni en ningún otro...
El más terrible de todos estos enemigos extragalácticos fueron los tiránidos.
Durante innumerables ciclos ha tratado de repeler esta amenaza. En su sabiduría, los ha observado, estudiado y enviado al olvido en todo pero el fin, es un acto decisivo. Los ha llevado a la batalla en cien mundos, devastó sus flotas dormidas en el frío e inmenso vacío, e incluso unió a las más rebeldes y beligerantes dinastías para proteger nuestros mutuos intereses.
¿Qué, usted se preguntará, tiene que ver esto con una alianza entre los vivos y los mu***os?
Le diremos todo, mi señor. Quizás entonces lo entienda.
El nombre del mundo no es importante. No para nosotros Para los humanos, sin embargo, parecía ser fundamental. Para una especie que se vería a sí misma como los amos indiscutibles de esta

galaxia, ponen tanto énfasis en los nombres, y los paraísos y las condenas que imaginan para sí mismos.
Esto, entonces, se convierte en una historia de ángeles y demonios, para usar los crudos y antiguos términos.
El más sangriento de los ángeles, luchando sobre el Risco del Diablo.
Y estuvimos allí. Nosotros tres -Khatlan, Dovetlan y Ammeg, por así decirlo- y muchos más. Muchos, muchos más.
Mientras viajabas por las estrellas, buscando diezmos y tributos, respondimos al llamado de nuestro verdadero amo. Los Pretorianos pueden moverse en gran número, rápida y silenciosamente, cuando las atenciones de las dinastías caen en otro lugar por un tiempo. Así es como regresamos a la corte del Rey Silente cada vez que él lo desee, para traerle nuevas palabras del Gran Despertar. Para el resto de la galaxia, somos sus ojos y oídos, como somos su mano derecha y su única voz.
Él no habla. Él no hablará. A usted no. Aún no…
Pero podría hacerlo, con el tiempo, si demuestra ser digno.

Nos tenían, hermanos. Estábamos acabados.
Habíamos luchado contra ellos con fuerza. En Gehenna, esos estruendosos xenos mecánicos parecían no tener número. Durante tres semanas, Dante lideró a la Tercera Compañía contra sus Legiones - nosotros, en las escuadras de Asalto, atacaríamos y retrocederíamos con el comandante, una y otra vez, mientras el

Capitán Tycho dirigía el combate de largo alcance. Fue una rutina seca y polvorienta. La única sangre que cayó sobre los desiertos estériles fue la nuestra.
Eso se sintió mal. No había nada para saciar nuestra sed, ni un glorioso carmesí para bañar la armadura de los condenados.
Tycho era el Maestro del Sacrificio. Ese título parecía apropiado. Nos sentimos sacrificados.
Gehenna no es más que un altar sobre el cual se pueden hacer tales ofrendas, aunque las innumerables razas alienígenas parecen ser siempre atraídas para probar el derecho del Imperio a presidirlo. Un millón de almas más sagradas que la nuestra habían pasado sobre las llanuras del mundo colmena, a lo largo de milenios. ¿Qué esfuerzo más noble, qué llamamiento más glorioso puede haber que defender tal lugar de las hordas de incansables xenos mu***os?
Y así lo defendimos, con cada gramo de la fuerza de nuestra compañía.
Caímos de los cielos veteados de gris, el carmesí de las escuadras de Asalto de los Yelmos de Hierro como una mancha de sangre sobre el oro prístino de la Guardia Sanguinaria. El comandante Dante siempre estuvo al frente, la punta de la hoja clavada en los flancos de los necrones. El Hacha Mortalis se movía a izquierda y derecha, atravesando cuerpos de metal tan fácilmente como podría a través de carne viva en cualquier otro campo de batalla, y en la sombra divina de Dante fuimos inspirados. Conduje a mi escuadra en caída libre, el peso de nuestra carga como el ma****lo de la propia ira de Sanguinius contra el enemigo, sus ojos brillantes y apagados se volvieron hacia arriba en esos últimos latidos antes de que estuviéramos en medio de ellos.
No hay imponentes señores necrones envueltos en sedas fuliginosas, ni centinelas insectoides que nos azoten con electro látigos. Estas eran las reservas más pobres de las Legiones que

ahora enfrentamos, los exiguos resucitados que parecían ser casi innumerables y cuyo único uso táctico parecía ser que ellos absolutamente no morirían.
Exhortando a mis hermanos de batalla hacia adelante, me dirigí hacia los guerreros necrón con mi espada sostenida delante de mí. Descubrimos que la velocidad era la clave - simplemente no podían registrarnos lo suficientemente rápido como objetivos si seguíamos moviéndonos, y parecían incapaces de disparar su armamento gauss sin primero apuntar con cuidado. Y así los derribamos por docenas, tomando cabezas y extremidades y reventando sus torsos blindados con fuego de pi***la a quemarropa, y estampando sus restos en el polvo debajo de nuestras botas.
Sin embargo, por cada necrón que despedazamos, tres más avanzaban penosamente para ocupar su lugar; o de lo contrario, el guerrero supuestamente mu**to simplemente se levantaba de nuevo una vez que lo pasábamos, heridas que vuelven a reconstruirse bajo cualquier tecnomancia que los impulse.
Los destellos verdes proyectan la aparentemente interminable silueta de la horda, y alcé la vista para ver más de las grandes estructuras monolíticas gravitacionales deslizándose pesadamente por las laderas desde los riscos más allá. Sus matrices de energía arrojan golpes contundentes en la trifulca, dispersando a los Ángeles Sangrientos de armadura dorada como hojas en el viento. Enloquecedora y chirriante estática corta a través de los canales de vox entre escuadras, y de repente nos desconectaron por completo del mando de Dante.
Y llegaron más necrones. Y aún más.
La presión de los cuerpos fríos y sin vida a nuestro alrededor se hace enredada, y los guerreros empezaron a golpearnos con sus enganchadas hojas de bayoneta. El Hermano Jophael intentó liberarse del agarre de la horda lanzándose de nuevo al aire, pero las garras de metal lo empujaron hacia abajo, con propulsor de salto

