29/12/2024
Los hombres ebrios de Dios, de Jacques Lacarrière
Traducción de Margarita Martínez
Prólogo de Christian Ferrer
368 páginas
Peter Sloterdijk señalaba, a propósito de la huida al desierto como abandono del mundo, que quizás haya sido el acto poético más radical al que jamás se atrevieron los hombres. Quien decide ir al desierto, “eleva su vida al estado de alarma metafísica: estar en vela es todo” para alcanzar un estado de prescindencia de ese mismo mundo y sus deseos. El Papa Francisco se refería no hace mucho a la pereza y señalaba que la sabiduría de los antiguos Padres del Desierto indicaba que “la raíz de esta pereza es la acedia, palabra que en griego significa falta de cuidado”. Los hombres del desierto conocían bien esta sensación, que los atormentaba sobre todo hacia la mitad del día. Expuestos al sol lacerante, al viento, también al frío y a las alimañas sin otro escudo que su cuerpo, su voluntad era la de resistir.
A través de una fascinante labor arqueológica que reconstruye sus vidas y sus obras, Los Hombres ebrios de Dios narra las historias de aquellos que hacia el siglo IV después de Cristo, escépticos ante la marcha del mundo en distintas provincias orientales del Imperio Romano, se retiraron a los desiertos. ¿Su objetivo? Establecer un diálogo con Dios y alcanzar la virtud.
Es una búsqueda que tiene ecos en nuestra propia época. No por azar el desierto imaginario de Tatooine, el planeta clave de la saga de Star Wars, se filmó en esos mismos parajes por los que caminaron, hace 1700 años, Pacomio o Antonio de Tebas. Nos resulta inconcebible hoy su real voluntad de sacrificio, las amenazas de los elementos y el sorprendente ejercicio de la fe. Sin embargo, a través de las arenas del tiempo, sus huellas nos alcanzan. Aislados, iluminados y enloquecidos, lo cierto es que los Padres del Desierto, como llegarían a conocerse en la sinuosa historia del cristianismo, estuvieron tan cerca de Dios como de Lucifer.
***
ubu.com.ar
***