SOBRE LA FAUNA
Qué les voy a contar sobre los habitantes de La100aga. Podría vender que son listos, simpáticos, amables, guapos y que van por el mundo repartiendo billetes de 500, y podría asegurarlo sin faltar demasiado a la verdad, excepto en lo que se refiere a su altruismo. Pero no les voy a engañar: lo cierto es que son obsesivos y tozudos como un tentetieso. Cuando se les mete algo en el
entrecejo, olvídense, porque no hay lodazal suficientemente profundo como para disuadirlos. Su comportamiento anómalo quizá sea debido a este exceso de tenacidad, aunque algunas voces apuntan a una absoluta carencia de sentido común para explicar su peculiar conducta: dibujan formas efímeras sobre el barro con ceras de colores, y celebran fiestas rodeados de regalos envueltos en papel brillante y fiambreras con tortilla de patatas; se suben a los árboles para retratarse en posturas inverosímiles, y he escuchado que persiguen a los mosquitos que revolotean sobre la luz grisácea que se filtra entre la espesura de las ramas, hasta quedarse dormidos al arrullo del canto de los sapos. Igual es por la humedad, qué se yo, pero ya les digo que no rigen demasiado bien. Incluso llegaron a colocar un felpudo en la entrada, que fue inmediatamente engullido por el fango, mientras todos ellos aplaudían entusiasmados al ritmo de un inquietante estribillo que repetía una y otra vez:”Bienvenidos a La100aga”.