y todo, debajo de la marea deambulante. Sus gritos agonizantes fueron misericordiosamente breves.
Planté una bota en el pecho del guerrero necrón más cercano y lo envié hacia atrás con un par de granadas de fragmentación para su molestia. Las explosiones arrojaron un tanto más de ellos a un lado, pero todo lo que me brindo fue el espacio para realmente ver la inevitabilidad y la inutilidad de nuestro asalto. Nos superaban en número por cientos a uno, y las flotantes arcas-transporte recolectaban a los xenos mu***os justo debajo de nuestros pies para enviarlos contra nosotros una vez más. Y seguimos, sin parar, hasta que nos enterraron.
Nos habían sacrificado. No sabía si el Comandante Dante lo había planeado de esa manera, pero ya ni siquiera podía ver a su Guardia Sanguinaria en medio de la turba.
No habría resurrección para nosotros. Una vez caídos, los Ángeles de la Muerte no resucitan de entre los mu***os. Hay pureza en eso - algo que los necrones no han logrado comprender en su eterna búsqueda de... eternidad.
Otros dos de mis hermanos cayeron. Luego un tercero.
No recuerdo qué fue lo que grité en ese momento - probablemente fue algo innoble y adecuadamente desafiante. Golpeé un necrón con cada golpe de mi espada, hasta que pareció que yo ya no podía encontrar espacio para retroceder entre golpes.
Mis hombreras comenzaron a contraerse con la presión de las extremidades de metal. Dedos insensibles se cerraron alrededor de mis muñecas y mi cuello. Me quitaron la espada y también la pi***la de plasma. Me di cuenta de que estaba siendo arrastrado hacia atrás,y ya ni siquiera gritaba palabras reales.
Fue entonces cuando sucedió. La pausa. La vacilación.

Como uno, los necrones vacilaron. Solo por una fracción de segundo, sus ojos se atenuaron.
Entonces, nuevamente como uno, levantaron sus armas y se volvieron para retirarse. Me caí al suelo sobre mi espalda, antes de liberarme del arnés de mi propulsor de salto para ver a diez mil guerreros xenos inmortales alejándose de nosotros tan implacablemente como habían estado avanzando solo unos momentos antes.
Descargue mi pi***la y derribe a nueve de ellos sin pensar. Les disparé a través de sus espaldas en retirada, plasma caliente lanzando sus entrañas mecánicas al suelo. Otros hicieron lo mismo, en una fútil e impotente rabia. Nuestra sangre aún estaba alta, y los heridos remanentes de los escuadras de primera línea acosaron al enemigo con gritos de batalla frustrados aún en nuestros labios. Necrones cayeron, y aun así las Legiones no nos prestaron más atención ese día.
Era como si simplemente hubiéramos dejado de existir.
No tenía sentido en ese momento. ¿Por qué se rendirían repentinamente, con una clara victoria dentro de su insensible y férreo control?
La respuesta fue el resultado de una lógica fría y matemática. Vendría a aturdirnos a todos, y muy especialmente al Comandante Dante.
Los habíamos juzgado mal. Los juzgamos tan mal.

Entenderá, señor, que los ángeles-humanos nunca fueron nuestro verdadero enemigo en esto. La mera casualidad fue la que los coloco en oposición al plan del Rey Silente. Eso, y su característica

renuencia a admitir que no saben nada de la verdadera naturaleza del universo.
Por mucho que el imperio humano se considere la cúspide de la evolución y la antítesis de la raza tiránida -¡si puede creer tal cosa!- son quizás más parecidos de lo que cualquiera de ellos puede saber. Dovetlan una vez comparó a los humanos con los insectos. Ellos pululan. Ellos canibalizan. Viven sin pensar realmente en el futuro o el pasado, más allá de la propagación de su propia prole.
Y construyen colmenas. Literalmente.
Llenos de alimañas humanas y otras formas de vida aún más degeneradas, sus asentamientos se aglomeran en torno a los puntos de la industria y los recursos, abusando abiertamente de sus mundos para alimentar el derrochador ciclo de la guerra y la procreación. Incluso sus clases dominantes pueden vivir toda su vida orgánica útil dentro de un área de diez kilómetros, tal es la naturaleza autónoma y parroquial de las ciudades colmena.
En todo nuestro tiempo, rara vez hemos sido testigos de tales edificios construidos por una raza sensible. Son reservas de la humanidad, en todas sus franjas. Células concentradas de escoria orgánica.
Bio-masa.
Cebo.
Fue una coincidencia fortuita la que colocó un mundo como este en el camino de la presa del Rey Silente. Después de su gran victoria sobre las bestias tiránidas en la anomalía dimensional en Anjac, había perseguido una flota escindida a través del vacío completamente sin ser detectado durante casi tres ciclos. Observó sus movimientos. Estudió sus reacciones a los estímulos astrales externos.
Y entonces empezó a calcular el porvenir.

Nadie más que él, en su majestuosa sabiduría, podría haber logrado tal hazaña - pero incluso el magnífico Szarekh no podía negar la providencia que los trajo de allí en adelante.
Nuestros cuerpos fríos tienen poco interés para el Devorador. En el mejor de los casos, podrían ser atraídos por las fuentes de energía más físicas utilizadas por nuestras tecnologías, o defenderse cuando los atacamos. Pero no somos forraje para sus naves vivientes.
Los mundos colmena de los humanos brillan como faros en comparación. Los tiránidos se sienten atraídos por tales banquetes con una singular hambre depredadora.
El Rey Silente sabe esto.
Los principios de un plan comenzaron a formarse en su mente, como nos dijo más tarde.
Les tendería una trampa, y la cebaría con los humanos.

Los siete estábamos parados alrededor de la mesa del hololito - los cinco sargentos de escuadra sobrevivientes, maltratados y ensangrentados, protegidos de lo peor de la ira del comandante de nuestro noble capitán Erasmus Tycho. A pesar de que estaba igualmente blindado con placas doradas, los dos no podrían haber parecido más diferentes en ese momento.
-Respóndeme esto, -gruñó Dante.- ¿Cómo lo supieron? ¿Cómo pueden los necrones escanear el vacío interestelar con mayor precisión que los sensores de largo alcance del Invocador de Sangre?

