Este es un libro de autoayuda dedicado a las mujeres de mediana edad que creemos haber cumplido con nuestro deber de hacer felices a los demás; pero en ese logro, descuidamos la nuestra. A través de sus hojas encontrarás entretenidas y excitantes historias de amores reales, de infidelidades compartidas, de desengaños reveladores, de verdaderas amistades y otras experiencias. También, de sentimient
os ocultos como el miedo, el prejuicio, la negación y otras formas erróneas de sobrevivir al fracaso de una relación sentimental. Experiencias que nos ayudarán a enfrentar con éxito nuestros temores futuros a la soledad, a pasar desapercibas y a la posibilidad de volvernos a enamorar. Este libro te mostrará la bipolaridad del atardecer como dos escenarios contradictorios que te ayudarán a entender la importancia de tomar la decisión o la indecisión de renacer. No es verdad que las "esposas felices se suicidan a las seis” (Gabriel García Márquez). Solo estás cambiando de piel y puntos de vistas pues estás entrando a la mediana edad, y sientes que es el momento crucial de decidir un nuevo rumbo para tu vida. En retomar las oportunidades fallidas de la juventud pero con más destreza y claridad. El amor nunca debe faltar en nuestro repertorio de posibilidades; y al atardecer de nuestras vidas, se convierte en algo mágico haciéndose más espiritual, como un amigo discreto que lo podemos llevar a todos lados sin que nadie se detenga a preguntar por su nombre. Es nuestro secreto. "Brian era un hombre inteligente y ambicioso. Pero detrás de su atractiva imagen masculina se escondía, la personalidad de un psicópata. Era un hombre inseguro de temperamento violento, posesivo e imprevisible que se mostraba fuera de control con su víctima para intimidarla, y así controlarla y manipularla". "El Dr. Rossi recién llegaba. Era la primera vez que lo veía caminando fuera de los consultorios donde se lo veía recluido todo el tiempo. Ahora se lo veía fresco y descansado. Debía sentirse como un hombre común y corriente disfrutando de su libertad de andar por el mundo sin su bata blanca que parecía que lo tenía secuestrado, y ese estetoscopio colgando de su cuello como un ancla que lo mantenía inmóvil en su faceta de hombre de ciencia o quizá como parte de un ritual de la medicina moderna a manera de amuleto mágico.
“La discreta fragancia varonil trataba de rivalizar con las esencias naturales de los bosques de mi tierra natal y se esparcía pacíficamente por todo su alrededor como un halo misterioso de seducción y de encanto que parecía inadvertida por él. Su apariencia era impecable, su vestir sencillo y su caminar silencioso. La imagen perfecta de un ángel distraído paseando por la tierra tratando de pasar desapercibido".