"Volví, completé un nuevo silencio de seis años...decidí que de todos mis oficios terrestres, el violento oficio de escritor era el que más me convenía".Rodolfo Walsh Cada lucha debe empezar de nuevo, separada de las luchas anteriores: la experiencia colectiva se pierde, las lecciones se olvidan. La historia aparece así como propiedad privada, cuyos dueños son los dueños de todas las otras cosas”.
Rodolfo Walsh
Walsh
En todos los libros publicados de y sobre Rodolfo Walsh, citan su nacimiento en Choele Choel, pequeño pueblo de la provincia de Río Negro. Sin querer, hasta la fecha, todos han incurrido en un error: Walsh nació en el pueblo de Lamarqué el 9 de enero de 1927, constatado por el juez Pedro Hilderman, figurando como testigos el comerciante José María González y el comisario Antonio de la Rosa. El pequeño error se debe a que Lamarqué, ciudad fundada en el año 1900, fue reconocida con ese nombre recién en 1947 por el Decreto 11.593. Hasta el día en que Alcira Zuain asistiera a Dora Gil en el parto de Rodolfo Walsh, el pueblo era conocido como Colonia Nueva del Pueblo Choele Choel. Efectivamente, a 19 kilómetros de allí se halla el pueblo de Choele Chole, ubicado al igual que Lamrqué, en el Valle Medio de Río Negro. Este hecho anecdótico pareciera premonitorio: paradójicamente un hombre que debió permanecer en la clandestinidad no tenía lugar de nacimiento. Rodolfo Walsh es un desaparecido que nació en ninguna parte y murió en ningún lugar, como si no hubiese existido. Lo que nadie sabía, es que ese 9 de enero de 1927, en aquel indefinido pueblo habían parido a uno de los intelectuales más brillantes y militante más comprometido con las causas populares. Durante la entreguerra, en nuestra primera Década Infame, Rodolfo Walsh fue alumno internado en un colegio irlandés para pobres de Capilla del Señor. La sangre irlandesa que corría por sus venas lo haría vanagloriarse de gran bebedor, que demostraría en largas rondas de ron durante su paso por Cuba. También esa sangre lo perfilaba como peleador, aunque en definitiva, su lucha más destacada la dio desde la inteligencia. En pleno proceso de reconstrucción nacional, en 1944 comenzó a trabajar como corrector y traductor de la editorial Hachette, y ya en 1951 ingresó en el oficio que revolucionaría con su pluma: el periodismo. Comenzó en las revistas Leoplán y Vea y Lea. En esa década, el diario La Nación lo buscó para incorporarlo a sus filas de redactores, pero Walsh se negó por bien considerarlo un órgano de prensa de la oligarquía nacional. No lloró junto al pueblo el derrocamiento de Perón, a quien veía como un tipo autoritario, especialmente con la prensa. Pero esta definición que tuvo ante el diario de la familia Mitre, vocera de la oligarquía vacuna, nos arroja una primera muestra de que Walsh siempre tuvo bien definido al enemigo, y prefería el hambre y la escasez, que más de una vez le tocó soportar, a prostituirse para ser cooptado por la derecha aglutinada en aquel engendro de la Unión Democrática que hermanaba al Partido Comunista con la Embajada de Estados Unidos, como se vio en el acto de cierre de campaña de la Unión Democrática en el Luna Park donde la foto de Stalin estaba acompañada por la de Harry Truman, aquel presidente estadounidense que no vaciló en fraguar una maniobra militar para justificar el horror de la utilización de bombas atómicas, en dos ocasiones, sobre la población civil de Japón.