El Señor del Capítulo había puesto su máscara mortuoria sobre la superficie de la mesa, y apenas podía apartar mis ojos de ella. El movimiento de la luz sobre las características angelicales y esculpidas de nuestro Lord Sanguinius le dio al yelmo un aspecto aún más numinoso, más allá incluso del brillante halo dorado que rodeaba la corona.
Desde detrás de su propia media máscara, Tycho habló cuidadosamente.
-No estoy seguro de que puedan, comandante. Es posible que ya supieran que los tiránidos se estaban acercando antes de que las naves colmena cruzaran la heliopausa del sistema. El informe de nuestros oficiales del sensorium citó múltiples objetivos "de origen desconocido" en sus barridos tácticos iníciales, pero usted y yo les pedimos que dirigieran toda su atención hacia los necrones. Simplemente percibimos una mayor amenaza en el suelo. -La comisura de su boca parpadeó con un tic involuntario.- Estábamos viendo la exhibición cuando deberíamos haber estado explorando la galería.
Dante fulminó con la mirada a su protegido, con las palmas enguantadas apoyadas en el borde de la mesa, y una sonrisa sombría arrugó sus adustos rasgos.- Sí, quizás.
Entre los dos, la centellante silueta de Gehenna Prime giró lentamente en la proyección táctica del hololito. El planeta fue consolidado por la barcaza de batalla Invocador de Sangre y los cruceros de ataque gemelos Melech y Fratrem Pugno estacionados en órbita alta. De las naves pirámide necrón que aparentemente se habían retirado del sistema más de un mes antes, todavía no había señales.
En cambio, desde el sureste galáctico habían venido los tiránidos.
Los identificadores xenológicos los marcaron como una escisión de la derrotada Flota Behemoth, o posiblemente sus poco conocidos primos de Dagon. Independientemente de su origen, las cuatro

grandes naves colmena ya habían engendrado una verdadera multitud de naves menores y comenzaron a moverse en una formación extendida que eludió por completo los mundos exteriores. Pequeñas cifras descendieron por el hololito junto a cada contacto del sensor a medida que los telémetros actualizaban su distancia y velocidades relativas.
No había duda - este era un vector de ataque estándar de xenos. Los tiránidos habían puesto su voraz mirada sobre Gehenna Prime.
-¿Qué nos ordenarás, mi señor? -preguntó Phanuel, alejándose del cuadro nefasto. Las escuadras de Devastadores habían estado más alejadas de la ola frontal de los necrones, y por eso estaban menos afectados por las semanas de desgaste que el resto de nosotros habíamos sufrido.
Dante hizo un gesto hacia las naves colmena que se acercaban.- Estamos a punto de ser atrapados entre nuestro enemigo elegido en el suelo y uno nuevo en los cielos, hermano sargento. Nuestra victoria sobre los necrones ya estaba lejos de estar asegurada. Ahora nos enfrentamos a una fuerza aún más abrumadora - una que podría tomar un mundo entero por su propia cuenta.
El peso de esa verdad pendió en el silencio por un momento. Tycho asintió lentamente, presumiblemente ante la perspectiva de un pronto y glorioso final para su compañía de batalla.- La presencia de la flota tiránida al menos explica de alguna manera el por qué nuestras llamadas astrópaticas de refuerzos parecían haber caído en oídos sordos, Señor del Capítulo, -ofreció encogiéndose de hombros.- Sin embargo, los Yelmos de Hierro están contigo hasta el final.
Antes de que el comandante pudiera responder, el hololito parpadeó y un chillido de ruido blanco cortó a través de la conexión de la transmisión de audio. Todos retrocedimos, sorprendidos pero listos para reaccionar.

Luego, la pantalla parpadeó, junto a cada transmisión de imagen, luz y sistema de energía en la cámara del estrategium, sumergiéndonos en la oscuridad.
-¡Generatorium! -Rugió Dante.- Restauren el…
La estática se filtró a través del canal mu**to, derramándose y de alguna manera multiplicándose en el aire ante nosotros. Motas de luz verdosa corrían hacia arriba desde la superficie de la mesa, aunque esta vez no reflejaban la Máscara Mortuoria de Sanguinius.
El chirriante no-sonido se construyó sobre sí mismo, pulsando en extrañas y arremolinadas ondas.
-Escuchen eso, -susurró Gaius, buscando su pi***la bolter pero encontrando la funda de la pi***la vacía.- es una voz.
Escupí, mis manos se apretaron en puños mientras escaneaba la habitación en busca de cualquier amenaza.- Esa no es voz. Es un código erróneo de una fuente de señal incompatible. Nada más.
Las motas de luz comenzaron a arremolinarse y a reunirse sobre el centro de la mesa, bloqueando alguna nueva forma en el espacio donde Gehenna había estado suspendida anteriormente. El resplandor esmeralda creció en intensidad, aumentando con el crepitante y enloquecedor aullido de la...
+HUMANOS. PÓSTRENSE ANTE NUESTRA MAGNIFICENCIA.+
Girando lentamente en el resplandeciente campo, un rostro necrón demacrado con una cresta alta nos miró, sus ojos casi blancos brillaban y proyectaban pequeños arcos de energía ante ellos. Tycho y otros dos se movieron rápidamente para colocarse entre Dante y el avatar xenos, pero el comandante los apartó a un lado, con una mirada de incredulidad en su rostro.
+SOY EL JUDICATOR SUPREMO. ESTOY ENCARGADO DE ASEGURAR SU COOPERACIÓN. NO SE RESISTAN.+

Con un gruñido, Phanuel desenvainó su espada de combate y cortó la cara de la cosa, pero el arma pasó a través limpiamente y lo dejó sólo con una traza de chispas verdosas bailando sobre su guante y brazalete. El necrón no se dio cuenta, o no le importó.
+¿QUIÉN ENTRE USTEDES OSTENTA LA AUTORIDAD?+
Dante frunció el ceño, y dio un paso adelante.- Soy Dante, -dijo tenso entre dientes- Señor del Capítulo Adeptus Astartes de los Ángeles Sangrientos. ¿Quién es usted para dirigirse a mí y a mis oficiales de esa manera?
El avatar lo miró con sus brillantes ojos blancos. +SOY EL JUDICATOR SUPREMO. ESTOY ENCARGADO DE ASEGURAR SU COOPERACIÓN. NO TE RESISTAS, DANTE DE LOS ÃNGELES SANGRIENTOS.+
Al llegar a los controles de la mesa, Gaius aplasto con cautela el teclado con la palma de la mano, esperando cortar la conexión. No tuvo ningún efecto. El comandante Dante volvió a mirar al Judicator.
-¿Cooperación en qué, xenos? Hasta hace apenas unas horas, nuestras fuerzas estaban enfrascadas en combate mortal. Ahora ustedes han huido a las llanuras vacías, esperando nuestra inevitable venganza. No hay forma en qué nosotros o ustedes cooperemos alguna vez.
+ESTÃS EQUIVOCADO. NUESTRA VICTORIA YA HA SIDO CALCULADA. EL CONFLICTO ENTRE NOSOTROS FUE UN ERROR.+
La rabia hervía dentro de mí ante la insolencia descarada de la cosa. Mostré mis dientes y grité hacia la proyección.- ¡Silencio! Terminemos esto en el campo de batalla. ¡No atacarán los mundos del Imperio y luego correrán a esconderse cuando un enemigo mayor asoma su asquerosa cabeza!

