01/09/2016
Sobre el cierre al publico del puente de la Estación de Temperley.
Soy del barrio de Temperley. Viví en el este y después en el oeste. Tengo la cancha al lado de mi casa, Finky y el Parrillón.
Soy del partido de Lomas. Cruzo la barrera de Boedo, como peatón maleducado, por la parte de los autos y no por el laberinto ese que te hace jugar a ser el Burrito Ortega. Laprida la evito por estar siempre llena de gente, a menos que tenga que ir a comprar algo. Voy a la psicóloga que está en Colombres y Camino Negro. Y ya me aburre el chiste de que le digan Black Road, Adrogué City o Temperley Village. Lo de República Separatista de Turdera es una cuestión de orgullo.
Prefiero Moebius al centro de Adrogué, pero voy a dónde vayan mis amigos, que también son de acá.
Soy de Zona Sur, del Tío Bizarro y el Coto Mugre de Temperley. Lanús se nos hace Avellaneda, Avellaneda se nos hace Capital.
Detesto la sobreedificación, las cloacas tapadas y las cosas de la construcción arruinándoles la vida a todos. En Las Lomitas sobra plata pero falta educación, pienso, cada vez que veo una camioneta negra y brillante en la bocacalle, tapando la rampa para discapacitados. En Zona Sur decimos discapacitados, porque todavía no nos acostumbramos a decir capacidades diferentes, pero más que nada porque no hace falta ahondar en el metalenguaje para mostrar respeto.
En mi barrio sabemos que cuánto más corto es el recorrido del bondi, menos quemados están los choferes, por lo tanto más cordiales son. Yo saludo a todos, pero no todos me responden. Obvio, creo que preferiría manejar “el Turderito” –yo le digo así, creo que nadie más; 318, de Turdera a Lomas- que el 165 Once a Ruta 4 Zaizar. No importa en qué lugar del mapa esté, si veo un 160 siento que estoy a unas cuadras de casa, aunque el viaje sean dos horas insufribles. Me cambiaron los colores del San Vicente, ni siquiera sé si se sigue llamando así. Varias veces, como último recurso, lo tomé en Constitución. Una vez un taxista me dijo “¿seguro que querés ir ahí?” y mientras íbamos vi lo turbio que era. Pero a la vez, los que no tenemos plata más que para un bondi, no tenemos el lujo de elegir transporte. Una vez un sacado me preguntó a los gritos si me estaba colando. Ahí me sentí lejos de casa.
No uso combi. Prefiero el tren, porque es más barato, porque es más rápido, incluso porque es más cómodo. Entiendo los argumentos de los que las usan, pero no se aplican a mi caso.
Hay estaciones de trenes que son horribles y otras que son hermosas. Constitución cuando llueve es un desastre. Probá pararte en el puente de Luis Guillón y mirá los árboles hasta el horizonte. El cruce peatonal de Lanús es subterráneo y espantoso. La estación de Lomas es demasiado chica para la cantidad de gente que transita por ella.
A mí siempre me gustó mi estación. Porque es grande, porque en general está limpia, porque no me queda otra. Más de una vez me senté a esperar el tren, brisa en la cara, escuchando música. Y de tan cómodo dejé pasar uno, dos, tres trenes que me llevaban a dónde iba. Más de una vez elegí cruzar por la estación porque es en el único lugar de noche donde hay luces y, a veces, canas. Porque ahí está el viejo que toca el bandoneón y espero que esté siempre. Porque están los bares del otro lado y en general hay gente de noche. Porque las opciones son el Bajo Nivel –y todo el que cruza por ahí de noche cuando no quiere caminar las cuadras extras o porque no tiene otra, sabe la adrenalina que es pasar por ahí- y un puente de mala muerte que parece el último lugar que vas a ver antes de despertarte en el hospital. Estoy exagerando, pero no demasiado.
Soy de Temperley, toda la vida viví ahí. En general camino por la calle, porque me resulta más cómodo, en general de contramano para ver los autos venir de frente y subir a la vereda si es necesario. Voy de la estación a mi casa por adentro cuando el día lo amerita, siempre por una ruta distinta. Si es de noche, en general por 25 de mayo porque tiene luces, aunque algo mortecinas, en todas las cuadras hasta Dorrego.
Si ando por la estación de día, compro el pan en 14 de Julio y Santa María de Oro, porque me gusta el pan de ahí, y porque comentamos dos o tres cosas de fútbol con las chicas. Porque el olorcito a café de ese lugar me transporta en el tiempo.
Me fui al carajo. La noticia dice, primero por wasap en el grupo familiar, luego por el muro de algunos conocidos/vecinos/amigos, y eventualmente llegará a los diarios, ese artefacto tan pasado de moda, que no se puede cruzar más por la estación de Temperley si no vas a viajar en tren. Ya ni me acuerdo qué iba a decir cuando empecé a escribir esto.
Me importa un carajo. Vamos a ver cuánto les dura. Hace años que digo, pienso y defiendo que no hay que meterse con la gente y con lo poco que tiene. El hogar, el trabajo y el tren son muchas veces lo único que muchos de todos nosotros ven todos los días de sus vidas. Se levantan, van a laburar en un tren impresentable (después hablamos si está mejor o peor que cuándo), laburan una cantidad de horas insalubres, vuelven a su casa en el mismo tren y se van a dormir. A veces sin ver hijos, a veces sin comer.
Más allá de eso, la estación es parte de mi casa, ¿ok? Yo voy al kiosco en pantuflas, porque así como no me cambio para ir de la cama al living, tampoco lo hago para ir al jardín o al kiosco. Al chino de mi barrio le digo chino porque es chino y le pregunté si le molestaba y me dijo que no. Al de la verdulería no le digo boliviano, porque no es boliviano. No digo cosas como “negros de mi**da”, no pienso que todos los canas son una mi**da, no me creo nada de lo que veo a través de una pantalla. Trato de no atrasar el reloj.
Yo voy a cruzar de un lado al otro de mi barrio por donde se me cante. Mi vieja me enseñó a pagar siempre el boleto, el barrio me decía que no pagarlo era una forma de castigarlos por el servicio de mi**da, total se la robaban de otro lado. Ninguno de los dos me terminaba de convencer. En general pago. Salvo cuando llego tarde y veo que el tren se está por ir, entonces ahí no.
La gente preparada y de traje parece que está cada vez menos preparada y que tiene cada vez trajes más caros. Mi vida no tiene tantas cosas, pero no me las van a sacar tan fácil.
Si la opción “inteligente” es hacer que los que usen la estación sean los que van a tomar los trenes, antes asegurate de que haya dos opciones mejores para cruzar por otro lado así no vas a tener que restringir nada, la gente va a ir sola.
Educar siempre es más fácil que prohibir. Pero acá todavía los maestros son tratados como mi**da. Como a los viejos. Como a los médicos. Como a todos, porque somos todos. O casi. Como siempre.
Quiero ver quién cambia esto. Si es el intendente, el sindicalista, el empleado. Pero en definitiva siempre vamos a ser nosotros.
Voy a cruzar por donde quiera. Antes o después. Porque al kiosco voy en pantuflas.