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14/01/2025
Para un marco eterno
La imagen de cierre, el sábado, en el Estadio Municipal, dejó un saldo de auténtico aire cristalino en un fútbol que rebalsa de malos ejemplos. General Saavedra y Deportivo Sarmiento, sus jugadores, técnicos, hinchas y dirigentes, hicieron que la pelota termine con una sonrisa gigante y plenamente satisfecha.
Mucho en juego y enorme entrega desde los dos frentes. Uno -Saavedra- que hacía 44 años que no festejaba un título y el otro -Sarmiento- que no repetía en 28 temporadas.
Como gladiadores, dieron lucha hasta quedar vacíos. La igualdad en el acumulativo de la final del Zonal (2-2), obligó a la definición desde el punto del penal.
Si hubiera sido "Feliz Domingo" y con Silvio Soldán en el micrófono -disculpas a la juventud-, el grito tendría que haber sido: los dos a la final!!!. Y le agregamos una Copa más a la que entregó Ariel Bordeira a Bruno Elorrieta, capitán del Parque.
Fue auténticamente conmovedor. Por un lado, la nobleza del vencedor festejando en sus carriles y saludando al rival con respeto. Y también la hidalguía del vencido, reconociendo al campeón con el pecho herido y la mirada nublada.
Así como se guarda un golazo de chilena al ángulo o una atajada milagrosa, ese cierre debería obtener un marco dorado para que se muestre a quién pregunte, cómo se debe cerrar una finalísima por un título de campeón.
Si, es cierto que debería ser lo normal y cotidiano. Pero no lo es. Entonces, en el barro siempre se va a distinguir la rosa radiante por su escasa perdurabilidad en el tiempo.
Si había que esperar hasta este 2025 para presenciar una final con estas características, valió la pena. Porque se podrían enumerar algunas falencias organizativas (por ejemplo, una sola ventanilla de expendio de tickets), pero sería ver el vaso medio vacío. No es de bonhomía ubicar la lupa en el desatino cuando pesa mucho más esa foto de abrazos y saludos respetuosos del cierre.
General Saavedra y todo su entorno, Deportivo Sarmiento y la legión que llegó a la ciudad desde 140 kilómetros nos dieron una lección de fútbol. Pero no del juego en sí -que fue muy atractivo-, sino de cómo exponer algo más profundo que nos redime como seres pensantes y sintientes.
Alejandro Carrizo