La mirada del Judicator pasó sobre mí. +EL CONFLICTO ENTRE NOSOTROS FUE UN ERROR+ repitió.
Tycho alzó la voz entonces.- ¿Quién decide eso? ¿Tú?
+NO. ES LA DECISIÓN DEL PODEROSO SZAREKH, EL ÚLTIMO Y MÃS GRANDE DE LOS REYES SILENTES. PÓSTRENSE ANTE SU MAGNIFICENCIA.+
Un silencio incómodo cayó sobre nosotros siete. Me volví hacia mis hermanos, inseguro de cómo reaccionar.
Dante entrecerró los ojos.- El Rey Silente... ¿El Rey Silente?
+EL PODEROSO SZAREKH, EL ÚLTIMO Y MÃS GRANDE DE LOS REYES SILENTES.+
-¿El Rey Silente está... aquí, en Gehenna?
La cabeza del Judicator se contrajo. +NO ENTIENDO EL SIGNIFICADO DE "GEHENNA". PERO EL REY SILENTE ESTÃ AQUÍ, AHORA. ÉL TRATARÃ CONTIGO, DANTE DE LOS ÃNGELES SANGRIENTOS, FRENTE A NUESTRO ENEMIGO EN COMÚN.+
Más motas de luz giraron para crear un mapa topográfico en la proyección, con una cordillera específica resaltada en un verde más brillante del resto.
+ENVÍA A TUS EMISARIOS A ESTE LUGAR Y EL PODEROSO SZAREKH, EL ÚLTIMO Y MÃS GRANDE DE LOS REYES SILENTES, LOS RECIBIRÃ.+
Con un destello repentino que dejó eclosiones de color en nuestras retinas, el avatar necrón desapareció. Después de un solo latido de oscuridad silenciosa, los lúmenes y el hololito volvieron a la vida y nos dejaron parpadeando en la pálida luz del estrategium una vez más.

Me di la vuelta para mirar a Tycho.- Señor, sé adónde quieren que vayamos.
Aunque el Comandante Dante todavía miraba el espacio ahora vacío sobre la mesa, la expresión del capitán era severa.- Habla, hermano sargento Machiavi. ¿Dónde está?
-Es donde mi escuadra aterrizó en el último asalto– la Roca del Diablo.

Szarekh habría sabido estopor cada faerón de cada dinastía, que él es un gobernante justo y noble. Antes del Gran Letargo, se dio cuenta de sus fallas y prometió expiarlas. Es lo suficientemente humilde como para aprender de sus propios errores. Los necrones se alzarán una vez más, y él nos conducirá a una nueva y gloriosa era como los amos preeminentes de la creación. No porque sea su derecho, sino un privilegio que primero él se volvería a ganar.
Sin embargo, su benevolencia tiene sus límites.
No quiere decir que él albergue alguna malicia en particular a los humanos. Simplemente, su supuesto destino es incompatible con el nuestro. Tal vez si hubieran ascendido más poderosamente en una época anterior, entonces podrían haber reclamado esta galaxia saliendo de debajo de las dinastías dormidas mientras el Rey Silente aún vivía en el exilio auto impuesto.
O quizás no. Su propensión a la autodestrucción es... preocupante.
Los tiránidos son anatema para toda la vida, y vida es lo que los necrones requieren para la dominación suprema. Así también, entonces, el destino primordial del Devorador es incompatible con el nuestro.

Los humanos crean.
Los necrones mantienen. Los tiránidos consumen.
No puede haber simetría duradera en ese triunvirato. Uno debe
caer. El gran Szarekh ha decretado que serán los tiránidos, y nadie puede refutar la palabra del Rey Silente.
Es poco probable que los humanos vean las cosas tan claramente como nosotros, Lord Anrakyr. Irónico ¿no es cierto?, que rechinen los dientes y clamen por la injusticia de que una nueva raza alienígena que contamine “su” imperio con temerarias e inconscientes conquistas. Hemos visto esto antes, y sin duda lo volveremos a ver. Cuando todo esto no sea más que un pie de página en los anales de nuestro gran triunfo, ¿quién recordará el nombre de un Emperador humano mu**to, o las miserias ignorantes repartidas en su nombre?
La corte esperaba a los humanos abiertamente. No podría haber ninguna sugerencia de engaño. Habíamos regresado a la roca donde el último Ángel-Dante nos había resistido.
Más allá de las innumerables filas de guerreros comunes y de las Legiones Inmortales, novecientos de los Pretorianos de la Triarca eran centinelas ante el trono del Rey Silente. En la viva memoria del Imperio ningún humano había sido testigo de tal reunión de nuestra orden, y es probable que nunca vuelva a serlo. Nuestro Judicator Prime asistió al noble Szarekh a su derecha, y el Alto Cronomante, cuyas tecnohechicerías habían confundido tanto a los humanos, estaba a su izquierda. Más allá estaban los siete faerones que se habían jurado al propósito del Rey Silente en secreto - cada uno de ellos usando una máscara bronceada para ocultar su identidad a todos excepto a los guardianes de sus propias casas.
Lo primero que vimos de los humanos fue una neblina de humos químicos y polvo de llanuras levantados por su transporte primitivo. Rodeaba el terreno sobre huellas con ruedas, su

voluminosa armadura cubierta de pintura roja y de toscos glifos alados. A medida que se acercaba, el Judicator Supremo descendió por los pulidos escalones del estrado cortesano para bloquear el camino de los humanos.

Por orden de Dante, el apresuradamente instalado servidor conductor llevó al Rhino lo más cerca posible del heraldo necrón. El motor se ralentizo por un momento, luego se apagó. El metal refrigerante en los tubos de escape marcaba y chasqueaba en el funesto sol de la mañana, pero aparte de eso, el silencio se sentía absoluto. Aunque podíamos ver a los necrones de pie en sus incontables miles, ninguno de ellos emitió sonido alguno, ni hubo ningún indicio de movimiento.
Miré a través de la visión del bloqueo frontal, escaneando el gran estrado en busca de indicios de nuestro anfitrión.
Era absurdo – un zigurat monolítico, fácilmente tenía cuarenta metros desde la cima, aterrizó sobre la superficie de Gehenna Prime como un monumento a la vanidad xenos. Fundido de un terriblemente negro metal pulido, estaba bordeado con brillantes runas doradas y glifos que corrían en patrones interconectados hasta el largo tramo de escalones hacia la cumbre. Sobre sus niveles se alzaban los guerreros de mayor elite de la hueste necrona, elevados por encima de sus semejantes y presumiblemente disfrutando del prestigio de una mayor cercanía a su monarca. Brillantes estatuas de deidades alienígenas se alzaban en los puntos cardinales de la estructura, y las dos más grandes de ellas extendían sus brazos para formar un arco sobre la cima del estrado, con las cabezas inclinadas en súplica simbólica.

