
01/07/2025
¿Has escuchado el Réquiem de Mozart?
No es sólo una obra musical… es un testamento inacabado, un misterio envuelto en notas y un suspiro final de uno de los genios más grandes de la historia.
Mozart lo escribió sabiendo que se estaba muriendo.
Y hay algo profundamente perturbador en eso: cada compás, cada acorde, suena como si lo compusiera con un pie en este mundo y otro en el más allá.
Cuenta la leyenda que un hombre vestido de gris llegó a su casa con un encargo anónimo: componer un réquiem.
Mozart, debilitado, paranoico y cada vez más enfermo, creía que ese encargo era un mensaje del cielo… o de la muerte misma.
Decía: “Estoy escribiendo esto para mí. Es mi propia misa de difuntos.”
Nunca lo terminó. Murió antes.
Y fue su alumno, Franz Xaver Süssmayr, quien completó la partitura siguiendo sus bocetos. Pero lo que es de Mozart… se siente.
Se siente en el Lacrimosa, que duele como si el universo se quebrara.
Se siente en el Confutatis, donde las voces del in****no se enfrentan a los ruegos de salvación.
Y se siente en el Kyrie, como si toda la humanidad suplicara a gritos por piedad.
No es sólo una obra sagrada.
Es el eco de un hombre que sabía que se iba… y que quiso dejar belleza aún en la muerte.
El Réquiem de Mozart no se escucha.
Se siente como un adiós universal