Volví, o intento volver.
Publicar o perecer, así en las redes y en la Academia, tanto en la tierra como en el cielo.
¿Y qué hay con esos procesos de silencio? ¿Cuánto lugar para esas pausas creativas que todavía no tienen forma de palabras?
Fueron meses muy intensos, muy hermosos, muydetodoeso que me cuesta (¿no elijo?) contar. Estuve corrigiendo varios libros y acompañando procesos de escritura de muchas personas, tesis de doctorado en Ciencias Sociales, en Literatura, en Derecho.
Y cuando hago eso, cuando emprendo ese viaje, hay algo muy profundo de mí que se va con cada texto. Se queda allí, buceando en su trama, escuchando su sonido, sintiéndolo respirar.
Además, las clases. Un espacio que me nombra y me pierde. Los tiempos de docencia son para mí también una especie de otro tiempo. No puedo pensar en mucho más, o sí, pero hay algo de ese "dar clases" que me toma.
La clase no dura nunca dos horas. La clase vive en cada frase que escucho y la pienso como ejemplo. Con la clase converso cada vez que termino una y enseguida empiezo a pensar en la siguiente. La clase viene conmigo, aún cuando apago la computadora y cierro todos los libros.
Sí, la clase me desafía y me apasiona.
Y en medio de todo eso, el taladro del algoritmo, de no desaparecer. De estar, de publicar, de mostrarse, de salir. De conjurar contra un silencio del que se prefiere no hablar.
Pero aquí estoy, en busca de más palabras, con ganas de compartir algunas reflexiones y aprendizajes de estos trabajos, de que sigamos haciendo red en medio de tanto viento. Gracias, siempre, a quienes me llamaron para acompañar sus procesos y confiaron en mi mirada.
La pluma de la portada la hizo la IA de Canva. La IA generativa y flashera, Python, ML e inglés fueron otros de los multiversos en los que me perdí estos tiempos.
¡Los leo!
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