Este era un rey, decía su postura, que una vez incluso había tenido a los dioses entre sus esclavos.
Y esta era su corte que viajaba a dondequiera que él iba.
Eché un vistazo al oscuro interior del compartimento de tropas. El capitán Tycho colocó a regañadientes su combi-plasma en el contenedor superior y rodeó el bulto cubierto de lona en el medio del suelo. Él había suplicado por el honor de llevar a cabo esta empresa solo. Es más, casi había rogado por ello. Era su derecho, y él había insistido. Su privilegio. Su deber. Pero Dante no quería oír hablar de ello.
El rostro del comandante estaba rígido, casi tan sereno como la máscara dorada que tan cuidadosamente sostenía entre sus guanteletes. Era el rostro de un hombre que sabía que el destino le había sonreído, sin importar cuál podría a llegar a ser el costo esa fortuna. Cuan parecido a nuestro padre Sanguinius se veía en ese momento.
-Hermanos, -dijo con calma- vamos con él.
Miré la palma abierta de mi guantelete con recelo – se sentía tan pesado – y traté de mantener mi voz baja.
-Mi señor, ¿esto es necesario? Estamos aquí. Podríamos–
Tycho me silencio con una mano en mi hombrera.- No se trata de posicionamiento táctico, Machiavi -murmuró, mirándome de reojo a través del ojo de su media máscara.- Se trata de respeto. No importa cuánto despreciemos a los xenos, al menos el Señor del Capítulo conocerá a este Szarekh cara a cara. Nadie más volverá a tener esta oportunidad. Al menos tenemos que verlo con nuestros propios ojos.
Dante asintió. Tycho logró esbozar una mueca irónica, y alcanzó los controles de la escotilla trasera.
-Además, creo que el noble Dante quiere escuchar al gobernante supremo de la raza necrona rogar por nuestra

ayuda, primero.
La rampa se abrió con un mecanismo hidráulico, y los tres salimos hacia el suelo polvoriento al pie del zigurat, desafiantes ante diez mil guerreros enemigos que observaban desde todos lados.
El Judicator Supremo estaba de pie ante nosotros, un alto báculo ceremonial era sujetado rígidamente con ambas manos. Además de la alta cresta de su oficio que había sido visible en la proyección del hololito, llevaba un manto de eslabones de metal liso que colgaba de sus hombros como una capa. Nos miró fríamente por un momento antes de inclinar su cabeza en un gesto condescendiente de que lo siguiéramos.
Mis corazones comenzaron a martillar en mi pecho. Podía saborear el olor acre de las armas de energía xenos en el aire, sintiendo la mirada mu**ta de las máquinas sobre nosotros mientras subíamos los escalones. Caminé a la izquierda del comandante, Tycho a la derecha. El capitán los miró con odio, pero no dijo nada.
Dante simplemente siguió al heraldo, la máscara de Sanguinius sostenida en el hueco de su brazo.
Llegamos a la cima y pasamos por debajo del arco de las estatuas de los dioses. Más allá, sedosas cortinas relucientes ondeaban con la brisa entre ornamentadas electro-antorchas que proyectaban a los diversos señores necrones de la corte en una luz aún más espectral contra el sol de Gehena. Miré a cada uno alternadamente, preguntándome cuál de ellos era él...
Sin previo aviso, el Judicator Supremo se detuvo, y se dio la vuelta. Instintivamente, los dedos de mi guantelete se cerraron, pero me las arreglé para contenerme antes de que fuera demasiado tarde.
-Arrodíllense, humanos, -ordenó.- Arrodíllense ante el poderoso Szarekh, el último y más grande de los Reyes Silentes.

La mitad visible de la cara de Tycho no parecía impresionada. Apoyó los pulgares en el cinturón y ladeó la cabeza.- No lo haremos. Él no es nuestro rey.
El Judicator Supremo se indignó, pero no lo repitió. En cambio, se giró solemnemente y se hincó en una rodilla. El movimiento fue repetido primero por los nobles enmascarados, luego por sus seguidores y luego por todos los demás guerreros necrones en el estrado y más allá. Nuevamente como uno, se arrodillaron.
Excepto por una figura.
Era más alto que los demás, pero no tan alto como me había imaginado. Su cuerpo mecánico era una obra del inefable artificio xenos, más finamente labrado que cualquiera que haya visto en el campo de batalla. Donde ellos podrían ser esqueléticos, él era esbelto. Donde ellos estaban animados con un sombrío e inflexible propósito, cada uno de sus movimientos poseía una vitalidad innegable. Su forma hablaba de una musculatura y resistencia bien proporcionadas, tal vez tocadas por lo divino, y sus galas eran simples pero imposiblemente elegantes.
Sin embargo, su rostro...
Hermanos, apenas puedo expresar en palabras lo que sentí en ese momento. Lo que los tres debimos sentir. No fue reverencia o asombro, puedo decirles eso.
Se parecía más al odio.
Enmarcado por un halo de luz resplandeciente y las trazas de su intrincado collar, Szarekh – proclamado como el último y más grande de los Reyes Silentes, e indiscutible líder supremo de la raza necrona – llevaba una máscara dorada a la imagen de nuestro Lord Sanguinius.
Una repugnante blasfemia, sin duda.



