17/09/2022
𝗘𝗹 𝗽𝗿𝗼𝗳𝗲𝘀𝗼𝗿. 𝗨𝗻 𝗰𝘂𝗲𝗻𝘁𝗼 𝗱𝗲 𝗥𝗮𝗾𝘂𝗲𝗹 𝗣𝗼𝗯𝗹𝗲𝘁 𝗽𝗮𝗿𝗮 𝘁𝗼𝗱𝗮𝘀 𝗹𝗮𝘀 𝗽𝗿𝗼𝗳𝗲𝘀𝗼𝗿𝗮𝘀 𝘆 𝗽𝗿𝗼𝗳𝗲𝘀𝗼𝗿𝗲𝘀, 𝗲𝗻 𝘀𝘂 𝗱𝗶́𝗮
En palabras de su autora: "Hay profesores que nos encantan. Y hay estudiantes que quieren llevarse puesto ese encanto, pero puesto adentro del cuerpo. Aquí va este cuento como homenaje a los profesores y profesoras que nos han encantado la vida."
𝗘𝗹 𝗽𝗿𝗼𝗳𝗲𝘀𝗼𝗿
𝐸𝑠𝑡𝑒 𝑒𝑠 𝑢𝑛 ℎ𝑒𝑐ℎ𝑜 𝑣𝑒𝑟𝑖́𝑑𝑖𝑐𝑜.
𝑆𝑖 𝑛𝑜 𝑒𝑛𝑐𝑜𝑛𝑡𝑟𝑎́𝑖𝑠 𝑎𝑙𝑔𝑢𝑛𝑎 𝑟𝑒𝑙𝑎𝑐𝑖𝑜́𝑛
𝑐𝑜𝑛 𝑙𝑎 𝑟𝑒𝑎𝑙𝑖𝑑𝑎𝑑, 𝑜𝑠 𝑝𝑖𝑑𝑜 𝑑𝑖𝑠𝑐𝑢𝑙𝑝𝑎𝑠.
Decidí ponerme a contar esta historia gracias al consentimiento de Silvina y otras amigas más. Todas participamos en el hecho, pero nos abstuvimos o, mejor dicho, nos callamos, porque habría sido imposible lograr que alguien nos creyera. Del profesor no quedaron rastros en toda la facultad. Recién ahora, al cabo de tantos años, estando todas recibidas —algunas peleando becas, otras en cargos o dando clases, otras de amas de casa o figurando en suplementos— es posible hacer memoria, remontarnos al primer día de la conspiración, que no fue tal, pero lo cierto es que no sabría llamar al hecho de otra manera. Si hubo culpas o víctimas es algo que ni siquiera en este momento podría precisar.
Él nos provocaba. Daba sus clases caminando con unos papeles escritos en la mano y esto hacía que desde la primera fila muchas de nosotras intentáramos ver lo que había escrito en ellos, haciendo esfuerzos con la vista, siguiendo sus movimientos con los ojos, a ver si descubríamos en esas hojitas llenas de flechitas y palabritas en tinta negra sus pensamientos y sus planes. Detrás de él había un escritorio grande sin silla y detrás de éste estaba el infaltable pizarrón con restos de las lecciones de griego de la clase anterior. A ambos costados estaban las entradas al aula. Eran, me acuerdo muy bien, entradas de dos puertas vaivén que hacían mucho ruido al abrirse y cerrarse, provocando la desconcentración general, sobre todo la del profesor, quien detenía su discurso y se daba vuelta cada vez que alguien entraba tarde. Pero la clase seguía. El aula tenía forma de gran auditorio con butacas escalonadas y siempre en la primera fila se veía una franja de minifaldas con piernas cruzadas o falsamente alzadas y de diversos colores. Parecía una propaganda de pantys o medias de lycra, de la cual el profesor no parecía percatarse porque era muy alto y siempre miraba a lo lejos, quizá llevando la vista hacia las últimas gradas. (...)
Para leer el cuento completo, click aquí:https://hojaalviento.com.ar/pulpo/El_profesor_cuento_de_Raquel_Poblet.pdf