19/09/2024
El narrador nos había hablado tiempo atrás, no recuerdo cuánto (¿realmente importa cuándo?), de las novelas distópicas. Sin previo aviso retomó el tema porque en aquel entonces olvidó mencionar a Karel Capek, autor de una gran historia, La guerra de las salamandras, que cuenta la domesticación y explotación de unos adorables animalitos por parte del ser humano. Pero en realidad quería comentarnos que ese mismo autor había popularizado casi cien años antes de la muerte de Carmen Salitre el término «robot» con el significado que tenía al momento de la muerte de Carmen.
En diversas lenguas de origen indoeuropeo, como el ruso y el checo, entre otras, aquella palabra significa trabajador, pero con una connotación especial: un «rabota» es un esclavo, es decir, un trabajador precarizado y explotado. La misma sucesión de sonidos consonánticos permanece actualmente en el alemán arbeit, pero sin el matiz de esclavitud. Arbeit macht frei se leía, cuando existían lectores, en las puertas de Auschwitz y en la entrada a Dachau, por ejemplo. Hoy no existen lectores, pero por las tardes de primavera una corneja (¿qué otra ave podría ser?) se posa sobre el hierro de ese cartel, exactamente sobre la t de arbeit, a recibir los rayos de sol sobre su cuerpo azabache.
El canto y el viento, no el trabajo, hacen libre a esa corneja, que nada sabe o nada recuerda sobre el humo espeso de los hornos crematorios, el silencio de los bosques circundantes, las deportaciones masivas, el hambre calcinante y esa experiencia del mal sin precedentes. Para el ave no existe nada más que un eterno presente y un brevísimo pasado, lo inmediato pretérito, una luz que aún no llegaría a Marte.
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