Los humanos se sorprendieron. Sus formas de carne tardaron en procesar lo que estaban viendo, aunque claramente despertó sus odios raciales adoctrinados a un nivel fundamental y subconsciente. El Judicator Supremo fue el primero en levantarse, transmitiendo una señal sub-etérica a los pretorianos para que estuvieran listos. No importaba que hubieran enviado al Ángel-Dante y al Ángel-Tycho, sus líderes de batalla más respetados, como un gesto de buena fe. Las castas de guerreros humanos pueden ser impredecibles y nihilistas cuando se les presiona, y pueden actuar ilógicamente frente a insultos o adversidades abrumadoras.
Podemos hablar más de esto más tarde, Señor Anrakyr. Después de todo, necesitará aliados. Conozca sus fortalezas, así como susdebilidades, y conviértalo todo en su ventaja.
El sabio Szarekh lo sabía. Él vio la verdad de esto cuando se encontró por primera vez con los humanos agachados sobre las tumbas de las dinastías y las ruinas del imperio eldar. Creían que sus estrellas estaban en ascenso y que pronto conquistarían la galaxia. Por supuesto, esto no será así. Nunca lo será. No puede serlo.
Es curioso lo que los humanos eligen saber de su pasado,y lo que permanece sin ser recordado. No prestan atención a las lecciones que ya han aprendido, porque a menudo eligen olvidarlas. Quizás, si no hubiera mu**to en ilógicas y orgullosas luchas internas, su Ángel Sanguinius podría haberlos guiado hacia un destino más iluminado.
Ciertamente, habría sido un emperador más dócil que un preservado brujo-cadáver.
Si alguna vez hubo un humano que merecía ser llorado, el noble Szarekh diría que fue él. Esa alianza, ¿la primera alianza, quizás? - podría haber terminado con la amenaza del Devorador antes de que

surgiera. O por lo menos, es posible que los tiránidos nunca se hubieran sentido atraídos a esta galaxia en primera lugar.
Al igual que los humanos, el Rey Silente estaba ciego a esta posibilidad en ese momento.
Pero a diferencia de los humanos, es lo suficientemente humilde como para aprender de sus propios errores. El dominio temporal del Alto Cronomante simplemente leproporcionó la visión que necesitaba, y la oportunidad de preparar una nueva verdad para ellos.

El agarre del Señor del Capítulo se tensó alrededor del yelmo dorado entre sus manos, y tembló con una furia apenas reprimida. Esta vez vi el puño del Capitán Tycho apretarse, aunque él también logró contenerse. Teníamos que ver cómo se desarrollaría esto antes de hacer algo prematuro.
Dante miró desde su propia máscara – la Máscara Mortuoria de Sanguinius, la reliquia más sagrada del Capítulo – hasta la representación benigna y alienígena del primarca que llevaba el Rey Silente. Las similitudes eran asombrosas, hermanos. Aunque alargada y curiosamente más andrógina, los rasgos eran tristes y angelicales en la forma en que todos los Ángeles Sangrientos lo conocían y reconocían incluso desde el primer día de su inducción al Adeptus Astartes. La orgullosa y noble frente. La sugerencia de los cabellos deslizados hacia atrás de la cara. Incluso el halo estilizado coronaba a Szarekh como lo hacía con el comandante.
Pero donde la máscara de Dante era diseñada como un desafiante y justo grito de batalla, este era un Sanguinius en su forma más benévola y pacífica.

El rostro de un rey. Un gobernante supremo.
Más bella, quizás, de lo que cualquier escultura o molde tuviera derecho a ser que no fuera obra de manos humanas, aunque me dolía el alma admitirlo.
La sangre de Dante hervía. Finalmente, pudo hablar.
-¿Cómo... se atreve...?
Haciendo caso omiso de la indignación del comandante, el Judicator Supremo volvió a hablar en su estridente e indiferente tono.- Dante de los Ángeles Sangrientos, el Rey Silente te da la bienvenida. Ninguno de nosotros te hará daño mientras respetes la santidad de esta corte.
Los ojos del capitán Tycho se abrieron de par en par, y me miró con incredulidad. El Rey Silente permaneció inmóvil, mirándonos a todos con los ojos de nuestro primarca.
Con los dientes apretados, Dante maldijo.
-Será mejor que su Rey Silente aprenda a hablar, y me explique por qué nos insulta con esta... esta... parodia de nuestro Lord Sanguinius. ¡Es una burla, y no la toleraré! Si él piensa hacer más placenteras sus demandas desvelándolas con el rostro de nuestro santo fundador–
-Esto no es así, Dante de los Ángeles Sangrientos, -dijo el heraldo.- El poderoso Szarekh, el último y más grande de los Reyes Silentes, honra a tu ángel-padre y y el acuerdo que deseábamos alcanzar con él en épocas pasadas.
El aturdimiento se extendió a través de mi pecho ante estas palabras. Incluso Dante se estremeció.
-Eso es mentira, -murmuró.- Nuestro padre genético nunca habría tratado con escoria xenos.

-El Rey Silente no puede mentir, Dante de los Ángeles Sangrientos, porque él no habla. Él no hablará. No a ti. Pero su ángel-padre habría visto la sabiduría en esta alianza, y esperamos que tú también la veas. Los tiránidos están llegando, ya sea que usted o nosotros decidamos quedarnos, o no. El conflicto entre nosotros fue un error. Nuestra victoria ya ha sido calculada.
Era muy consciente de que el Señor del Capítulo mantenía su guantelete suelto a su costado, con la palma abierta de par en par. Tanto el capitán Tycho como yo hicimos lo mismo, tratando de mantener el movimiento lo más furtivo posible y ocultándolo de la mirada pasajera de los necrones.

Los tres emisarios humanos mantuvieron sus manos derechas abiertas. Fue un gesto curioso, probablemente algún tipo de deferencia ofrecida al majestuoso Szarekh como su superior natural.
Ammeg más tarde postuló que significaba que estaban desarmados. No estoy tan seguro.
No obstante, pronto se acordó la alianza.
La ignorancia de los humanos se convierte fácilmente en nuestra ventaja.

Incapaz de apartar los ojos de la máscara del Rey Silente, vi a Dante considerar las palabras del heraldo.

