17/09/2024
En un rincón, justo en la esquina donde la ruta 620 se cruza con la eternidad, se encontraba un curioso personaje: "El pibe de vídeo 📹 digo del Verbo". Nadie sabía exactamente por qué le decían así, pero se rumoraba que tenía el don de desatar n**os, y no cualquier n**o, sino los más complicados: los de la garganta y los de HDMI, donde las palabras se atoran y las emociones se pudren en lets. El Verbo vivía orgulloso, decía que no había hecho grandes cosas, pero lo poco que había logrado lo había hecho por sus propias manos, "¡y eso es lo que cuenta!" proclamaba, con su boca llena de asado del Don Julio o, cuando andaba más barato, del Don Juan. Si algo le gustaba al Verbo, era comer bien, aunque siempre repetía: "Cualquier decisión que tomes será un error, así que mejor andá por lo más caro". Era un filósofo de esos que te enseñan más en la sobremesa que en la universidad. Entre mordisco y mordisco de su bistec perfectamente fileteado (literalmente, fileteado a lo porteño con esmalte y barniz ), recordaba a Mercedes. La dueña de su inocencia, su eterna belleza, su bastón y motor. Llamaba a su musa, "la usina de mi corochonchito", sin que nadie entendiera realmente qué demonios quería decir con eso. Pero a El Verbo no le importaba. Él siempre decía que describir cosas tiene sus consecuencias, y estaba más que dispuesto a asumirlas. Una tarde, El Verbo decidió que ya era hora de poner su vida en orden. Se compró un BMW fileteado, claro, porque no se iba a conformar con un auto común y corriente. No, él necesitaba uno que reflejara su arte, su esencia. Y así, con ladrillo a ladrillo, fue construyendo su propia versión de la libertad. “¡Viva la libertad, carajo!”, gritaba por las calles de Buenos Aires mientras volaba en su auto pintoresco, cada vez más seguro de que la única forma de portarse bien en esta vida era, precisamente, portándose mal. Un día, en plena ruta 3, mientras esquivaba los colectivos, se dio cuenta de que su verdadera pasión no era el asado ni la libertad ni Mercedes (aunque seguía queriéndola, por supuesto). No, su pasión era indagar, desatar esos malditos n**os existenciales y poner todo patas arriba.