09/01/2025
En cuentos de la crypta sociológica: El cosmonauta argento...
Era el año 2025, y Argentina estaba atravesando un momento de cambios y desafíos inéditos. Entre debates intensos y discursos encendidos, las palabras de un presidente de antaño, el innombrable C M, resonaban con renovada fuerza. Aquella declaración sobre vuelos espaciales que partirían de Córdoba hacia Japón en apenas una hora y media había sido tomada por generaciones como un ejemplo de promesas extravagantes y desbordantes de optimismo. Sin embargo, nadie imaginaba que, décadas después, estas palabras cobrarían vida de la forma más inesperada.
En una explanada improvisada cerca de la ciudad de Córdoba, una multitud se reunió para presenciar el evento que haría historia. En el centro del escenario, una gigantesca cañita voladora, decorada con los colores de la bandera argentina, se alzaba como un monumento a la ambición y la osadía. Atado con sogas de cuero, como si fuera un explorador dispuesto a conquistar lo desconocido, estaba "el cosmonauta", un líder libertario que había prometido llevar a la Argentina hacia un nuevo horizonte de libertad absoluta.
—¡Argentinos, al espacio! —gritó alguien desde la multitud, mientras los periodistas intentaban captar cada detalle del espectáculo.
Los medios amigos y ensobrados publicaban: "Argentina tiene cosmonauta". La palabra "cosmonauta" parecía más una burla que un título honorífico. Su discurso ante la plataforma de lanzamiento se transformó en un himno al emprendimiento individual y la fe en los mercados, y ahora era el centro de la atención mundial.
De pronto, una gigantesca mano se materializó y con precisión quirúrgica, encendió la mecha de la cañita voladora, mientras el cosmonauta, inmóvil y eufórico, gritaba:
—¡Vamos hacia la revolución cósmica! ¡Basta de ataduras estatales! ¡Viva la anarquía del espacio exterior, carajo!
El público contuvo la respiración. La mecha chisporroteó, lanzando destellos y humo. Algunos en la multitud comenzaron a aplaudir tímidamente, mientras otros murmuraban si esto realmente era un avance tecnológico o simplemente otro circo mediático.
Cuando la llama alcanzó el final de la mecha, un estruendo sacudió la explanada. La cañita voladora se elevó con una fuerza inesperada, dejando un rastro de luces y humo que dibujaba un espiral en el cielo. El cosmonauta desapareció en el horizonte, atado a su improvisada nave, mientras un narrador de televisión relataba emocionado:
—En este momento histórico, Argentina envía su primer cosmonauta al espacio. Desde aquí, podrá elegir cualquier destino en el mundo... o quizás más allá.
Sin embargo, a los pocos segundos, un silencio incómodo se instaló. La trayectoria de la cañita parecía menos controlada de lo esperado. En lugar de dirigirse a Japón o Corea, comenzó a girar en círculos erráticos. Los comentaristas improvisaron:
—Esto simboliza la imprevisibilidad de los mercados. Nadie sabe hacia dónde irá, pero es emocionante, ¿no?
Finalmente, el artefacto cayó en el campo de un productor sojero, destrozando un sembradío. El impacto fue menor, y el cosmonauta, cubierto de tierra y con el pelo alborotado, se levantó triunfante, exclamando:
—¡Esto demuestra que la innovación es posible sin intervención estatal, carajo !
La multitud, confundida pero fascinada, estalló en un gritos y aplausos: la casta tiene miedo. La frase de Menem volvía a sus raíces: un recordatorio de los sueños imposibles que, en Argentina, siempre encuentran una manera única de materializarse.
Y así, la nación sumó un nuevo capítulo a su historia de promesas incumplidas, ironías y grandes lanzamientos, mientras el eco del grito "¡Argentina tiene cosmonauta, no necesitamos al ARSAT ni al CONICET!" resonaba en cada rincón del país.
Saludos rituales !!!
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Moraleja cryptosociológica:
Los sueños grandilocuentes de progreso, cuando se construyen sobre bases endebles y promesas vacías, no solo corren el riesgo de fracasar, sino que se convierten en espectáculos mediáticos que distraen de los verdaderos desafíos. En un sistema donde el "mercado" enciende la mecha, el destino siempre es incierto, y las trayectorias erráticas suelen acabar en tierra firme, dejando tras de sí humo, ruido y un campo arrasado.
En la cripta de la sociología, aprendemos que las utopías individuales no siempre pueden reemplazar los proyectos colectivos. ¡Hasta el cosmonauta más libre necesita algo más que una cañita voladora para alcanzar las estrellas!