-¿Por qué entonces? ¿Por qué apoderarse de este mundo y defenderlo de nosotros cuando vinimos a reclamarlo?
-El conflicto entre nosotros fue un error. El poderoso Szarekh, el último y más grande de los Reyes Silentes, no se apoderó de este mundo. Él quería defenderlo del Devorador.
Pasó otro largo momento. Observé a los diversos nobles necrones de la corte – donde los seres vivos podían delatar sus verdaderas intenciones con lenguaje corporal subconsciente o movimientos apenas perceptibles, estas máquinas eran ilegibles. En cambio, me pregunto si proyecté lgo de mis propios pensamientos sobre mi percepción de ellos, en su perfecta ambigüedad. El Rey Silente continuó contemplándonos melancólicamente. Me moví inquieto.
Por primera vez, en todos mis días, sentí un estremecimiento de lástima por los necrones. De hecho, ¿los habíamos juzgado mal?
El Judicator Supremo levantó una mano.- El error fue tuyo, Dante de los Ángeles Sangrientos. Pero no lo sabías, y no nos tomamos el tiempo de hacértelo saber.
-Oh, sangre de Baal... -susurró Tycho, dándose cuenta de toda la magnitud de lo que estaba implícito.
Dante dejó escapar un largo y mesurado suspiro.- Y al luchar contra nosotros, han perdido significativas fuerzas que podrían haber asegurado su victoria sobre los tiránidos.
El Rey Silente asintió lentamente, pero fue su heraldo quien habló.
-Correcto. Ya no queda tiempo. Debemos formar la alianza que el poderoso Szarekh habría buscado con tu ángel- padre. Únanse a nosotros y salvaremos este mundo para su Imperio.
La frente del Señor del Capítulo se arrugó, solo un poco.- ¿Por qué te importa el Imperio y su gente? -preguntó en voz baja.

El Judicator Supremo extendió su brazo para abarcar a todas las Legiones necronas reunidas.-A pesar de lo que puedas creer, Dante de los Ángeles Sangrientos, estamos muy preocupados por la supervivencia de la raza humana. Hay cosas más importantes en juego aquí. Quizás algún día estas pequeñas diferencias se puedan reconciliar.
Con gran solemnidad, el Comandante Dante me entregó su yelmo, y lo tomé con cuidado en mi guantelete libre. Entonces dio un paso adelante, extendiendo su mano izquierda al Rey Silente.
-No puedo hablar por el Imperio, y no puedo hablar por lo que mi padre de sangre Sanguinius hubiera hecho o no en mi lugar. Pero mis guerreros prestarán sus números a los tuyos, si realmente pretendes salvar este mundo del Gran Devorador. - Hizo una pausa, y su expresión se volvió más feroz.- Y luego tú y yo hablaremos del futuro, rey Szarekh. Hablaremos de lo que puede ser, si esta alianza se honra hasta su fin.
El Rey Silente extendió la mano y agarró la muñeca de Dante de una manera notablemente imperial.
Luego se inclinó con una gracia alienígenaque debería haber sido imposible para una máquina, y susurró algo al oído del Señor del Capítulo.
Lo que digo es la verdad. El Rey Silente le habló. Tycho y yo nos esforzamos por escuchar, pero las palabras se perdieron en la brisa. Dante retrocedió levemente, su rostro era una imagen de sorpresa y confusión. Luego se recompuso, y asintió a Szarekh.
Y así la alianza fue aceptada.


Cálmese, mi Señor Anrakyr. El gran Szarekh no necesitaba a los humanos para derrotar a los tiránidos.
Considere los hechos. Nuestra flota había hecho la transición fuera del alcance de sus sensores primitivos, pero estaba plenamente preparada para la batalla durante nuestro enfrentamiento con las fuerzas del Ángel-Dante, así como posteriormente. De manera similar, los superábamos en número por muchos cientos a uno en el terreno. Mil o más, al final, ya que fueron ellos quienes hicieron los más grandes sacrificios en la batalla contra los tiránidos.
Considere la sabiduría del noble Szarekh. Permitió que los humanos creyeran que sólo ellos tenían una superioridad en el vacío sobre la flota colmena, y así sólo ellos sufrieron daños al enfrentarse a las naves alienígenas como parte de la ofensiva aliada. Nuestras naves permanecieron a salvo fuera del conflicto. También permitió que los humanos montaran lo que ellos consideraban una valiente y justa defensa de las más grandes estructuras de la ciudad – una maniobra que poseía poco mérito táctico o ventaja, y una mucha mayor probabilidad de desgaste. Maximizó la efectividad de la alianza completamente a favor de las fuerzas necronas, dando a los humanos la suficiente esperanza de un futuro mejor, y la suficiente verdad para comprometerlos con nuestra causa.
Sin duda, se habrían vuelto contra nosotros si la oportunidad se hubiera presentado más tarde. En especial si hubieran descubierto toda la verdad. Ese era un riesgo que el sabio Szarekh no podía correr.
Aun así, era difícil no admirar la convicción con la que lucharon los humanos. Quizás con el tiempo llegarán a reconocer la amenaza de los tiránidos como lo hacemos nosotros. Por eso, usamos estas baratijas y adornos para conmemorar su sacrificio. Honramos a sus mu***os, incluso si no lamentamos su pérdida.
Si desea revisar los detalles de la batalla que el magnífico Szarekh libró ese día, le traeré los informes de los archivos Pretorianos. Son exhaustivos.

No sea como los humanos, mi señor. Aprenda del pasado.
Necesitará aliados para prevalecer. Maximice la eficacia de sus alianzas, y conviértalas del todo en su ventaja.
Demuestra que eres digno en esto, y quizás el Rey Silente hable con usted también.
A su tiempo.

Fue solo después de que concluyó la Campaña de Gehena que nos dimos cuenta de cuán completamente habíamos sido engañados por esos tres veces malditos xenos. Pero era difícil estar verdaderamente amargados cuando teníamos la intención de traicionarlos desde el principio.
Cuando el Comandante Dante, el Capitán Tycho y yo regresamos al Rhino para irnos, retiramos cuidadosamente los disparadores remotos de nuestros guanteletes y desarmamos los detonadores bajo la lona. Como dije, todo esto había sido idea de Tycho, y había querido llevarla a cabo solo. Ciertamente se habría convertido en el Maestro del Sacrificio.
Cuando Dante se dio cuenta de que el Rey Silente – el Rey Silente – estaba presente en Gehenna Prime, nuestro deber para con el Imperio quedó claro. Este era el gobernante supremo de la raza necrona, un ser tan legendariamente elusivo que incluso los miembros más informados de la Ordo Xenos dudaban de que si incluso existió o no en un sentido literal.
Teníamos que matar a Szarekh, sin importar qué. No se le podía permitir abandonar este mundo.

