18/07/2024
Opinión: El Peatón y el Colectivo
Por Harry Haller
En los últimos meses, se ha agitado con fervor la idea de que la inflación está disminuyendo en nuestro país. Sin embargo, lo que muchos no dicen es que, aunque la tasa de aumento se esté desacelerando, la inflación sigue siendo un problema persistente.
En diciembre del año pasado, en parte gracias a una gran devaluación, el índice de inflación alcanzó el 25%, el doble que en noviembre. Esto nos invita a una breve reflexión sobre el estado anterior de nuestra economía y sociedad: tampoco estábamos bien con el gobierno anterior, pero nuestra realidad actual nos demuestra que siempre puede empeorar.
En enero, el índice de aumento de precios fue del 20,6%; en febrero, del 13,2%; en marzo, del 11,2%; en abril, del 8,8%; en mayo, del 4,2%; y en junio, del 4,6%. Esto suma un alarmante 271% interanual. Además, estamos presenciando una caída en las ventas de alimentos del 22% solo en junio y una disminución en la producción del 14,3% en un año. El cierre de 330.000 cuentas sueldo y las grandes industrias adelantando vacaciones al personal, despidiendo empleados y cesando la producción son señales claras de una economía en crisis. La utilización de la capacidad instalada en la industria ha caído al 56,8% en mayo, comparado con casi el 68% del mismo mes del año anterior.
A pesar de esto, algunos quieren hacernos creer que los precios están bajando o van a bajar. Lo que realmente está ocurriendo es una desaceleración en el aumento de precios mes a mes, no una reducción efectiva de los mismos.
Me pregunto si, en este contexto, perseguimos un colectivo para no quedarnos fuera de él, en términos de calidad de vida y, en algunos casos, de lo indispensable para vivir. Seguimos corriendo tras ese colectivo que no solo no nos esperó, sino que iba a 100 km/h. Pero no se preocupen, el colectivo está disminuyendo la velocidad: primero a 80 km/h (¡qué alivio!), luego a 60 km/h, después a 50 o 40 km/h. Suponemos que el peatón, es decir, nosotros, lo alcanzará. Pero no es así. Solo veremos que nuestras necesidades se siguen alejando, aunque a una velocidad más baja. Nuestro futuro se sigue alejando, aunque tardaremos más en verlo desaparecer. Aun corriendo cada vez más rápido, no podemos alcanzar el colectivo y volver a subirnos.
En conclusión, mientras nos presentan una desaceleración como una solución, la realidad es que seguimos viendo cómo nuestro bienestar se aleja cada vez más. Es fundamental que comprendamos esta dinámica y no nos dejemos engañar por números que, aunque menores, siguen siendo alarmantes. La pregunta que debemos hacernos es: ¿cuándo tomaremos medidas efectivas para realmente cambiar nuestro rumbo?