Oculta bajo la lona dentro del compartimiento de tropas estaba la ojiva de un torpedo ciclónico. Había sido cuidadosa y meticulosamente extraída del polvorín a bordo del Invocador de Sangre por los Tecnomarines de nuestra compañía, lo habían trasladado a nuestro campamento y lo habían escondido dentro del Rhino por órdenes de Dante.
Era un asesino de planetas. Un arma de grado Exterminatus, cuyo uso solo podía ser autorizado por el propio Señor del Capítulo.
Cada uno de nosotros tenía un gatillo en nuestras enguanteletadas y abiertas palmas, y cualquiera de nosotros podría haberlo disparado en un instante. En la zona cero, la explosión nucleónica habría aniquilado todo en la superficie del planeta en un radio de quinientos kilómetros. El Rey Silente, nosotros tres, cada una de las construcciones necronas estacionadas en la Roca del Diablo, hasta el último miembro de la Tercera Compañía que permaneció en nuestro propio campamento, y los ciudadanos comunes de al menos dos grandes ciudades colmenas – todo se habría evaporado en el espacio de unos pocos latidos.
Era un sacrificio digno del título de Erasmus Tycho, y su ambición.
Dante, sin embargo, se había negado a dejarlo ir solo. Nos enseñó su razonamiento alrededor de la mesa del estrategium.
Despertaría las sospechas de los señores necrones si los Ángeles Sangrientos repentinamente se retiraran de la superficie, dejando solo a un guerrero nihilista para acercarse a su amo. No podíamos arriesgarnos a ordenar un ataque orbital sin antes hacer una confirmación visual de la presencia de Szarekh, no fuera que los necrones se dieran cuenta de nuestra duplicidad con los mínimos y vitales momentos que ellos necesitaban para adelantarse a nosotros.
Siempre había sido un plan desesperado, con pocas posibilidades de éxito.

Pero por esa pequeña oportunidad, Dante estaba dispuesto a sacrificarse.
Reclamé el honor del tercer puesto dentro del grupo de emisarios. Mi familiaridad con el terreno local me convirtió en la elección obvia.
Fue sólo la máscara de Szarekh, y la insinuación de que el propio Señor Sanguinius podría haber estado alguna vez al borde de una alianza con los necrones, lo que detuvo la mano de Dante. ¿Tan siquiera era verdad? ¿Szarekh había mirado alguna vez el rostro de nuestro primarca? No parecía tener importancia.
Mientras el Rhino se sacudía y rodaba sobre las llanuras de regreso al campamento, Tycho había expresado la pregunta que estaba en el primer plano de mi mente, también.
-¿Así que confiaremos en su... palabra..., mi señor? ¿Entraremos consciente y voluntariamente en una alianza con nuestros odiados enemigos xenos, con miras a una futura posible reconciliación? -Se frotó el ojo bueno.- Nadie creerá esto. Capítulos han sido excomulgados por menos.
Dante entrecerró los ojos.- Servimos al Imperio. Protegemos a su gente cuando no pueden protegerse a sí mismos. Si hacemos esto, entonces salvaremos al menos una porción de Gehenna Prime. Si no lo hacemos, entonces el mundo caerá ante el avance tiránido, y el fuego nucleónico del as*****to de Szarekh.
Antes de que Tycho pudiera responder, Dante había levantado la Máscara Mortuoria de Sanguinius y contemplo sus ojos sin vida. Evaluación. Reconsideración.
-Y cuando se gane la guerra contra los tiránidos, yo mismo mataré a Szarekh.
Parecía la solución perfecta: usaríamos los necrones para asegurar una victoria imperial primero y luego derrotaríamos a su rey una vez

que hubiéramos conseguido su confianza. Pero los habíamos juzgado mal. Los juzgamos tan mal.
Ellos nos habían engañado.
A medida que la campaña contra el repugnante enjambre llegaba a su fin, comenzamos a notar cosas extrañas– los cuerpos de nuestros hermanos caídos estaban siendo saqueados, nuestros suministros asaltados. ¿Fueron los tiránidos, preguntas? Improbable.
Nos dimos cuenta de que cada vez menos de los señores necrones y guardias de élite se reunían con nosotros según lo planeado. No habíamos sabido nada del Judicator Supremo o sus pretorianos en días.
Estábamos siendo boicoteados en las etapas finales de nuestra victoria combinada.
Cuando llegamos a los campos de exterminio a la sombra de la Colmena Sendeep, nuestras desgarradas armaduras y nuestras melladas espadas estaban cubiertas de más sangre xenos de la que podríamos pedir, quedamos reducidos a un puñado de supervivientes de los Yelmos de Hierro y la Guardia Sanguinaria. La Fratrem Pugno había sido eviscerada por el fuego de plasma, y pasarían muchos meses más antes de que volviera a tener capacidad de viaje disforme.
Herido, el capitán Tycho había sido evacuado al Melech para coordinar las últimas etapas de la guerra en el vacío. Yo era el único que estaba al lado de Dante, y la sombría comprensión nos sobrevino a ambos mientras nuestros hermanos de batalla dirigían equipos de harapientos milicianos locales para amontonar los cuerpos de los tiránidos mu***os para las piras purificadoras.
Se apoyó pesadamente en el Hacha Mortalis, su respiración salía como un jadeo a través de la boca abierta de la Máscara Mortuoria.

-No hemos visto ningún necrón en más de doce horas, mi señor, -murmuré.- Szarekh no va a volver, ¿verdad?
Dante no respondió, pero miró fijamente el sol poniente sobre las montañas distantes. Su rabia se desvaneció. Pasó lo mismo con todos nosotros.
Limpié la suciedad xenos de mi espada de combate, y la envainé en mi cadera.- No se preocupe por esto, Lord Dante. Haré que se modifiquen los registros oficiales para manifestar que usted permitió que los xenos se fueran como un gesto de respeto por su inesperada ayuda en la campaña. Eventualmente lo atraparemos, y usted tendrá su venganza.
Ante esto, el Señor del Capítulo negó con la cabeza y se soltó el yelmo.
-No, sargento Machiavi. Nunca volveremos a tener esta oportunidad. Dudo que algún guerrero del Imperio vuelva a posar sus ojos sobre el Rey Silente. -Él suspiró.- Si es que era él...
Permanecimos allí por otra hora más o menos, observando en silenciosa contemplación cómo las llamas de las piras comenzaban a brotar en el oscuro crepúsculo.
Pensé en el momento en que decidimos salvar a Szarekh del fuego, y me avergüenza decir que la pregunta más impertinente surgió espontáneamente de mis labios. De hecho, hermanos, aún me sorprende que este momento de indiscreción no me haya costado mi eventual sucesión al mando de la Tercera Compañía.
-¿Qué le dijo el Rey Silente?
La cansada mirada de Dante rodó hacia mí, y él se puso algo tenso.
-Dijo... algo que ya no creo entender.
El comandante hizo una pausa. Esperé expectante, casi ahora temiendo escuchar la respuesta.

-Él dijo: “Ellos son la tormenta creciente, y tú debes convertirte en el escudo”.

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